Zakk Sabbath en Coliseo Santiago:
11 de noviembre 2017.

Por Rodrigo Guzmán.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

Anoche estuvimos en la vuelta de Zakk Wylde a Chile, esta vez junto a su proyecto de covers Zakk Sabbath cuya línea principal, tal como bien lo explica su nombre, es un poderoso tributo al legendario conjunto británico liderado por Ozzy Osbourne.

Tras la cancelación del festival Rock Out, a causa de la baja venta de tickets, el show de Wylde y compañía se trasladó al Coliseo Santiago, ubicado en Nataniel Cox 59, lugar donde alguna vez se emplazó la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuyo famoso programa de televisión la hizo conocida como la iglesia “Pare de Sufrir”.

Algunos incrédulos manifestaron más de alguna duda ante una nueva visita de Wylde, cuya principal atracción era interpretar temas que no le pertenecían y que llevaban decenas de años sonando en los oídos de los fanáticos del rock. Todos sabemos que tras una banda de covers existe una cierta animadversión de quienes, con sudor y lágrimas, pugnan por componer y presentar temas propios.

Pero lo de Zakk Wylde no fue un mero show de covers interpretados al pie de la letra y sin variación alguna. Lo que demostró Wylde anoche fue más bien la apropiación y reinvención caótica de varios himnos, antes que una forma poco creativa de hacer dinero.

Haciendo gala de una puesta en escena sólida, tomándose el escenario por completo y rebosando actitud, Zakk Wylde reventó las instalaciones del recinto de Nataniel Cox acompañado de un solvente Joey Castillo tras la batería, quien acumuló experiencia en Queens of The Stone Age, y de Rob “Blasko” Nicholson, quien ha sumado horas de bajo en Robb Zombie y en la banda de Ozzy Osbourne, además de hacer las veces de manager de la banda de metal alternativo Black Veil Brides.

De dicho modo, y a las 21:47, se dio inicio a la jornada con los sutiles toques de hi hat y la luminaria apuntando hacia Castillo, para luego dar paso al persistente y reconocido riff de “Supernaut”, con un Wylde encaramado sobre una especie de tarima que lo alzaba por sobre su metro con ochenta y ocho centímetros de estatura y que lo hizo ver, en más de alguna ocasión, como una especie de Dios de la guitarra. Tras esto, se dio paso a “Snowblind”, “National Acrobat” y “Children of the Grave”, uno de los tantos himnos de los británicos, cuya interpretación dio rienda suelta al headbanging sincopado de los fanáticos, quienes tras el característico fill originado por Bill Ward, sacudían la cabeza tal como si fueran los mismos Sabbath quienes interpretaran tan ilustre track.

Con un Wylde paseándose por aquí y por allá a lo largo del escenario, repartiendo solos y riffs tras un característico headbanging horizontal, se sucedió la interpretación de “Lord of this World”, con ese groove hipnótico, lento y pesado, tan propio de Tonni Iomy. De este modo, y al momento de poner en escena el solo que Iommy nunca pudo tocar, Wylde proporcionó un espectáculo particular, que dejó a los fanáticos al borde del delirio, pues el eximio músico, en un evidente homenaje a uno de nuestros guitarristas preferidos, se alzó la guitarra por detrás de la cabeza y tras la nuca dio rienda suelta a un solo que lo llevó a internarse en el público, sin dejar nunca de tocar. A la altura del público, codo a codo, Zakk Wylde hizo su interpretación mientras todos grababan videos, tomaban fotos, y tocaban la Barbarian Vertigo S. Purple de Wylde, respirando el mismo aire que uno de los grandes guitarristas vivos de la historia del rock & roll global.

Tras la intensa performance proporcionada por Wylde, se sucedieron en la misma dinámica “Under the Sun”, “Wicked World”, “Fairies Wear Boots”, “Into the Void”, “Hand of Doom” y “Wall of Sleep”, para luego dar paso a “N.I.B”, uno de los tracks más insignes de los oriundos de Birmingham. Tras el riff, tan reconocible, de uno de los caballos de batalla de Black Sabbath todo se volvió aún más intenso, intuyéndose de dicho modo que el fin se acercaba. De esta manera, la encargada de finiquitar la jornada fue, cómo no, “War Pigs”. El track donde Bill Ward mostró toda su destreza y su intuición rítmica, se desplegó de forma vehemente en el Coliseo Santiago, cuya recepción por parte de la audiencia fue inmediata y acalorada.

Si bien el setlist fue un cañon contundente y un paseo selecto por álbumes como Paranoid, Master of Reality, Black Sabbath, Vol. 4 y Sabbath Bloody Sabbath, faltaron algunos tracks insignes dentro de la discografía de los británicos, tales como “Electric Funeral, Paranoid”, quizás su himno estrella, además de la temprana oda a la marihuana “Sweet Leaf», «Iron Man» o «Hole in The Sky”. De este modo, más de alguno quedó con ganas de algo más, sin menospreciar la fantástica presentación de Wylde y compañía.

Finalmente, queda para la posteridad una reflexión que se sucede con frecuencia al asistir a estas fechas. Zakk Wylde es la encarnación del rock & roll en estado puro, sigue así la línea trazada por Lemmy Kilmister, músicos que son siempre iguales a sí mismos, y que no les interesa en absoluto experimentar con nada ni con nadie. Ellos hacen rock & roll y el rock suena así: con un riff marcado, con un solo distintivo, con una actitud rebelde y displicente, que se repite una y otra vez a lo largo del show. Por lo mismo, ¿qué sentido tiene ir a un show de covers como el proporcionado por Zakk Sabbath? El sentido radica allí mismo, pues si bien la capacidad del Coliseo Santiago se vio cubierta en más de la mitad de su capacidad, es evidente que la influencia de Black Sabbath en el rock contemporáneo es primordial. No hace falta mencionar el influjo que los británicos ejercen sobre el stoner rock o el doom metal, ni tampoco recordar cómo llenaron estadios cada vez que visitaron Santiago. Sólo cabe decir cuán vivo se encuentra el sonido de Sabbath, con su estética oscura, pesada, lenta y densa colmando cada riff. Por ello, Zakk Sabbath, lejos de ser una banda de covers, brindó un show que sólo enriquece el sonido de Osbourne y compañía, agigantando aún más la leyenda de los británicos con una propuesta que, sin embargo, los supera en técnica e intensidad. De este modo, todos los asistentes a Zakk Sabbath salimos con un aire cargado a ese riff que tan bien conocemos, creyendo una vez más en el conjuro poderoso que repartió la guitarra de Zakk Wylde, quien, tras finalizar cada canción, la alzaba tal como si fuera la enviada de un Dios oscuro y estridente a esta tierra.

Setlist:
Supernaut
Snowblind
}National Acrobat
Children of the Grave
Lord of this World
Under the Sun
Wicked World
Fairies Wear Boots
Into the Void
Hand o’ Doom
Wall of Sleep
N.I.B
War Pigs

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