Artista invitada: Zencilla.
25 de Noviembre 2023.

Por Amaranta Cartes.
Fotografías por Tamara Urrutia.

Roberto Musso se dirige al público del Teatro Caupolicán para relatar la historia de cómo llegó a conformarse El Cuarteto de Nos, la banda que encabeza. Con una parsimonia y un humor muy uruguayo, cuenta que con el guitarrista, Gustavo “Topo” Antuña, se conocieron en la fila de una farmacia. Al comienzo, la historia suena verosímil, pero pronto se convierte en el absurdo transcurrir de encuentros con todo el resto de integrantes de la banda cumpliendo distintas funciones dentro de la farmacia, como atender la caja o recibir recetas. De esta manera presenta a todos los integrantes del cuarteto y sus complementos -porque cuatro no son- y finaliza explicando que es así cómo El Cuarteto terminó siendo una banda terapéutica. Y claro que lo es. Terapia de risa, espacio de reflexión acerca de nuestras atroces rutinas, energía que obliga a saltar, melodías alegres que dan ganas de cantar a todo pulmón, letras que nos enrostran nuestras mejores y más oscuras cualidades como humanidad latinoamericana.

La sesión del 25 de noviembre, comenzó con la presentación de Zencilla, nombre artístico de Fernanda Ormazábal, una joven rapera de Valparaíso que tuvo la oportunidad de cumplir un sueño presentándose por primera vez en un recinto tan importante como el Caupolicán, con una recepción de parte del público que muy probablemente no esperaba. Cada canción que interpretaba era aplaudida a rabiar, así como sus palabras sobre la importancia de la organización colectiva, la escena artística porteña o sus visiones sobre la vida. Presentó algunos de sus sencillos como “Velos”, “Calidez” y “Sensitivo”, canciones que el público acompañó con palmas y gritos de aprobación, que llevaron, incluso, a solicitar un encore al final de su presentación, algo que no suele ocurrir con un telonero. Su alegría desbordante contagió a la audiencia y dejó el camino asfaltado de entusiasmo para recibir a la banda principal.

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“Aquí estoy, esperando que cambie el mundo”, fueron las palabras que abrieron el concierto a las nueve en punto. La sesión de terapia empezaba con “Flan”, canción que hace referencia a los malos líderes, a los demagogos con poder y a la falta de un lugar donde ocultarse de tanta publicidad idiotizante. “El hijo de Hernández” desató pronto la locura del público y le sucedieron dos de los sencillos más aclamados: “Ya no sé qué hacer conmigo” y “Lo malo de ser bueno”. Aunque es muy cierto que estos uruguayos se caracterizan por una nula capacidad de síntesis en sus canciones, repletas de palabras grandes y enredadas, que aún así logran armonizar y rimar y que entran a empujones en versos veloces, el público no se quedó atrás y cantó cada una de las canciones como trabalenguas musicales que hacen trabajar el cuerpo y la mente.

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Musso agradeció por primera vez para recordar la promesa de volver a Chile hecha el año anterior. Y es que Roberto, “Santi” Tavella, “Alvin” Pintos, Marrero y “Topo” Antuña, cumplen con venir bastante seguido. Habiendo pasado por festivales, teatros pequeños y por entrevistas en radio y televisión, cuentan con una popularidad que sorprende por su bajo perfil. No digamos que suenan mucho en la radio. Sin embargo, en este paso por la capital, lograron repletar dos veces un coliseo como el Caupolicán, con un absoluto sold out. ¿Quiénes son los fanáticos de estos oriundos de Montevideo? Gente diversa, de todas las edades, de preadolescentes a boomers, treintañeros por cientos, parejas de lo más tradicionales, algunos pelos pintados y algunos señores y señoras que se ven tan señoriales como los mismos integrantes de la banda, con sus camisas y anteojos que resaltan la ñoñeza de su escasa vanidad. Y claro, son músicos eximios, de creatividad infinita y de un humor que pocas bandas latinoamericanas poseen. Exaltan la rareza y la excentricidad de cada uno, en canciones como “Frankenstein posmo”, “Roscharch” o “No llora”, esta última, acompañada en la noche de San Diego por las luces de los celulares que igualaron la emotividad que la canción transmite en su lírica.

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El show, por supuesto, contó con la visita de la gran variedad de personajes a los que dan vida las canciones de esta agrupación. No solo están Hernández y Frankenstein, sino que también llegaron a escenario otros tan queridos como el Dr. Hermes, Mario Neta, Miguel y, hacia el final, obviamente, Benito y Damián. Aunque faltó Roberto, cada una de estas canciones fue gozada sin pudor por cada asistente. Algunos infelices, como Mario que se levanta a las 7 am para vivir una rutina de exceso de trabajo y deudas, al igual que Miguel. Otros ofreciendo fiestas exclusivas para ascender socialmente, como el caso de Hermes o Damián que invita a la casa, pero no se logra llegar ante las vicisitudes del camino. O Cathy, la computadora con la que el vocalista se queda solo en el escenario para realizar un increíble contrapunto en el que intenta argumentar en décimas por qué la máquina no es mejor que el hombre, pero recibe respuestas bastante acertadas por parte de su contrincante. Para Benito, por otro lado, la cosa se puso amenazante, luego de que la banda regresara por más, Musso subió al escenario con un pasamontañas para enrostrar a todos los acosadores o bullies de los más débiles que la vida da vueltas y que, en su universo, no hay espacio para ellos, pero sí para los “raros”. Preguntó al público por su grado de acuerdo con las afirmaciones de que todos somos medio raros, porfiados, bipolares, andamos por la vida como zombies, aunque sea sábado nos gustan los jueves y “¡aunque nos inviten a lo de Hermes no vamos porque la fiesta estuvo acá!”.

Hacia el final, quedó más que claro de dónde proviene el arrastre y la masividad de su fanaticada: es la energía de lo distinto, la terapia de encontrarse con lo diverso y saberse acompañado. Saber que desde la pequeña República Oriental del Uruguay hay un grupo de inadaptados que escriben para los demás inadaptados sin afán de resaltar, pero sin poder evitarlo. Critican al poder y al sistema que oprime riéndose también de sí mismos, reconocidos como parte de la máquina que nos maneja a todos. ¿Cómo no va a ser sano asistir a este tipo de terapia? Se agradece en momentos de crisis en que circulan por todos lados ideas macabras que, por una noche, alguien nos diga que todo va a estar mal, pero que, irónicamente, eso está bien.

Setlist:
Flan
El hijo de Hernández
Ya no sé qué hacer conmigo
Lo malo de ser bueno
Anónimo
Enamorado tuyo
Chivo expiatorio
Frankenstein posmo
Fiesta en lo del Dr. Hermes
Mario Neta
Maldito show
El cinturón gris
Contrapunto para humano y computadora
Roscharch
No llora
Hombre con alas
Miguel gritar
Invierno del 92
Encore
Buen día Benito
Yendo a la casa de Damián

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