Diana Krall en Teatro Caupolicán: La banda completa al servicio de la música
4 de mayo 2018
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Por Manuela Beltrán.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

La entrada al teatro Caupolicán fue lenta ya que la mayoría de los asientos eran numerados y, debido a este orden, mientras el público se acomodaba, la gente ya sentada, ansiosa, aplaudía llamando a la protagonista de la noche. Apenas apareció en el escenario Diana Krall hizo una pausa. Alta y rubia como es, se quedó perpleja frente al público y con una mueca facial se le noto decir “guau”. Rápidamente se sentó en el piano, la banda completa se instaló y sin preámbulo comenzó a tocar el piano.

Comienza con las canciones “‘Deed I do” y “L-O-V-E”, canciones donde se deja ver que el concierto sería dedicado a los amantes del Jazz clásico. Además de la interpretación vocal, hay mucho espacio para la ejecución musical de cada uno de los instrumentos de la banda. Suena contrabajo, batería, guitarra eléctrica, violín y Diana Krall, quien tiene un desplante extraordinario en el piano, hace volar sus manos sobre las teclas. No sólo es la interpretación por parte de la cantante lo importante, sino además la reinterpretación como grupo de los clásicos del jazz, canciones inmortales revisitadas.

Diana Krall continua homenajeando a los grandes, “You Call It Madness (But I Call It Love)” y “Night and Day”, son originalmente de Nat King Cole y Cole Porter. “Todavía estoy decidiendo cuál voy a tocar” dice, mientras que, de vez en cuando revisa las partituras que tiene sobre el piano, en cantidades y desparramadas. Las canciones se hacen largas cuando la banda está tocando, no sabemos realmente si están siendo improvisadas o si están calculadas. ¿Acaso importa saberlo? El Jazz de Diana es relajado y melódico, sólo hay que dejarse llevar para entrar en una atmósfera de romanticismo y relajo necesarios. Los aplausos comienzan a aumentar y aprovecha de introducir a los músicos: Karriem Riggins (batería), Robert Hurst (contrabajo), Anthony Wilson (guitarra) y Stuart Duncan (violín).

Se percibe que la banda se conoce, que existe una complicidad musical que los ha acompañado en este tour promocional del último disco de la canadiense, “Turn Up The Quiet”, reconocen entre sí las entradas y salidas de cada canción, generan diálogos entre el piano y el contrabajo o entre el violín y el piano. No se trataba sólo de Krall cantando covers de los clásicos del jazz. Era también la virtuosa interpretación de cada uno. La cantante y pianista sabe que su propuesta no tendría la misma fuerza si no estuvieran ahí los otros instrumentos creando atmósfera, vibrando música.

Entre canciones la protagonista aprovechó de bromear con cercanía desde el piano de cola negro que la guarda y se refirió a Santiago. “Me gusta estar atrapada en el tráfico”, comentó la cantante, “es ahí donde se ven realmente las cosas. Sólo nos quedamos una noche en Santiago pero la hemos pasado muy bien. Nos quedamos hasta tarde comiendo”. Justo en ese momento un celular suena fuerte entre el público. “El teléfono de alguien está sonando, ¿Vas a contestar? Yo tengo dos hijos lo puedo entender”.

Una gran parte del concierto estuvo dedicada al músico estadounidense, Tom Waits. El escenario se tiñó por completo con luces rojas y la canción “Temptation” sonó con los tonos graves y quebradizos de las teclas, en el contrabajo y desde la voz suave que parece que intentara volverse carraspeada. La canción duró mucho, cada músico tuvo el tiempo de hacer un solo. Se destacó sobre todo el violín que con un efecto wah wah alcanzó registros muy interesantes y profundos. La batería también sobresalió hasta alcanzar proporciones africanas para contrastar con el jazz de corte más “blanco” que se estaba proponiendo. Diana Krall repitió los nombres de los músicos al menos unas cinco veces en todo el concierto, no hay vanidad arriba de ese escenario, la banda está al servicio de la música.

La pianista también se detuvo para apreciar su instrumento un rato. Menciona que el piano del teatro Caupolicán es el más especial que le ha tocado en todo el tour. “El piano te dice qué tocar”, desde esta descripción emocional pasa directamente y sin aviso a la siguiente canción, pero se pierde al dejarse llevar, maldice en inglés, y comienza de nuevo. Continúa con Tom Waits, “Jockey Full of Bourbon”. Y hasta el final del concierto, después del encore, seguiría con una tercera “Looking for the Heart of Saturday Night”. Al final del concierto, la música suena más fuerte y el ambiente parece estar mucho más cálido. “Mi esposo está en el escenario en alguna parte, él escribió esta canción”. La canción “Almost Blue” no nos trajo a Elvis Costello en persona, pero sí en espíritu, a este viaje musical del virtuosismo del jazz. El show termina con una escala de piano desde lo más agudo hasta lo más grave y con una tecla aguda al final. Limpia, estudiada, reinterpretada, profunda, con todo ese garbo oscuro, brillante y elegante que pueden otorgar el jazz y el blues.

Setlist:
‘Deed I Do
L-O-V-E
You Call It Madness (But I Call It Love)
Night and Day
On the Sunny Side of the Street
Temptation
Jockey Full of Bourbon
East of the Sun (and West of the Moon)
I’ve got you under my skin

Encore:
How Deep Is The Ocean?
Just Like a Butterfly That’s Caught in the Rain
Looking for the heart of Saturday night
Almost Blue

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