Aguaturbia en el Teatro Nescafé de Las Artes: Cosecha 2017
1 de julio 2017.

Por Rodrigo Guzmán.
Fotografías por Felipe Morales.

Si bien Aguaturbia, agrupación nacida en Santiago de Chile el año 1968, no necesita mayor presentación, hay que decir para quienes no lo sepan, que los capitalinos tienen el honor de ser uno de los fundadores de la psicodelia no sólo en Chile, sino también en América Latina. De esta manera, la banda comandada por Carlos Corales y Denise, tras una dilatada carrera de casi medio siglo, presentaron en el teatro Nescafé de las Artes su nuevo disco Fe, amor y esperanza, tras un mutis de más de cuarenta años. La velada que se llevó a cabo en la siempre bella comuna de Providencia, fue una mixtura de nuevos temas y de clásicos incombustibles no sólo del repertorio de la banda, sino también del nacional, constituyendo así, una memoria musical chilena que se dejó oír en las instalaciones del recinto de Manuel Montt.

Dentro del repertorio ejecutado por los capitalinos, se presentaron las impecables versiones de temas actuales como “Bye bye corazón” o “En mi lugar”. Sin embargo, fueron las ejecuciones de temas clásicos, que hicieron a Aguaturbia ser lo que son, las que encontraron un eco fascinado de la audiencia. Por lo mismo, la interpretación de “Hearthbreaker”, original de los incombustibles Grand Funk Railroad, fue uno de los puntos álgidos de la velada. Si bien dicho corte se caracteriza por ser una de los himnos de la banda oriunda de Flint, cuyo sonido estriba entre la melancolía sosegada del blues y la potencia eléctrica de los riffs de Mark Farner, la versión que presentaron los Aguaturbia fue una audaz lectura del mismo, instrumentado en base a guitarra y bajo acústico, además de un violonchelo que brilló bajo un esplendor impecable en las manos de Magdalena Rust, quien se desempeña también en su interesante proyecto Deruts. Dicho chelo también se manifestó maravillosamente en una versión de “Guitar men”, tocada con gracia e intensidad. Asimismo, en dicha senda, también se presentó el sonido lúdico de “Baby”, mientras que “Somebody to love”, de Jefferson Airplain, remeció el recinto de Manuel Montt 32. De igual modo, la interpretación de “Waterfall”, otro de los clásicos de la banda oriunda de Santiago de Chile, llenó cada rincón del teatro Nescafé de las Artes. A punta de un riff que recuerda la presencia y potencia de Led Zeppelin, ataviado además de una sección de bronces precisa y conducido por la voz de Denise, el corte contenido en Volumen II (1970) se manifestó en su máximo apogeo. Por otro lado, “Blues on the west side” trajo consigo el sonido ácido e incombustible del blues interpretado por Aguaturbia, estilo que, vale decirlo, ha cimentado y articulado de manera fundamental el origen y desarrollo del rock en todo el mundo.

Quizás el detalle sea algo de mal gusto, pero es realmente impresionante la manera en la que se conservan las habilidades técnicas y musicales de Carlos y Denise Corales a pesar de lo años. La plasticidad que fluye intacta por los dedos del guitarrista se deja ver en cada uno de los generosos solos que atavían los distintos cortes de Aguaturbia. Mientras que la voz de Denise mantiene la misma potencia y esplendor de siempre, plasmando notas que recuerdan tanto a Robert Plant como a Aretha Franklin. Este detalle no es menor, teniendo en cuenta las últimas y recientes presentaciones de Chuck Berry, el padre del rock & roll, en América Latina, pues su mal recordado concierto en Buenos Aires dejó en evidencia que los años no suelen ser muy amigos de algunas ilustres figuras del rock. Asimismo, la banda con quienes se hicieron acompañar, merece un reconocimiento cerrado, tanto la sección de bronces como el encargado de las frecuencias bajas. Un impecable tecladista y un potente batería, sin olvidar por supuesto a la chelista que, lamentablemente, tendía a perderse entre tanto instrumento eléctrico amplificado al máximo.

Sin embargo, la reunión que convocaron los Aguaturbia no fue un mero ejercicio de nostalgia, pues al presentar canciones de su último álbum, Fe, Amor y Esperanza, dejaron en claro que siguen al ruedo, con composiciones híbridas que la misma Denise presentó como «blueseros», mezcla precisa entre blues y bolero que se conjugaron con maestría.

Por lo mismo, los capitalinos pioneros de la psicodelia chilena han demostrado que con el paso del tiempo, lejos de amilanarse, logran hacerse dueños de un sonido que, pese a los años y, como el mejor vino chileno, sólo deja un buen sabor en la boca.

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