Por Francisca Neira.

Desde hace un par de años hemos sido testigos, presenciales, y a través de las redes sociales y los medios de comunicación masiva, de la decadencia evidente que asola a la humanidad sin que, prácticamente, exista la capacidad (o el interés) de hacerle frente. Lo vimos en Grecia, lo vemos en Siria y recientemente lo vimos en Cataluña. También muchas veces en Chile: abusos de poder, corrupción y demandas sociales que son pasadas por alto.

En ese contexto global, el aragonés Enrique Ortiz, más conocido como Enrique Bunbury, editó el noveno trabajo discográfico de su etapa como solista, posterior a la disolución de Héroes del Silencio. Expectativas, su más reciente placa, es una mirada cruda y ácida hacia la realidad social mundial y la ausencia o desgaste de movimientos sociales, que le hagan el peso a un sistema que tiende a oprimir y marginar a pueblos enteros.

Pero también es una mirada introvertida del propio autor y de su trabajo. Es la entrega de un letrista maduro, que se ha encontrado en sus discos anteriores y que hoy nos ofrece una versión mucho más potente de sí mismo.

A principios de septiembre, pudimos escuchar y ver en video los dos temas que componen el adelanto de Expectativas, “Parecemos tontos” y “La actitud correcta”. La primera de estas canciones es la quinta del disco que fue concebido para escucharse como si fuera un vinilo: con dos caras o con un intermedio, como quiera entenderse.

“Parecemos tontos”, forma parte de la primera cara que se enfoca en la crítica social y nos empuja a hacernos cargo de cada uno de los actos y las omisiones de las que somos responsables, señalando fuerte y claro que “en boca cerrada entran todas las moscas”, al cálido ritmo de una una balada, que incluye un saxo y un teclado que, lejos de sonar melosos, le dan un toque setentero y, si se quiere, análogo al track en cuestión.

Por su parte, “La actitud correcta”, que es la segunda canción del adelanto y del disco, se desliga completamente de esa línea sonora, y resulta una explosión de rock que recuerda a la movida inglesa de principios del milenio, sin llegar a ser anticuada ni nostálgica. La historia de un rockero que vive de su pose más que de su talento se puede leer también como la historia de un político en campaña (¿suena cercano?), que pese a su actitud le falta “algo” que, dice Enrique, “no sé lo que es, pero es lo único que importa”.

También forman parte de esta primera “cara” del disco, recién publicado el 20 de octubre, canciones como “La ceremonia de la confusión”, que abre el LP con una majestuosidad casi palpable de lo sólida que es y que alguna reminiscencia tiene de su anterior trabajo de estudio, Palosanto (2013). “En bandeja de plata”, que es una afrenta directa a frases cliché y que acusan a los propios marginados de su marginación; “Hijo de Caín” y “Lugares comunes, frases hechas”.

“Hijo de Caín”, cuyo video fue lanzado hace apenas un par de días atrás, corresponde al primer EP y single oficial del disco y ha sido objeto de varias lecturas, aunque, la que más fuerza ha tomado es la que lee una analogía con el conflicto de Cataluña, algo negado por el compositor debido a que las once canciones de esta entrega (y cerca de 39 más que fueron descartadas) fueron escritas con mucha anterioridad a los acontecimientos recientemente conocidos. No obstante, Bunbury ha aplaudido dicha interpretación de “Hijo de Caín”, valorando la posibilidad de que sus letras encuentren significados diferentes en distintos contextos.

La “cara B” del disco la abre la séptima canción, “Al filo de un cuchillo” que, con la fuerte presencia de un sintetizador, nos entrega un track que recuerda claramente (sin ser un homenaje ni una copia) al Depeche Mode de fines de los 90. Con sonidos oscuros y potentes que escuchamos, principalmente, en el disco Ultra y que inspiran esta canción que, se nota, fue escrita en un momento de dolor y de indecisión para entregarse a la resignación.

