Por Teany Cortés Lizama.

Crucifixión (The Crucifixion, 2017) es una película dirigida por Xavier Gens, producida en el Reino Unido, aunque sus locaciones y actores son en su mayoría rumanos, pues es este es el escenario del argumento central. La elección de Rumania – la tierra de los vampiros, como la llama un personaje de la película- no es un capricho del género. El film está basado en un hecho real ocurrido en Tanacu, una localidad de la Rumania rural. En el año 2005, una monja de 23 años murió producto de un proceso de exorcismo en manos de un sacerdote joven y cuatro hermanas de su congregación. Los cinco implicados fueron juzgados sin apoyo alguno de la iglesia ortodoxa rumana. Finalmente fueron encarcelados durante siete años por provocar la muerte de esta mujer, diagnosticada con esquizofrenia.

La película, sin embargo, no concentra el argumento en esta historia, a pesar que tiene todos los elementos para funcionar como relato de terror. Distanciándose del evento real, la narración comienza con el funeral de la hermana Adelina Marinescu (Ada Lupu), que ha muerto, según sus cercanos, producto de posesiones demoníacas, y según la jerarquía eclesial y los médicos, en consecuencia de un proceso de exorcismo negligente con su condición de paciente esquizofrénica. Es a este funeral donde llega Nicole Rawlins (Sophie Cookson), una periodista de Nueva York, escéptica y rabiosamente alejada de la fe desde la muerte de su madre. Su misión es escribir un reportaje sobre las condiciones en que murió la hermana Adelina, a partir de la búsqueda de pistas, entrevistas con sus cercanos, y el conocimiento de la realidad local. Se encuentra con un contexto profundamente rural, religioso hasta la superstición, en que ella parece ser el único signo de civilización. Con la ayuda de la hermana Vaduva (Brittany Ashworth), amiga de la recién fallecida hermana Adelina, y del padre Antón (Corneliu Ulici), el sacerdote local, se enfrenta poco a poco a ataques demoníacos que son empíricamente reales. Al mismo tiempo, a modo de flashbacks, se cuenta someramente la historia de la desafortunada monja, que también se le aparece como presencia maligna a la periodista. Para luchar con esas presencias, Nicole debe recurrir a su propia y perdida fe.

Es arriesgado y probablemente muy tentador retomar tópicos utilizados y vueltos a utilizar en el cine, sobre todo en el género de terror, que tiene el dudoso beneficio de las bajas expectativas. Rumanía, escenario de Drácula y otros tantos relatos, el exorcismo como procedimiento que permea el límite entre psicología, ciencia y fe, el escepticismo férreo removido por la fuerza de las creencias, son temas del que se ha hecho uso y abuso en el cine de lo sobrenatural. La re utilización de los tópicos no es un recurso negativo en principio, pero se vuelve innecesaria cuando no propone nada nuevo. Eso es exactamente lo que ocurre con “La crucifixión”. Con escenas y una línea argumentativa que recuerdan de manera pobre a “Stigmata” (1999) -incluyendo un amago de romance con un sacerdote objetivamente sexy- y a “El exorcismo de Emily Rose” (2005), pone todo el acento en la estética medieval del campo rumano, a niveles ridículos y le deja el terror a los interiores oscuros, y a una infinidad de screamer perfectamente predecibles.

Uno de los aciertos del filme, si es que no el único, es la elección de los hermosos exteriores y la recuperación de la arquitectura propia de las locaciones, así como las imágenes religiosas ortodoxas. Si bien, es un acierto de la dirección de fotografía, son elementos que existen y que trascienden su aparición en la cinta. De la misma manera, la existencia de un correlato real, con una documentación periodística, jurídica y cultural que le acompañan, le daba muchas posibilidades a esta película. En uno de los diálogos se habla de la pobreza de las instituciones de salud rumanas, lo que provocaba que los campesinos y los menos educados buscaran ayuda para sus enfermedades en la iglesia. También se menciona al voleo la efervescencia religiosa en la región desde la caída del comunismo. Y también está el breve relato de la culpa sexual femenina, tan ligada a la histeria victoriana y a la posesión demoníaca en las épocas medievales. Cualquiera de esos temas, bien trabajados, y sin la necesidad de cambiar lo sustancial del argumento, podría haber dignificado un caso real y triste, así como el género del terror actual, cuya importancia y complejidad pareciera sostenerse únicamente, hoy por hoy, en Guillermo del Toro.