Cosquín Rock Chile 2018, día 1: Cargado de saltos
Movistar Arena, 6 de octubre 2018.

Por Johanna Dagnino.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

Así pasó la tarde de ayer sábado 6 de octubre en el Movistar Arena, con el clima que acompañó de forma precisa una jornada cargada de saltos y bailes. Se trató del primer día del festival Cosquín Rock, nacido en Argentina el año 2001 y que está en medio de su primera edición en suelo nacional. Pasado el mediodía ya el movimiento se hacía sentir, estaba todo dispuesto para la larga tirada que iniciaba a eso de las 14.30 hrs. y que se extendería hasta pasadas las 02:00 de la madrugada del domingo.

Entrar fue toda una odisea, principalmente por la cantidad de información simultánea que había que procesar. Era posible ver no sólo la organización de los escenarios y los típicos puestos de comida; sino que, además, de forma paralela había actividades tan diversas como un concurso de headbanging y las ofertas de servicio de barbería para cambiarte el look con una piscola.

Ya para las 15 horas la fiesta estaba abierta con los nacionales Tomo como Rey en el escenario Banco de Chile, quienes hicieron bailar a quienes se encontraban al interior del Movistar Arena para cantar a todo pulmón como si el recinto estuviera al 100% su capacidad e hicieron gozar a los asistentes de fiesta en fiesta con sus característicos sonidos de cumbia, rock y punk. La respuesta fue el coro y la danza instintivos: “¿a dónde están que no se ven los que quieren tomar como rey?”.

Mientras tanto, afuera, el ambiente era una locura. El público se movía como hormigas laboriosas, decidiendo hacia dónde deberían dirigirse una vez terminados sus shows de cabecera personal, los que se distribuían en tres escenarios: dos afuera de la arena, al aire libre, y uno dentro. En La Casita del Blues, pequeño stage ubicado en la zona norte del lugar, se desarrollaba un universo paralelo, íntimo y personal, que recibía a los cordobeses de Los Mentidores, para abrir con un par de temas anglo y luego explotar todo el blues en español que viene con esta banda dueña de voces profundas y un sonido nítido.

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Con ese sonido en mente, nos desplazamos al escenario Escudo, ubicado en el lado sur del local que nos recibía, para presenciar la sólida presentación de los míticos Los Peores de Chile. El show estuvo a reventar: había quienes buscaban un poco de sombra frente a los 25° que marcaba el termómetro, pero a otros simplemente no les importaba la inclemencia del sol y se agolpaban frente al escenario que se encontraba en frente. El lleno del show simplemente es una demostración de la trayectoria de un grupo que marcó la apertura cultural de los 90’ en nuestro país. Así, quedó demostrado en los tradicionales y ritualísticos mosh que se armaban de forma simbiótica y armónica en frente del escenario y que, visto desde las alturas de las terrazas del Arena, fueron un verdadero espectáculo.

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A las 17 horas en punto Sinergia se apoderaba del lugar. Esperados y fuertemente coreados, la gente llega con premura para agolparse y pasarlo “mortal”, para pasarlo “la raja”. Nuevamente queda en claro que la convocatoria de los shows nacionales, sobre todo aquellos que se dieron al inicio del ciclo, es un premio a una historia consolidada y una trayectoria potente. Así, en la voz de Don Rorro, se llama a hacer rock como un acto de resistencia frente a una realidad dominada por el trap y el reggaetón y, finalmente, nos demuestran que no son necesarias esas bases para poder mover los pies con el alma.

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Así, volvemos a situarnos en La Casita para recibir a los Cuatro al Hilo, quienes llegaron con su propuesta de rock argento y que consiguieron que el público que transitaba se quedara y comenzara a llenar el espacio disponible. Los cordobeses lograron que el público aplaudiera y siguiera con entusiasmo mientras un fanático aparece con la bandera chilena y el logo de La Vela Puerca para gritar emocionado “¡Vamos los Cuatro!” y seguir con los coros; frente a esto la voz del grupo reacciona con un “qué linda bandera”, demostrando la esencia de este festival: una celebración viva de todas las variantes del rock en nuestro idioma.

El sol ya comienza a bajar, son las 18 horas y cualquier área verde (o no) se convierte en área de picnic para los asistentes. Es una tregua para disfrutar de los sonidos de fondo que cada cual eligiera para la ocasión. En paralelo, de regreso al escenario temático de Escudo, aparece Colombina Parra & Club de Surf, un ensamble nuevo que vino cargado con su propuesta de “punk de garaje”. Con un buen público la energía femenina de Colombina Parra se toma el lugar frente a un público menos danzante pero igual de atento. Alternando las voces y las cuerdas, y con una guitarra literalmente en llamas, esta banda demostró en el escenario su lucidez y energía.

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Continúa el tránsito y llegamos una vez más al interior del Movistar Arena. El turno era de los uruguayos de La Vela Puerca, banda consolidada y con amplio público entre los nacionales y que fueron recibidos con emoción para dejarnos “Llenos de Magia”. Con La Vela siempre se está sobre el tablón; las banderas aparecen entre el público y los brazos al aire de quienes corean tanto los temas clásicos del grupo como aquellos nuevos que presentaron de su último trabajo, Destilar. Como fue la tónica del día: saltos, bailes, brazos al aire y coros desde lo más profundo del estómago se apoderaron de la cúpula que, con cada show que seguía, debía reinventar nuevos espacios para albergar a un público que crecía de forma exponencial yendo de muchos a todos.

