Por Nicolás Morán.

El tercer disco de la banda chilena Tunacola, más allá de su extenso nombre, viene con varias sorpresas interesantes. Es que En el centro de la fiesta está el vacío, pero en el centro del vacío hay otra fiesta es una producción que ha costado cerca de 4 años y muchas horas de trabajo. Los 46 minutos del disco están bien segmentados e hilados como una historia que ha ido avanzando desde el inicio electro pop de su álbum homónimo. Parece lejana la época de «Primavera now» y «Miami vice», con unas letras de spanglish y un sonido electrónico adolescente, que invitaba a sentirse like choco panda breakdowns in the summer.

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Este disco tiene más similitudes con Todos los veranos del mundo (2014) que con Tunacola (2011), porque el segundo disco fue un trabajo que tildaría como una transición, puesto que todavía arrastraba algunos elementos del anterior, como por ejemplo “Coco Maitai”, pero que mostraba una madurez en joyas como “Guachita”, que, a mi parecer, es la mejor canción de esa producción. De hecho, ese tema es el más escuchado en las plataformas digitales y uno de los más pedidos en los conciertos, porque tiene ese sonido tan especial, que los hizo destacar ese año y puso las miradas sobre Richi Tunacola otra vez. Es por eso que este 2018, y tras muchas expectativas, pudimos escuchar de forma íntegra lo lanzado para nuestros oídos en pequeñas píldoras como “El viento que nos lleva a los dos”, “De lejos” y la última antes del lanzamiento, “Gente peligrosa”.

Esta producción está compuesta por once temas que tienen mucha más guitarra, teclado y bronces , y al ser mezclado con letras políticas, o más crudas si así lo prefieren, muestran esa madurez musical y ganas de innovar que ha caracterizado al frontman. La innovación es una cosa que se agradece, sobre todo en el mundo musical chileno, cuyo pecado capital siempre ha sido lo repetitivo de su material, perpetuando un sonido que no sorprende pero que nos conforma.

No pretendemos desgranar tema a tema, pero sí hay algunos que son dignos de mencionar, y no solo “El viento que nos lleva a los dos”, que se corona como el gran single de este disco, con una letra y melodía envidiable, sino que también canciones como “Un mundo para mí” en el que colabora Me llamo Sebastián, siendo un tema que parte con bronces y que luego sigue con un beat característico bien synth que se extiende a lo largo de la canción, junto a la batería robusta pero que no se roba el espectáculo, siendo así equilibrado y distinto que experimenta muy bien con los sonidos. En el caso de “Hazla corta”, podría haber estado perfectamente en el disco anterior y habría pasado colada, puesto que mantiene la esencia de la transición, pero al agregar el sonido persistente del riff de guitarra lo coloca como otra de las innovaciones de la banda, que ha sabido producir una canción bien armada. Si seguimos un poco más adelante, “De lejos” con una línea de bajo que complementa la voz femenina, fue una de canciones que parecieran querer enamorar por lo suave, sensual y melódica que es.

Otra de las apariciones de este disco es una de la regalona y ex integrante permanente, Paz Court, que en “Ausencia” logra darle el timbre necesario para lo que se quería transmitir. La primera vez que escuché “De repente ella te da esa mirada que dice que algo se ha quebrado para siempre”, se me erizó la piel, puesto que es una de esas sensaciones que todos y todas hemos experimentado alguna vez, y la voz característica de Court le otorga un matiz distinto. Fácilmente se puede transformar en una de las favoritas.

Las últimas 2 canciones me parecen interesantes, porque el sonido de “La resistencia” es un tema old school en toda regla. Nos remonta a esos veranos del 2011, cuando podíamos escuchar como intro la melodía de Megaman. De hecho, la canción me recuerda al sonido ligero de La Casa Azul, que mezcla esa música alegre con letras variadas que no necesariamente son livianas como podrían sonarnos en primera instancia, y en el caso de “Pedacito de sol”, esa inmersión en viento andino pega muy bien para cerrar un álbum que debe ser escuchado sentado con una piña colada, aprovechando los días calurosos que se nos vienen.

Esta tercera entrega es un poco más arriesgada que las anteriores, pero que logra el objetivo de ponernos en el oxímoron del vacío y la fiesta, como 2 caras de una misma moneda que conviven en nosotros, tanto cuando estamos solos, como cuando estamos con gente alrededor. Sin lugar a dudas, vale la pena escucharlo un par de veces, guardarlo dentro de favoritos y esperar ansiosos a ver qué más nos tiene preparado este grupo que ha sabido reinventarse y sorprender.