Por Tomás Soto.

La cinta sueca, ganadora de la Palma de Oro en el reciente Festival de Cannes, llega a nuestro país con una propuesta ambiciosa e inteligente. Además, promete impactar de principio a fin con diversas escenas que, a simple vista parecen exacerbadas, pero que poco a poco se van entendiendo y enlazando con la realidad.

El director sueco Ruben Östlund (43), de películas como Fuerza Mayor (2014) o Play (2011), llega esta vez con un filme de tintes dramáticos donde también incluye bastante la sátira. Atrevido, sin límites a la hora de crear y siguiendo fiel al estilo que lo caracteriza y por el cual se ha hecho tan conocido, alabado y criticado, promete cautivar a todo aquel que sea seguidor de su forma de contar historias ya que, de lo contrario, seguro no se logrará llegar al espectador, teniendo como resultado una película totalmente difícil de comprender.

El filme nos instala como protagonista a Christian, representado por el danés Claes Bang, quien es un curador de arte a cargo del X Royal Musseum en Estocolmo, museo que por esos días se encuentra en vísperas de inaugurar su nueva exposición, la que lleva por nombre «The Square», al igual que la película y que es propiedad de la artista argentina Lola Arias.

«El cuadrado», como sería su traducción al español, es un sitio en el cual, los participantes que acepten ingresar deben aceptar las reglas de convivencia civil y todo aquello que esta obra de arte moderno les proponga, por muy extravagantes y sin sentido que parezcan sus planteamientos.

Christian, un hombre bastante famoso por siempre ir un paso adelante en el arte moderno, y constantemente de la mano con la vanguardia, se verá esta vez con la misión de encontrar la manera de promocionar esta nueva exhibición, utilizando métodos tremendamente extraños, chocantes y muchas veces que rayan con lo demente.

Un claro caso de lo que se quiere representar, es una escena con la periodista Anne (Ellisabeth Moss), quien le pregunta al curador por una de las definiciones de sus obras, dejando como resultado a un Christian totalmente desconcertado al no saber qué responder, debido al poco análisis que les daba a sus exposiciones y trabajos, simplemente aceptando lo que le funcionara y que le entregara dinero rápido.

Esto es, a rasgos generales, lo que nos plantea The Square, lo que no quiere decir que los 140 minutos que dura el filme se basen solo en eso, sino más bien, todo lo contrario.

En primer lugar, se lleva a cabo una perfecta representación del nivel de dificultad que ha alcanzado el crear contenidos novedosos y que atraigan a la gente en tiempos modernos, debido a que la tecnología cada vez avanza con mayor rapidez y ya casi nada nos sorprende, o sea, eso es lo que creemos.

En la película existe un afán de parte del protagonista por lograr vender el «producto» que, en este caso sería la nueva obra. En un comienzo, está constantemente fabulando e imaginando qué podría hacer para interesar al público y dar a conocer masivamente el espectáculo, es aquí cuando el marketing se entrelaza con la tecnología y los sitios webs para la difusión masiva, la cual ayuda demasiado, pero así mismo puede perjudicar enormemente, además de sepultar la carrera de una persona en segundos.

El galán y personaje principal cuenta con un equipo publicitario, quienes están aún más locos que él en cuanto a crear contenido «innovador». Dentro de una de las tantas ideas que les surgen y que proponen, aparece la de hacer un video muy fuerte y explícito, el cual involucra a una niña de no más de 5 años y que es mutilada (esto con animación y efectos especiales), todo ello con el objetivo de que se transforme en un «viral» y que así, se asimilara el grado que se buscaba alcanzar con la obra, pero que, a pesar de notar que es algo computarizado, causa el rechazo completo del público y los medios gráficos. Esto provoca de igual manera en el espectador.

Es en esto último, además, cuando se cuestionan los límites de la libertad de expresión y si realmente es bueno una total independencia a la hora de manifestar lo que se nos dé la gana o si existen parámetros que se deben cumplir si somos realmente tolerantes.

El filme a ratos es agotador, se ve repleto de escenas distintas, algunas que son muy cortas e insignificantes (totalmente innecesarias) y otras que son más extensas y se alargan más, pero que, sin embargo, son las que realmente se agradecen, debido a la tensión que provocan o a la incomodidad y risas en cada caso.

Breves o prolongadas, da igual. Lo cierto es que en cada escena el espectador quedará indeciso y a la vez sorprendido, pero por sobre todo indeciso, al no entender de inmediato lo que se quiere decir. A pesar de que sea una película complicada en su mayoría, realmente muy al estilo de su director y de la visión que tenga el de la sociedad, es una cinta que hay que ver. No por nada aterrizó con un triunfo en el Festival de Cannes.

La cinta se estrena este jueves 9 de octubre en nuestro país.