Como Asesinar a Felipes en el Teatro Cariola: Diez años desafiando la norma, diez años de verdades que no encajan
7 de julio 2017.

Por Johanna Dagnino.
Fotografías por Victor Santibañez.

Como Asesinar a Felipes es una banda que desafía todo orden establecido en un mundo que actualmente se encuentra dominado por el autotune y la música envasada. La viva muestra de que el experimentalismo y la fusión de ritmos aparentemente discordantes puede convertirse en una brisa para quienes están cansados de música superficial, música de fondo: porque romper lo establecido también puede establecer algo. Es por esto que es fácil entender porqué esta banda santiaguina celebró sus diez años a lo grande en un recital lleno de experiencias sensoriales la noche del 7 de julio en el Teatro Cariola. Los invitados no fueron invitados, sino que amigos que acompañan la trayectoria de una banda que quiebra con los patrones establecidos y juega constantemente a sorprendernos con quiebres y melodías impredecibles y viscerales. Es que hay pocas palabras para explicar lo que fue esta noche de viernes.

La banda sale a eso de las 21 horas, el público ya esperaba agolpado al escenario tras un opening electrónico que anticipaba la atmósfera que se viviría posteriormente. Antes, Epicentro calentó motores con Basta de esconder a mis hermanos la verdad, entonando “Ya no hay nada que me alucina, aburrido por la rutina”. Treinta minutos pasaron entre el inicio y la llegada de CAF. Se abre el telón y se encuentra todo dispuesto para invadir el espacio con música cargada de sensaciones. Las cabezas de los asistentes comienzan a bailar sincrónicamente con los versos que deslizan una energía enajenante. Inician con “I” y a mi alrededor la gente corea en medio de su introspección “Ya no quiero pensarte, ni besarte en apariciones tormentosas”. Continúan con “Operación CAF” y “La puerta no se abre sola”, y la banda demuestra su punto con los primeros tres temas de la noche: es música para hacer catarsis, donde lo performático alcanza el concepto. Mientras tanto, las luces halógenas del fondo fragmentan todo lo que puede verse y te llevan a entender que existe música con estados de ánimo propio, letras que atraviesan lo experimental del sonido y alcanzan la reflexión a modo de corriente de conciencia filtrado. Mientras vivo mi propia catarsis, resuena en mi cabeza “Tu música dolorosa que nos obliga a pensar cosas, nos obliga a pensar cosas que pensar no queremos”.

Continúa la noche con “Síguela”, con “la metáfora suicida del contraste, enloqueciendo al oyente” donde “el receptor del mensaje es totalmente inocente” porque CAF manifiesta que “nosotros somos los culpables, los autores intelectuales”. Resuena como manifiesto musical, y para distender el ambiente sube al escenario Jorge Campos, quien nos regala un solo de la icónica “Luchín”. El público lo aprecia y sacan instantáneamente sus celulares en masa para retratar este momento que sólo puede nombrarse como un fluir de talento. Aparece en escena Epicentro nuevamente, manifestando “la pulisucia ensucia y envenena”, para luego volver a recibir a los celebrados para presentarnos “Ya llegó”. La gente corea desde sus estómagos “ya llegó”, mientras el tema es un verdadero himno a la verdadera subjetividad que supone la creación: “abuso del alfabeto, redacto el paso del tiempo según mis propios minutos, un pacto entre el papel y el lápiz con el que aguanto el peso que cargo”.

Me pierdo un momento de lo que ocurre, al dejarme llevar por los sonidos, esta amalgama de sonidos, donde los instrumentos y el sintetizador te erizan la piel, no es ni el frío de afuera ni el calor de la gente: es la música que hace viajar. Observo el panorama general, el sincretismo musical se manifiesta en el público, hay una diversidad enriquecedora de edades, de estilos y estratos. Mientras me pierdo en estos pensamientos suena «III». Al volver a centrarme en las luces, ya suena “Así como que no quiere la cosa”. Al terminar, sube Nano Stern para acompañar con su violín esta noche. Continúan con “Ya perdimos la paciencia” y “Opción”. El juego constante de CAF al desafiar la lógica en sus melodías cobra sentido también en sus letras: sigue “Alto” y “Estoy cerca del cielo”, como prueba que dentro de nosotros tenemos un “constante movimiento”. La última triada es letal: “V”, “En busca de un nuevo sueño” y “Nada más, nada menos”.

La noche de viernes fue una noche redonda, que termina con una tremenda postal con todos los amigos que acompañaron a Como Asesinar a Felipes en sus diez años de vida. Transitaron en el escenario grandes nombres, grandes músicos, grandes amigos como Raimundo Santander, Carlos Cabezas, Billy Gould, Pablo Ilabaca, Camilo Salinas, Nano Stern, Epicentro, Gabo Paillao y Jorge Campos. La lista es igual de potente que la propuesta de los santiaguinos, quienes día a día llegan como un disparo al centro, donde “no todo es lógica y asusta”, pero es un susto rico, de esos que se te quedan en el pecho con una tremenda sensación de libertad.

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