El disco continúa con “Bartleby (mis dominios)”, una canción inspirada en el súper analizado protagonista del relato de 1853 escrito por Herman Melville, “Bartleby, el escribiente” en el que (de acuerdo a una de las interpretaciones más aceptadas) se muestra a Bartleby como un tipo que acepta su condición de irrelevancia y sin sentido en la vida, algo de lo que el resto no estaría exento pero de lo que no serían conscientes.

En esa misma línea, “Supongo”, la calma canción que cierra esta entrega discográfica, está inspirada en el poema del mismo nombre del reconocido poeta mexicano Jaime Sabines, cuyos textos, por cierto, han sido tomados y reescritos en diferentes claves por un sinnúmero de artistas en todo el mundo. Este último track es un extraño cierre para un trabajo tan ideológicamente potente, ya que, sin desdecirse en ningún momento, Bunbury explicita que la suya no es La verdad, sino una entre muchas. En el ámbito que sea, tanto Enrique como Sabines nos recuerdan que nada saben de cierto, sólo de supongos.

La relación de Bunbury con la literatura no es, en ningún caso, exclusiva de esta canción. En su catálogo es posible encontrar numerosas referencias a personajes, libros e historias ya tratadas por escritores anteriormente. Sin ir más lejos, el apellido artístico del músico proviene de un personaje inventado por otro personaje para liberarse de sus compromisos dentro de la obra “La importancia de llamarse Ernesto” (1895), de Oscar Wilde, lo que nos da indicios del sentido del humor que profesa el músico zaragozano.

Las dos canciones que preceden el final marcado por “Supongo”, son “Mi libertad” y “La constante”. La primera de ellas ha sido ampliamente asociada, por la prensa especializada, a la innegable influencia que ha ejercido David Bowie en el trabajo de Bunbury, algo que es cien por ciento aceptado por el cantautor y que lo llena de orgullo, mientras que “La constante” ha sido descrita, por el propio Enrique, como la más íntima de Expectativas.

No hay ninguna duda acerca de que los cuatro años que tuvimos que esperar desde Palosanto, el anterior disco de estudio de Enrique Bunbury, valieron totalmente la pena. Nuevamente el aragonés errante nos sorprendió con un giro en su carrera, que está lejos de asociarse a una búsqueda comercial, sino a una búsqueda interna que hoy parece haber dado sus frutos.

A lo largo de su trayectoria como solista, Bunbury se ha dado el trabajo de romper radicalmente con el sonido de Héroes del Silencio, ahondar en las raíces del rock y, en otros momentos, en las raíces de la música latinoamericana y del mediterráneo, para imbuirse en ellas y crear desde ahí.

Hoy, con Expectativas, parece haberse desprendido totalmente de aquellas ataduras, haber crecido y madurado como artista, y nos entrega un trabajo discográfico muy honesto, en el que se leen sus influencias musicales, pero sin la ansiedad de la búsqueda, sino más bien desde la aceptación, algo en lo que es perfectamente acompañado por su banda de hace ya varios años, Los Santos Inocentes, que esta vez sumaron a su formación al saxofonista Santi del Campo y que, claramente, ha sido un gran aporte para el sonido final del disco. Un trabajo que, por cierto, ha sido grabado “a la antigua”, con todos los músicos tocando en una misma sala en Texas, tal como se percibe en el cortometraje Expectativas, a short film, el que, además, cuenta con un texto de la Teoría de las Expectativas del psicólogo Víctor Vroom, cuya premisa es que “el comportamiento de una persona es el resultado de una elección consciente entre alternativas, cuyo propósito es maximizar el placer y minimizar el dolor”.

Finalmente, Expectativas se trata de eso, de quebrar lo que el público anticipaba que vendría y de salir de la zona de confort en la que, a veces, permanecen los músicos, para obtener mayores dosis de placer, disminuyendo el dolor a su mínima expresión. Este es un disco que nos obliga a mirar y mirarnos, escuchar y escucharnos. ¿Cumple lo que promete?, definitivamente, sí.