Seis años han pasado, y con toda la experiencia y el crecimiento que ha significado este periodo para Camila y la humanidad, «Rey» aterriza como un disco conceptual posicionado en un universo cyborg distópico. Un viaje compuesto de canciones y pasajes, que amplían los límites del género, el amor y de las mismas intenciones sonoras de la chilena.

Sentir el placer, la revolución. Desobedecer, habitar la oscuridad, resignificar la maternidad, cuestionar. Una de las voces más relevantes de la música latinoamericana estrena su nueva placa, el esperado sucesor de Mala Madre, disco fundamental de la música contemporánea chilena.

“Rey” es este nuevo universo compuesto por 20 pasajes sonoros que se reparten entre canciones y puentes que cuestionan lo impuesto, mientras musicalizan este imaginario cyborg. “Es un disco que plantea cómo existe el amor y el erotismo en los márgenes establecidos, y cómo podemos correrlos de lo que entendemos por posible. Es una historia de amor, erotismo y revolución; tiene que ver con el goce y el dolor, también con el cuestionamiento de los límites del género, por eso muchas veces hablo en masculino, con esta disposición irónica hacia la posibilidad de ser hombre”, cuenta la chilena.

Luego de adelantos como “Quememos el reino”, “Es Real” y “Cerca”, «Hice a mi amor llorar» y «Déjame», junto a Ximena Sariñana y Lido Pimienta, Moreno busca resignificar la historia mediante estos tracks gestados desde el 2019 junto a Iván González en la producción, todo en medio de una revolución interior y exterior.

“Rey es un disco que tira una flecha hacia el futuro. Es un giro hacia un sonido más electrónico y también es un experimento que juega con el pop y el rock, desde la oscuridad siempre. En mis álbumes anteriores miré hacia atrás, investigué tópicos como la inquisición y me inspiré en lo orgánico de la naturaleza. Ahora existe una reflexión sobre cómo estamos ligados a la máquina y al animal, por eso es un disco acompañado de una historia de ciencia ficción”, explica.

Camila nos relata la vida de una niña cyborg criada por perras, mientras vemos cómo el mundo mapuche también se hace parte de esta fantasía, este futuro donde ya no hay naturaleza pero sí hay fuegos secretos y portales dimensionales. “Siempre me han gustado las historias de los niños ferales, niños criados por perros o gallinas y la idea de que la cultura puede moldearte, sin olvidar la posibilidad de librarnos de eso”.

Una experiencia distinta a las placas pasadas porque “se desprejuicia más que los anteriores con respecto al pop y los sonidos urbanos, pero manteniendo su centro en la oscuridad y en las ganas de experimentar, de llegar a nuevos e insospechados lugares. Es el primer disco verdaderamente conceptual de mi carrera”, anticipa la artista, que fue capaz de engrosar su imaginario con canciones que son verdaderas escenas sonoras sobre tópicos como el placer, la maternidad, la desobediencia, la oscuridad y la revolución.