Balvina Nieves, mi madre del Elqui: La Serena que no tenía nada de serena
Teatro Sidarte, 25 de Marzo 2017.

Por Fernanda Pugin
Fotografías por Gabriel Padilla

Ayer se llevó a cabo una nueva noche de teatro en el “Festival de egresos de escuelas de teatro: Exit”, con una obra potente, “Balvina Nieves, mi madre del Elqui”. Una adaptación de “La Madre” –del dramaturgo alemán Bertolt Brecht – que fue dirigida por Bosco Cayo y con un elenco de la escuela de egresados de Teatro Puerto, conformado por: Margarita Castro Acuña, María Cecilia Aguilera, María de los Ángeles Espinoza, Rocío Cifuentes Pizarro y Camila Molina Rivera.

Balvina Nieves debe enfrentarse al cambio de su vida rural que estaba acostumbra a llevar y se ve obligada a cambiar rotundamente su forma de vivir, ya que, entre represiones de las “fuerzas de orden” de la época y su responsabilidad como madre de cuidar a su hijo, se ve en la disyuntiva de realizar acciones que, fuera de su zona de confort, ayudarían a una convocatoria de los sindicatos de la deshidratadora ADO, lugar en el cual trabajaba su hijo.

La historia, que se sitúa en 1978 en La Serena, nos presenta a los dos personajes principales: Balvina Nieves, una madre que lo único que busca es proteger a su hijo, y José, quien es un joven activista que buscaba reclamar por lo justo.

Luego de la presentación de los personajes, comienza a tomar forma el contexto histórico y la participación de José y Elisa (su enamorada) comienza a tomar más fuerza. Ambos trabajadores de la deshidratadora tienen el plan de hacer panfletos para formar un sindicato y “tomarse” la planta. Al ser toque de queda, los jóvenes revolucionarios deben enfrentarse a carabineros para poder mantener ocultos estos planes, ya que podrían terminar –incluso- muertos.

Balvina, en su búsqueda por proteger a José y su falta de dinero, decide ayudar en la entrega de comida a los trabajadores, eso sí, tiene un plan más allá que simplemente entregar pan. Así, con su humilde trabajo comienza a masificar la propuesta que su hijo quería llevar a cabo, el cual tenía un fin noble, pero que en esa época no estaba permitido.

Se empiezan a conocer a nuevos personajes, los cuales también tendrán su espacio en lucha contra las injusticias de los trabajadores. Por otra parte (y lamentablemente), Elisa se ve en la obligación de dar información sobre los planes, ya que en el regimiento de la zona, su hermano se encontraba detenido.

Balvina, nuevamente se ve desesperada y decide hablar con su hijo, quien fiel a sus ideales no quiere echar pie atrás a la junta que estaba convocando. Nos muestran los conflictos madre-hijo que ocurrían en las familias. José dice: “Yo no quiero esta vida” y agrega “La vida no es solo mía”, lo cual nos muestra cómo un joven norteño era lo suficientemente apasionado como para dar lucha a un poder, que se veía mucho más grande que un sindicato de trabajadores, los cuales buscaban respeto, salud y sueldos dignos.

Luego de esto, las demás trabajadoras comienzan a entusiasmarse con la convocatoria y deciden formar parte de esta. Ellas, a su vez, incentivan a Balvina a que también se una, ya que, en sus excusas de que “ella era de campo” y no veía el movimiento de los trabajadores de la misma forma que lo veía su hijo. Así que, con la ayuda de Demasía (la encargada de dar las colaciones) y otra trabajadora de la deshidratadora, deciden ir a la convocatoria nocturna de José, para buscar un mejor futuro. Una de las frases que más marca en esta escena es “No es lo mismo un “pelagato”, que 100 temporeras gritando”, y es por esto que Balvina decide asistir.

Cayendo la noche de la convocatoria, José se encuentra con Elisa, quien le pide disculpas por la información que había filtrado, a lo que José le responde que “La disculpa será lo mismo que un trámite” (hablando del futuro). Elisa le entrega un presente por parte de su familia y luego sale de escena, para ser reemplazada por la carabinera.

José saca su “regalo”, el cual era una escopeta. Pero, por otra parte, la carabinera estaba armada de igual manera. El líder de los trabajadores se ve acorralado, momentos después se escuchan disparos y José – al igual que muchos líderes revolucionarios- muere. Afuera de la deshidratadora se encuentra un masivo grupo de trabajadores y otros sindicatos que esperaban la llegada de José, como él no llegaba, Balvina, deja de lado su timidez, y toma el micrófono para dar un discurso de lo apasionado que era su hijo por luchar y lo emocionante que era ver a hijos de trabajadores peleando por la misma causa. Es interrumpida por una carta que llega desde un regimiento y la cual le rompe el corazón.

Saltamos al año 2000, Balvina está mucho más avanzada en edad, también, conocemos a su nieta (hija de José y de Elisa), llamada Rocío. Balvina le pide ayuda para poder escribir. Lo necesita, ya que re abrieron el caso de José y para ella es muy importante dar toda la información y aprender a escribir el nombre de quien mató a su hijo, porque “nunca es tarde para perder el miedo”.

El formato en que se entrega la historia es muy dinámico, aparte de contarnos esta historia basada en hechos reales, también nos muestra humor, pero siempre con el respeto e importancia de los temas que se tratan.

En resumen, es una obra que nos llama a investigar sobre las historias locales de nuestro país, ya que un pueblo que olvida su historia está obligado a repetirla. En este caso, Teatro Puerto nos invita a revivir la memoria elquina. Se refleja, al mostrar a la audiencia las cosas que pasaron en su época, los sindicatos, la pobreza que se vivía en la zona, la desigualdad, el amor de madre, pero sobre todo nos enseña – como diría Balvina- “Los cambios están en la masa. Así como el pan”.

A continuación les dejamos nuestra cobertura fotográfica: