Inside Llewyn Davis: Radiografía de un perdedor que se conforma con serlo

Por: Jorge Fernández

Hay momentos en la vida en que la miseria de tu talento se proyecta por medio de un resplandor que lo hace visible para los demás. Un artista camina con la mirada perdida, pateando piedras y pensando cuál de ellas llegará más lejos. Todas finalmente chocan, de frente y con fuerza, en esa muralla que no te deja avanzar. Así se proyecta la vida del protagonista de Inside Llewyn Davis (2013), película de los hermanos Coen.

La trama está ambientada en el año 1961. Por aquellos tiempos, la ciudad de Nueva York estaba atestada de una escena musical, donde la canción folk era su contrapunto más alto. De todos los recovecos salía un músico que narraba una historia profunda con sentimientos arraigados. Esto traía como consecuencia insustancial que muchos artistas fueran profundos perdedores con un talento reprimido.

Llewyn Davis (Oscar Isaac) es uno de esos personajes arquetípicos en las comedias negras de Ethan y Joel Coen. La historia de este protagonista parte de la esencia de permanecer en una vida circular. No se vislumbran avances sino más bien una serie de constantes retrocesos, que lo enmarcan en la monotonía del perdedor que se remoja en tintes de desesperanza itinerantes y reiterativos. Llewyn tuvo un pasado en el cual brilló escuálidamente ante una malograda fanaticada. Dicho reconocimiento, nació de la mano de un dúo con su viejo amigo Mike, cuya temprana separación queda clara conforme se desarrolla el relato. El eterno divagar del personaje se nutre, entonces, por medio de ese deseo irrefrenable de encontrar un nuevo podio en la escena folk. Así, lo vemos pidiendo refugio temporal en los sillones de sus amigos y conocidos, tocando en el mítico Gaslight Cafe por unos cuantos dólares o viajando por horas a Chicago junto a dos insólitos personajes para buscar una oportunidad que pierde tan rápido como a su improvisada mascota, un gato, o más de uno, encargado de manejar el hilo de acciones que muchas veces, parece no existir.

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Los Hermanos Coen disfrutan construyendo personajes en estado de miseria, dibujándolos en paupérrimos momentos de sus efímeras existencias. La comedia negra es su salvoconducto. Por medio de ella, sorprenden con el accionar excéntrico de todos quienes componen sus películas. Inside Llewyn Davis tiene la gracia o la desgracia más bien, de no tener personajes secundarios por no ahondar lo suficientemente en ellos. Se podría haber dado mayor importancia, por ejemplo, a Roland Turner, ese devastado cantante de jazz, interpretado por el gran John Goodman, actor versátil y recurrente en las comedias de estos directores. También se pudo haber remarcado la figura de Jean Berkey (Carey Mulligan), pues en ella radica parte de la frustración eterna de este hombre que no tiene dispuesta una carta bajo la manga para sobrevivir en compañía de un destino que se le podría presentar favorable.

Los creadores confirman la tesis de que Llewyn Davis nace de la historia de Dave Van Ronk, un artista de los años sesenta vanagloriado por los entendidos pero que no logró el estatus generacional o de público que alcanzó Bob Dylan, nuestro reciente premio Nobel de Literatura, quien además sale interpretado en la nebulosa que enmarca el final del relato. Se dice que el protagonista no representa ni de cerca la figura opacada de Van Ronk y es cierto, porque si analizamos todos los personajes creados por los hermanos Coen, nos daremos cuenta que todos parten de la esencia de la realidad para difuminarse prontamente en la maravillosa veta oculta que entrega la ficción. La música y las locaciones se ajustan verazmente a lo que ese pedazo de historia nos puede ofrecer, lo demás corre por cuenta de la magnitud creativa y el innegable talento de estos directores, productores y guionistas.

Todo vuelve a su sitio inicial. Parado, en ese callejón sin salida, está el mismo artista que encontramos al inicio del texto. Junto a él, el cúmulo de piedras que pateó y la muralla que no lo deja avanzar. En un acto de rebeldía, se da cabezazos contra la pared. No la rompe, obviamente, ni siquiera logra dejarle una fisura para recordarle que lo intentó. Se sienta de espaldas al concreto y con el rostro amoratado y sangriento, piensa en su futuro banal y poco esplendoroso.

No se asuste, no es necesariamente el final de la película, sino la triste realidad de personajes de ficción, que son protagonistas en las historias de estos aclamados directores. Llewyn Davis es circular, su figura inicial es casi tan patética y atractiva como la que se nos presenta al final.

Una Respuesta

  1. Alonso Garrido

    Excelente cinta y grandioso trabajo como de costumbre por los hermanos Coen. Si algo destaca en ella es la música y como esta nos ayuda a entender y adentrarnos en el submundo ahondado en esta crítica, invito a echarle un oído al soundtrack y en lo posible acompañar la lectura con este ya que al menos personalmente no terminé de entender la película hasta que oí el rasgueo final de la música que la acompaña.