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Mientras eso ocurría en el centro, en el norte aparecía Perrosky, cambiando radicalmente el público de la Casita del Blues de uno sentado a una audiencia de pie. Se reflejaba claramente una voluntad de estar lo más al frente posible para disfrutar la fuerza musical de este dúo nacional que son, definitivamente, una marca registrada para el blues y rock criollo. La propuesta sólida de Perrosky hizo que el lugar se sintiera más grande y lleno de lo que era realmente, pero sin perder la mística de intimidad que guardaba esta casita, cuyo público se negaba a dejar ir al dúo.

En la hora pactada, aparece Boom Boom Kid en el espacio Escudo y los mosh se abrieron con los primeros acordes. Se hace casi imposible encontrar un espacio disponible tanto en la cancha como en las terrazas. Los argentinos se plantaron con potencia en el escenario y fueron recibidos con las manos y poleras girando en el aire. En este punto, las terrazas superiores para ingresar a la cúpula fueron establecidos como palcos para ver lo que ocurría en el escenario. Coreados de forma hipnótica, ya sea sentados o de pie, Boom Boom Kid fue un show sólido que supo moverse entre la nostalgia, con momentos preciosos como ocurrió con “Si Pudiera”, y la energía propia de su propuesta musical.

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El público comenzaba a desplazarse para llenar a más no poder la cúpula que se aprestaba para recibir a los nacionales de Chancho en Piedra. Así, personas y juanitos esperaban para recibir, como si se tratase de un show propio, a la banda. La familia marrana reunida en pleno coreó con fuerza los temas clásicos y dejaron en claro que no hay cambios que entibien sus ánimos. “Eligiendo una reina”, “Volantín” y “El Impostor” sonaron de forma impecable y fueron potenciados por la euforia de los asistentes.

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En el universo paralelo del escenario norte, aparecen los nacionales de El Cruce, a quienes el intimismo y cercanía de este escenario les pegan y combinan a la perfección. Esta conocida banda de blues criollo deja en claro que basta una melodía para hacer bailar al público; las respuestas de los asistentes son instantáneas y se reflejan en coros y palmas naturales. Junto con presentar a la última incorporación a su familia, la talentosa Karen Brown, hicieron un recorrido interesante por su trayectoria, contando con temas como “La Chinita y Yo” y lo más nuevo, “Se Nos Fue el Amor”.

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A las 21.30 horas, sin atraso y sin espera, aparece La Floripondio en el escenario sur e instalan el carnaval. Se empieza lentamente a sentir el respiro porque de aquí en más, no quedan más presentaciones en paralelo, no quedan decisiones, sólo queda dejarse llevar. Si es que comenzaba a bajar la temperatura no se sintió porque este grupo simplemente no permite que nadie se quede sentado. Con temas para tornear el cuerpo como “Y es de día” y temas para saltar de cabeza como “Vacunaska” arman una pura fiesta al aire libre, con la mezcla de tambores, guitarras y mensajes sociales contingentes es imposible quedar indiferente frente a La Floripondio.

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La vida y la fiesta se trasladan, terminando la presentación de los nacionales, hacia el interior del Movistar Arena: sólo quedaba esperar por los cabeza del día en el mismo espacio. A eso de las 22:15 aparece Ska-P en el escenario. Llama la atención no sólo lo repletísimo que está cada centímetro del recinto y los mosh que aparecían en los más diversos lugares sino que hay una cantidad impresionante de familias y niños al interior, entre mohicanos y torsos descubiertos, un ambiente único para bailar y cantar. Con temas como “El Gato López”, “Cannabis”, “A la mierda” y “El vals del obrero” los españoles reventaron el recinto en el que los límites entre tribuna y cancha se desdibujaban entre los saltos, los cantos y algunos condones inflados que volaban por el aire. Punto alto para la banda, la dedicatorio de “Solamente por Pensar” para Santiago Maldonado, dejando en claro que la fiesta que ellos traen es siempre crítica y consciente.

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La noche termina en fiesta desatada de la mano de los argentinos de Los Auténticos Decadentes. Transitando por toda su historia nos hicieron bailar y gritar con clásicos como “Vení Raquel”, “Los Piratas” y “Cómo Me Voy a Olvidar”. También hubo espacio para tornearnos y gritar con el corazón temas como “Un Osito de Peluche de Taiwán” y “Corazón”. Se trató de una jornada redonda, para sacudirse todo el ritmo de la ciudad y sumarse a un ritmo catártico que nos purifica al ritmo de nuestra música.

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Una de las cosas que se agradece profundamente de esta primera edición de Cosquín fue el respeto por los horarios, la planificación de las presentaciones, el agrupar temáticamente los shows y la facilitación del tránsito entre los escenarios que hicieron posible asistir sin contratiempos a todo lo planificado. Eso, junto a la acreditación para las barras y la constante preocupación por el control de la basura hicieron que el festival se sintiera distinto a otras experiencias y le imprimió un sello propio. Al final, lo que primó en la jornada de este sábado 6 de octubre fue la fiesta de la música y el idioma; una fiesta sin par que pone en alto el español y que, definitivamente, explica la importancia de este festival y nos permite comprender por qué cuenta no solo con tantas ediciones, sino que, además, ha roto las fronteras.

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