Arcade Fire en Movistar Arena: Pesos pesados
11 de diciembre 2017.

Por Francisca Neira.
Fotografías por Carlos Müller (Lotus Producciones).

21:30 horas del lunes 11 de diciembre. Movistar Arena, en Santiago de Chile, prácticamente repleto y expectante. Al frente un cuadrilátero y todo el espacio inundado por una voz en off que, en español, presenta a los World Heavy Weight Champions. Por el pasillo, entre la platea baja y la cancha, avanza una silueta rodeada de guardias y cámaras enarbolando una bandera chilena, sonriendo y saludando a cada celular que le apunta con su cámara. Todo lo vemos a través de las pantallas dispuestas sobre el ring.

¿Es la pelea del siglo? No. Es la entrada triunfal de Arcade Fire a uno de los recintos más importantes para la música nacional, y el aplauso cerrado de un público que durante tres años esperó su regreso a nuestro país. Una vez en el escenario, y con cada uno de los once músicos (en algún momento llegaron a ser 15) ubicados en sus puestos, comienza la fiesta con “Everything Now”, canción que da nombre al quinto y más reciente trabajo de estudio de la banda. El furor que este primer track produjo en los miles de fans, que colmaban el domo del Parque O’Higgins y que se condijo a la perfección con la entrega y la calidad de los intérpretes, no fue más que el presagio de lo que sería una de las noches más lindas que ha vivido la música en vivo en nuestras tierras durante este último año.

Lo que vino fue una seguidilla de momentos épicos, que engalanaron cada una de las canciones que el sexteto puso a disposición de una audiencia que coreó cada una de ellas. Mientras que en los intermedios, entre cada track, los lugares que cada uno ocupaba sobre el escenario variaban, como también los instrumentos que tocaban, dejando en claro que Arcade Fire no es sólo una banda de rock con buenas composiciones, sino un grupo de verdaderos músicos que están dispuestos a llevar su trabajo a un nivel de calidad diferente, superior.

Para cuando suena “Here comes the nigth time”, perteneciente a su anterior disco Reflektor (2013), el cuadrilátero se colma de luces de todos los colores mientras que las imágenes en las pantallas se desfasan, llamándonos a un trance que se logra absolutamente cuando todos los instrumentos se conjugan en un sonido envolvente de mucha percusión, que nos pone a todos a bailar frenéticamente. Se escucha, al finalizar, el primer saludo y agradecimiento al público chileno, breve eso sí, para dar paso directo a “Haití”, cantada por Régine Chassagne e interpretada con algunos de los integrantes de Bomba Estéreo, banda colombiana que, mucho más temprano, abrió la jornada.

La segunda intervención de Win Butler, vocalista principal de Arcade Fire, fue para disculparse por su mal español y señalar que parte de la recaudación por las entradas del show se destinaría a proyectos para la reconstrucción de comunidades, lo que fue intensamente aplaudido y vitoreado por todos los presentes quienes, acto seguido, nos entregamos nuevamente al baile.

En este momento y, seguramente con la intención de darle un respiro a quienes, de cancha a tribuna, repletamos el Movistar Arena, las luces azules invadieron todo el espacio y los beats bajaron la intensidad para deleitarnos con la cadencia y la sensualidad de “Electric blue” y “Put your money on me”, que incluyó un sincronizado y sutil baile entre los dos vocales de la banda quienes, además, son pareja fuera del escenario. Así, con el ánimo tranquilo y el corazón dispuesto a recibir los más calmos ritmos que los canadienses quisieran entregarnos, vimos cómo en las pantallas apareció, en español, el mensaje “prende las luces de tu celular, por favor”, lo que convirtió al recinto en un espacio tan iluminado como un medio día de picnic en el parque. Sonó entonces, muy despacio, “Neon bible” que, como era de esperarse, fue coreada por todos los presentes.

Si hay algo que caracteriza el trabajo en vivo de Arcade Fire es que, más allá de la calidad musical que ofrecen en cada una de sus interpretaciones, la preocupación por la puesta en escena de sus conciertos sumerge a los asistentes en una experiencia que contempla todos los sentidos y que pone a trabajar al cerebro y al alma a toda velocidad. Esta vez, claro, no fue la excepción y, ayudados por la iluminación del recinto y las imágenes proyectadas en las pantallas, lograron provocar la sensación de que el cielo se había roto para dejarlos caer de él o para dejarnos a nosotros entrar, todo mientras sonaba grandilocuente, casi mesiánica, “My body is a cage”. Pero tal como los sueños, todo tiene un final, y muy bruscamente caímos del paraíso al más rojo de los infiernos, con el órgano de “Intervention” sonando, macabro, como telón de fondo.

Si bien, los canadienses no se detuvieron en muchos momentos a hablarle al público, su conexión con la audiencia fue otra, basada principalmente en evidenciar que ellos también estaban disfrutando de la noche, del show, llegando incluso a parecer niños en un centro de juegos. Cada uno de los integrantes de Arcade Fire (y también los músicos que los acompañaron) bailaron, jugaron, se rieron y emocionaron sobre las tablas santiaguinas. “Afterlife” fue una demostración de aquello, con Win Butler sorteando las cuerdas del cuadrilátero y cantando al nivel del público, saludando a todos quienes le extendieron la mano. El agradecimiento no se hizo esperar. En la pausa que siguió a la canción, el aplauso fue cerrado y extenso. Sin palabras.

Las canciones que siguieron dejaron completamente atrás las sutilezas y no hicieron más que hacer del recinto una inmensa pista de baile en la que los sonidos iban in crescendo, buscando el éxtasis de la audiencia, quienes vibramos al son de lo que el sexteto nos proponía. De pronto, quizá presagiado por el nombre de la canción, “Power out”, todo termina. Es la despedida. En la cima, los canadienses optan por retirarse.

Todos vitoreamos, abucheamos, aplaudimos y rogamos la vuelta que, sabemos, ocurrirá. Entonces, Arcade Fire vuelve a escena y nos sorprende con uno de los momentos más bonitos del show: la interpretación de “We don’t deserve love” con la letra pasando por las pantallas al más puro estilo karaoke, en un ambiente muy íntimo y con Chassagne percutiendo unas botellas de vino con un par de cucharas. Sí, después de un apoteósico concierto, nos enrostran que la belleza de la música está en la simpleza, en lo rudimentario, en el origen mismo de la búsqueda y la observación.

Muy suavemente, Butler nos invitó a tararear nuevamente la melodía de “Everything now”, lo que sonó, claramente, a final. No obstante, quedaba otra sorpresa más en las mangas pugilísticas de la banda, quienes hicieron cantar absolutamente a todos los presentes al ritmo de “Wake up”, para salir de la misma forma en la que entraron: por entre medio del público, con humildad y agradecimiento.

La de anoche fue una jornada única. Arcade Fire, nos demostró a todos que la música no es sólo un conjunto de sonidos que se acoplan entre sí, sino que es una experiencia que abarca mucho más tanto en lo sensorial como en lo afectivo y, sí, también en lo racional. Es una invitación a “ser”, nada más. Y anoche, por algo más de dos horas, fuimos música. Es de esperar que no sea la última vez.

Setlist:
Everything now
Rebellion
Here comes the night time
Haití
Peter Pan
No cars go
Electric blue
Put your money on me
Neon bible
My body is a cage
Intervention
Tunnels
The suburbs
Ready to start
Sprawl II
Reflektor
Afterlife
We exist
Creature comfort
Power out

Encore:
We don’t deserve love
Everything now (continued)
Wake up

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