Ozzy Osbourne y su “Farewell World Tour” en Chile: Hierba mala nunca muere
Movistar Arena, 8 de mayo 2018.

Por Sebastián Allende.
Fotografías por Ross Halfin.

Martes 8 de mayo del 2018, una fecha que quedará marcada en la retina de los miles que asistieron a Movistar Arena para el adiós de uno de los más grandes, extrovertidos, polémicos e influyentes artistas de la historia del rock and roll, hablamos del sr. Ozzy Osbourne.

La cita estaba pactada para las 21:15 horas, pero a medida que transcurrían los minutos y la Arena capitalina comenzaba a tomar forma, los miles de fans comenzaban a impacientarse frente a un escenario que se erigía imponente con un crucifijo al centro y dos pantallas a los costados que nos indicaban, fuerte y preciso, quién era el amo y señor de esta noche, The Wizard of Ozz.

Apenas pasaban los minutos y un leve atraso, que de a poco se tomaba la paciencia de los fanáticos, fue calmado en cierta medida mientras sonaba en los parlantes “For Whom the Bells Tolls” de Metallica. Ya una vez finalizado un par de himnos de los muchachos de San Francisco, se apagan los altavoces y es el tiempo para poner todos nuestros sentidos atentos al rencuentro de esta noche que a la vez es una despedida.

Se prenden las dos pantallas del centro del escenario y observamos tal como si fuera un recuerdo familiar, imágenes de un pequeño Ozzy, que poco a poco van mutando por todas las encarnaciones que ha tenido este gran artista en los más de cincuenta años de carrera, vemos fotografías de su época en Black Sabbath, a comienzos y mediados de los ochenta. Ya instalado en la década de los noventa y en el siglo XXI, hasta que solo queda la pantalla negra con la frase Ozzy. Una vez finalizada esta verdadera revisión de la vida de Ozz, tomamos un poco de aire y vemos subir a la gran banda que viene acompañando a Osbourne en esta última aventura: Rob “Blasko” Nicholson en el bajo, Adam Wakeman en teclados y segunda guitarra, Tommy Clufetos en batería y su gran compañero de ruta, Zakk Wylde en la guitarra.

“Bark at the Moon” sería la elegida para dar comienzo a esta gran celebración en vida, de la obra y toda la influencia que nos ha entregado el gran Ozz. Un público que coreaba, saltaba y disfrutaba desde todos los sectores del recinto, no hacían más de dibujar una gran sonrisa en este gran artista, que independiente de la edad que posee, cuesta pensar en que se esté retirando de los escenarios. Ya quisiéramos nosotros que estos pseudo dioses del Olimpo del Rock fueran eternos y nos cantaran toda la vida, pero lamentablemente el paso del tiempo nos impide que esto sea así. Pero sí hay que agradecer a Ozzy la oportunidad de poder entregarnos una gira de despedida y por sobre todo con una calidad y una integridad que se premia y se disfruta por chicos y grandes.

Pero volvamos al show. Tras el primer combo inicial, “Mr. Crowley” y su teclado hipnótico nos atrapó a todos los presentes que veíamos cómo este artista sexagenario se movía como casi un veinteañero en el escenario, dando palmas, riendo, gritando, motivándonos a cada vez volvernos más locos (si hay alguien con autoridad para llamar a la locura, ese debe ser Ozzy) e incluso disfrutamos de sus clásicas empapadas de agua con una cubeta a las primeras filas de cancha, lo que pudimos apreciar en “Suicide Solution”.

¿Pero cómo resumir más de 50 años de carrera en más de 1 hora y media? Sólo un artista como Osbourne puede encontrar una respuesta para una pregunta de este tipo y nos da un show que si bien puede sonar para muchos como compacto, no deja espacios para el gusto a poco. Suenan los más grandes hits de su discografía como “No More Tears”, “Shot in The Dark” y una gran interpretación de “Crazy Train”, en la que nuevamente se nos invitó a volvernos más locos que nunca. No son tampoco dejados de lado los clásicos de Black Sabbath como “War Pigs” y «Fairies Wear Boots” e incluso durante esta noche se da el tiempo para que puedan brillar los integrantes de su banda, como lo fue en los grandes solos de guitarra que nos entregó Zakk Wylde durante el medley integrado por las canciones «Miracle Man», «Crazy Babies», «Desire» y «Perry Mason», en donde nos demostró su talento y virtuosismo en las seis cuerdas que inclusive lo llevó a tocar justo entre medio del público presente en cancha. También se llevó todos los aplausos la gran demostración de poderío y sobre todo tempo al tocar que nos entregó Tommy Clufetos en una fracción solitaria de «War Pigs».

Más de 1 hora y 40 minutos, divididos en 16 canciones, fueron el saldo de una gran noche en la que vimos parte del final con una emotiva versión de “Mama I´m Coming Home”, en la que sentimos a un Ozzy que en cierta medida está consciente de este adiós y lo siente, pero que se para de forma íntegra en el escenario. La despedida definitiva sería junto a las notas clásicas de “Paranoid”, la mejor manera de despedir a un artista de lujo, a un verdadero clásico, que independiente de su edad, mantiene su voz intacta y nos regala un show notable y grandioso. Un gran epílogo para la historia del príncipe de las tinieblas junto a su fanaticada chilena, el que si bien esperamos no sea el final definitivo, marcará a fuego las memorias de las distintas generaciones que se cruzaron esta velada que selló el posible fin de una de las mayores leyendas, no solo del heavy metal, sino de la música y el entretenimiento contemporáneo.

Setlist:
Bark at the Moon
Mr. Crowley
I Don’t Know
Fairies Wear Boots
Suicide Solution
No More Tears
Road to Nowhere
War Pigs
Zakk Wylde’s Solo: Miracle Man / Crazy Babies / Desire / Perry Mason
Drum Solo
Flying High Again
Shot in the Dark
I Don’t Want to Change the World
Crazy Train

Encore:
Mama, I’m Coming Home
Paranoid

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