Por Felipe Tapia.

En una era en la que la nostalgia se ha convertido en un objeto de consumo, y los kidults y millenials constituyen un target nada despreciable para la industria del entretenimiento, es habitual ver la cartelera saturada de remakes, secuelas, precuelas, spin offs, adaptaciones y todo tipo de atajos para evitar la creación original. En este contexto, el material que se produce es de calidad variable. Sin embargo, la mayor parte suele desatar la furia de los fans puristas de la obra clásica, y la indiferencia del nuevo público.

Hace pocos años la precuela de la saga “Alien”, “Prometheus”, brilló bastante poco pese a ser anunciada con bombos y platillos, y aunque no era del todo mala, tampoco era del todo buena. Para corregir este error y seguir explotando la rentable franquicia, Ridley Scott estrenará este año una película que continúa a “Prometheus”. Se trata de “Alien: Covenant”, que recoge los sucesos de la historia anterior, mostrándonos una nueva tripulación compuesta de individuos prescindibles (como siempre) visitando el hogar de los ingenieros.

El miércoles 26 en el Cine Alto Las Condes se llevó a cabo una función especial de la primera y clásica “Alien: El Octavo Pasajero”, seguida de algunas escenas de la nueva película, pronta a ser estrenada. El evento estuvo precedido de una charla de Hermes el sabio, una exposición de ilustraciones de Alien a cargo de artistas chilenos, y una concurrencia de fanáticos de la nostálgica saga. La audiencia fiel es una tribu interesante: Devota del producto original, suele asistir a las nuevas versiones, esperando despedazarla si no cumple con sus expectativas, pero siempre manteniendo la esperanza de que la obra sea respetuosa con la franquicia y al mismo tiempo novedosa.

Resultó curioso ver una película clásica en retrospectiva, antes de ver el nuevo producto: Uno repara en cosas que normalmente no haría, como la simpleza pero efectividad de la historia, cómo la primera “Alien” siempre fue considerada pionera por incluir una protagonista femenina fuerte y carismática, sin embargo, cuesta mirarla ahora como una obra ajena al sexismo: las escenas en las que la protagonista aparece en ropa interior habrían sido inconcebibles si se tratara de un protagonista masculino. También está la prueba de que la ciencia ficción no suele envejecer bien: computadoras de teclados ochenteros y pantallas verde con negro no concuerdan con una época en la que se dispone de la tecnología para el viaje espacial (¿Qué pasó con la tecnología touch?).

A pesar de todo, ver esta película ad portas de estrenarse la nueva, sirve como un recordatorio de que la creatividad y los efectos caseros pueden funcionar mucho mejor que los pixeles y la tecnología, pues “Alien” es todo un logro en los efectos de antaño, el uso del humor y el suspenso, ya que no se necesitó mostrar mucho a la criatura de Giger para contar una buena historia.

Luego se exhibieron algunas escenas de “Alien: Covenant”, y es difícil emitir un juicio certero viendo solo fragmentos. Hay más atlas gringas de las que me gustaría, y al igual que “Star Wars”, repiten clichés para satisfacer a la audiencia más nostálgica, que clama como un cliente el producto que deberían venderles. Por ejemplo, el primer infectado muere porque se le niega la ayuda, obedeciendo al principio de sacrificar a una persona para no poner el peligro al resto. Este es un tópico que se ha desarrollado en varias películas de la saga, y uno se cuestiona si cambiar el switch sería un acierto o una metedura de pata.

Como sea, uno espera que, luego de un desacierto como “Prometheus”, el director aprenda de sus errores como George Lucas, y produzca una historia que se sirva de las nuevas tecnologías, pero que recupere el carisma y encanto de las películas clásicas. Habrá que esperar a ver lo que promete la nueva entrega de la saga.