Por Ricardo Olivero.

El próximo 3 de noviembre, la legendaria banda sueca Refused se presentará por primera y única vez en nuestro país y en toda Latinoamérica, en la Sala Metrónomo de Santiago. El concierto forma parte de su gira de despedida, titulada «Refused are Fucking Death» (algo así como «Refused está jodidamente muerta»), un paso firme y simbólico hacia su desintegración. Más que un simple concierto, este evento se perfila como un ritual de clausura, una lectura en directo de lo que fue, es y será el punk-hardcore cuando se atreve a reinventarse.

Refused surgió en Umeå, Suecia, a comienzos de los noventa, como parte de una escena mundial que hervía con la urgencia de lo nuevo, lo radical y lo colectivo. En ese contexto, la banda fue transitando estilos, mezclando rabia con búsqueda sonora, hasta alcanzar su obra cumbre: el célebre álbum de 1998, The Shape of Punk to Come. Este disco cambió todos los cánones establecidos al interior del hardcore, no solo por su mezcla musical, que incorpora hasta elementos de jazz y sintetizadores, sino también por ser un manifiesto político contundente que transita de una rebeldía adolescente a un anticapitalismo maduro. No tuvieron reparo en proclamarlo a los cuatro vientos.

Tras su publicación, a los pocos meses sucedió lo increíble: la banda emitió un comunicado anunciando su disolución. Su colapso se produjo en plena gira por Estados Unidos y el comunicado, que lleva el mismo título de su gira de despedida, aludía a cansancio, tensiones internas y agotamiento político-personal. El disco, en una primera instancia, no tuvo mayor éxito de ventas ni notoriedad pública. Sin embargo, con la banda ya disuelta, llegó la adoración del público y la excelente crítica de la prensa especializada, que solo se materializaron como un homenaje póstumo hasta ese momento.

Ese disco no es solo un buen registro de hardcore: es un manifiesto. Desde su título hasta su contenido, es una tesis completamente rupturista, que demostró que el punk podía, y debía, mirar hacia otros sonidos, mezclarse, abrirse. En él conviven riffs y veloces baterías típicas, pero también texturas electrónicas, silencios palpables, dinámicas que cambian a mitad de canción, y voces que alternan agresividad con tensión. Fue, en su momento, un sacudón para la escena hardcore: “¿Esto también es punk?” parecía preguntar. Y la respuesta fue que sí. Fue válido, necesario, moderno. La influencia fue directa: bandas posteriores retomaron la idea de mezclar, experimentar, no quedarse en la fórmula “guitarra-grito-mosh”. Refused demostró que la revuelta no se limita a la letra, sino que también puede estar en la forma, en la audacia del registro, en la apuesta sonora.

Refused no solo renovó el sonido, sino que lo insertó en una voluntad crítica real. Su estética, sus letras, su actitud, apuntaban a algo más que la rebeldía adolescente: al cuestionamiento, a la conspiración contra la complacencia, a poner el punk al servicio de algo colectivo. En este sentido, su propuesta siempre fue política, entendida no solo como “qué decimos” sino “cómo lo decimos”. Su vuelta en 2012, luego de catorce años de inactividad, fue profundamente celebrada y necesaria en tiempos donde la injusticia global es un tema urgente. Su legado y valentía para enfrentar estos temas desde la industria musical se vuelven más que relevantes.

En esta fecha de Santiago, ese trasfondo político puede sentirse en el aire: la música se convierte en arma simbólica, y la presencia de Refused sugiere que la despedida es también un acto de concientización. En un mundo donde cada vez más voces se alzan por causas de justicia social, la agrupación ha tenido una postura honesta y sin miedo, al solidarizar con el pueblo palestino y el genocidio del que son víctimas actualmente, o al criticar a la industria musical y al capitalismo en general. Esto ha despertado más de alguna interpelación y crítica en su contra, pero no han renunciado a utilizar la música como vehículo de ruidos e ideas, haciendo de la banda no una simple rareza musical, sino un colectivo que buscó la innovación de su sonido con un propósito claro detrás.

Para calentar los motores estará la banda chilena Mano de Obra. Formados en 2012, desde Quilicura y la periferia santiaguina, han labrado su camino con rabia, autogestión y contundencia. Su sonido hardcore bruto con influencias de bandas como Cro-Mags, Leeway y la vieja escuela del hardcore, los ha situado como parte activa de la escena local. En su reciente EP ConTenSión (2024) se refleja su impulso renovado que, entre otras cosas, los tendrá como participantes de la versión 2026 del Lollapalooza Chile. Que estén en este cartel abre un puente entre el pasado histórico de Refused y la urgencia del ahora local: la invitación es colectiva, la escena está viva.

Porque ver a Refused en este contexto es asistir a un cierre con dignidad de una historia que sigue reverberando. Porque si aceptas que el punk/hardcore no es solo entretenido sino provocador, participarás de algo más que un concierto: serás partícipe de una memoria, de una comunidad, de una revuelta sonora.

Refused entrega algo más que nostalgia: una obra viva, una idea, una carga, que promete ser uno de esos hitos para la escena santiaguina. Si te interesa el punk que no se resigna, el hardcore que se abre, la música que incomoda y moviliza, no puedes faltar a esta primera y última vez de aquellas bandas para las grandes minorías, que no tuvo miedo a cambiar ni tampoco a morir, pero que nos invita a todos al último baile frenético en conjunto. La cita es el lunes 3 de noviembre y se traslada la locación a Sala Metrónomo. Entradas compradas son válidas para el cambio de recinto y aún están disponibles por Punto Ticket.

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