Por Victor Santibañez.

No hay persona que pueda desmentir el gran aporte musical de los años 90, una década llena de cambios y nuevas tendencias, la cual se puede rescatar año atrás año, banda tras banda y disco tras disco. Son toneladas de canciones que se han convertido en clásicos contemporáneos. En este caso, el año 1992 tuvo su correspondiente explosión de piezas maestras dentro del mundo del rock; nadie queda ajeno a discos como Angel Dust de Faith no More, Vulgar Display of Power de Pantera, Core de Stone Temple Pilots o Images and Words de Dream Theather.

En este caso hablaremos del disco Dirt de Alice in Chains, editado a finales del 92, alcanzando el puesto número 6 del Billboard y que, para antes de concluir el año, ya había obtenido 3 discos de platino.

Dirt es un disco lleno de su época musical más gloriosa; furia, cambios, una pena y tortura necesaria que forman las guitarras de Cantrell junto a la única y característica voz de Staley, comenzando el viaje con “Them Bones” que de inmediato te pone alerta, con un estilo mas pesado, fuerte y directo, su solo inicio y los gritos de Layne hacen corear el comienzo del disco y no parar hasta haber terminado los 13 jinetes que cabalgan en esta obra maestra del rock.

“Dam That River” y “Rain When I Die” continúan adentrándonos en este viaje con un ritmo y densidad acorde a las letras y tonalidades que emanaban de esta banda más consolidada y definida en cada riff.

Canciones como “Down in a Hole” y “Rooster” nos dejan caer en una inconfundible línea vocal, desgarradora y con el mejor intérprete para sus palabras agobiantes y con un significado que va más allá de entender la canción. Alice in Chains transmite una angustiosa forma de disfrutar esta fuerza lenta y oscura que es Dirt.

“Sickman” es, como su nombre lo dice, una canción enferma, casi desordenada, con un Staley que se apodera de esa enfermedad y la vomita sobre cada parte y riff. Con una temática similar a “God Smack”, otra de mis favoritas de este disco.

Antes de llegar al tema que nombra esta entrega tenemos “Junkhead” que claramente en su letra hace alusión a la adicción a la heroína que sufría el vocalista, sometiéndonos a demonios y lugares oscuros dentro de la mente de un genio que se encontraba tapado con tierra y sólo quería dejar salir estas cosas que se encontraban en su más profunda realidad.

“Dirt” es otra forma de extraer las entrañas a este disco, tratándonos de explicar el por qué su nombre, su temática, sus riffs, letras y tonalidades densas y, a la vez, tristes, queriendo salir del terreno agrio en el cual fue concebido.

Seguido de un pequeño aporte musical de Tom Araya al disco, nos encontramos con “Hate To Feel” y “Angry Chair”, encargadas de sostener hasta el final esta seguidilla de canciones y expresiones, ambiciosas y sólidas, como los penúltimos peldaños de este trozo importante de la música rock.

Para finalizar esta obra maestra se nos presenta “Would?”, single del disco, con esa intro inconfundible de parte del bajo de Starr, lanzándonos nuevamente a un hermoso castigo de palabras autoinfringidas. Dedicada a Andrew Wood, cantante de la banda Mother Love Bone, quien muere de sobredosis a los 23 años, Jerry Cantrell escribe la canción para transmitir el sentimiento que atrapó a Andrew hasta su muerte en 1990.

Dejando atrás lo experimental de Facelift y definiéndose en un sonido crudo y, por así decirlo, clásico. Con letras de una dureza poética y fuertes de contenido, producto en parte de las vivencias de Layne, un maestro con una voz inconfundible que por esos años pasaba por una fuerte adicción a las drogas, Dirt es una pieza angular dentro de la historia del rock en los 90´s, es un grito desesperado, una forma en la cual cuatro músicos vertieron toda su ira, genio y locura para crear un terreno sobre el cual desparramar todo su talento y dar vida a una pieza de culto, una escapatoria a las circunstancias y pasos de una de las mejores bandas de rock de esa década.