Fantasmas borrachos en concierto: La palabra que es música para los oídos
Teatro Nescafé de las Artes, 1 de junio 2017.

Por Jorge Fernández.
Fotografías por Jaime Valenzuela (Teatro Nescafé de las Artes)

La escenografía ya está dispuesta. Sobre las tablas reposan instrumentos, atriles y sillas que se van ocupando conforme avanzan los segundos. Entre cuerdas y percusión, cada músico se hace dueño de fragmentos de una melodía armoniosa y sin fisuras. Los actores son los últimos en aparecer. Lo hacen de manera cauta, sin grandes aspavientos y, tras un breve silencio, está todo preparado para que el espectáculo pueda comenzar.

Fantasmas borrachos es una maravillosa obra dramática escrita por Juan Radrigán hace aproximadamente 20 años atrás. En ella se vislumbran temáticas recurrentes de su escritura donde destaca el desamor, la marginalidad, las luces y sombras de la vida, el martirio de la nostalgia y la inexorable pena que remite a la muerte.

Las letras de este excelso dramaturgo nacional, recientemente fallecido, son una muestra de la belleza que puede entregar el lenguaje por el medio que sea necesario. La idea es convertir al público no solo en un espectador sino en un fanático de los sonidos y esto se logra a cabalidad en la obra con lecturas dramatizadas, actuaciones y, principalmente, a través de interpretaciones de calidad por parte de todo el elenco.

Un cuarteto de cuerdas y un baterista acompañan la magia de Fantasmas Borrachos. Los actores son Francisco Melo (El príncipe desolado), Gabriel Cañas (Donde viven los bárbaros), Annie Murath (Piaf) además de la participación especial del actor y director teatral Fernando González Mardones. Todos ellos, por medio de cantos y versos de ocasión, recrean el reencuentro de Ramiro y María de las Pasiones, un amor perdido en el tiempo cuya chispa se apagó, al parecer, para siempre.

La historia se mueve entre la picardía y el recuerdo de lo que fue y no será. Sin embargo, estos temas son el bastión para hablar de la existencia misma, del enrevesado amor y de la ignominiosa muerte. “Acostarse con la esperanza y despertar con la traición” es uno de los fragmentos resquebrajados que emanan de la partitura. Fantasmas borrachos es una obra amalgamada, donde se fusionan trazos de lectura y retazos actorales unidos a canciones, las que funcionan como su columna vertebral, porque de ellas nacen caracterizaciones de los personajes, reconocimientos y dudas sobre la vida misma.

María de las pasiones era “Toda una belleza de los pies a la cabeza” y ahora no es nadie. Ramiro tenía más de una mujer y ahora está solo. El amor era una palabra conocida y ahora no hay diccionario que la pueda definir. Quizás nunca hubo amor, tal vez nunca existió De hecho, en uno que otro pasaje se anuncia su desaparición. “Mis ojos no están hechos para ver esta ausencia” es una de las recriminaciones más tristes que se vislumbran conforme avanza la historia.

Al final son sólo dos palabras las que terminan resonando en nuestros oídos: silencio y ausencia. Es así como lo reafirman algunos de los versos finales y es de la misma forma como terminará esta composición.

“Ya nos hicimos silencio
como campana quebrada.
Ya nos hicimos ausencia
como hijos de la nada”

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