Por Francisco Bañados.

Antes de cumplirse un mes de su muerte, el icónico guitarrista inglés Jeff Beck (24 de junio de 1944 – 10 de enero de 2023) ha obtenido un inesperado reconocimiento póstumo: Patient Nº9, el último disco de Ozzy Osbourne, donde grabó las guitarras del tema del mismo nombre, acaba de ganar el Grammy a mejor álbum de rock del año. Premio que por mérito propio ganó en ocho oportunidades y al que estuvo entre los nominados en otras nueve. Probablemente no serán muchos los que se enteren de esta participación estelar, como tampoco fueron demasiados los que supieron en 1990 de su rol clave en el primer solista de Jon Bon Jovi, Blaze of Glory; ni de su responsabilidad en descubrir a Rod Stewart y convertirlo en un rock star en 1968; ni de la relevancia que ha tenido durante los últimos 60 años, al aportar como ningún otro al desarrollo y exploración de la guitarra eléctrica.

Jeff Beck fue un modelo a seguir para muchos que vieron en el rock and roll algo más que una explosión de emociones básicas y un vehículo para el éxito comercial. En efecto, a pesar de haber remplazado a Eric Clapton en The Yardbirds en 1965, y de haberle dejado el puesto en la misma banda a su amigo Jimmy Page, Beck eligió un camino muy diferente para sí mismo: el de rehuir cualquier zona de confort y no quedar atrapado en la trampa del éxito.

Ya desde su primer disco Beck Ola (1968) junto a Rod Stewart y Ron Wood, pareció buscar alejarse conscientemente de las luces que encandilaron a sus pares, siempre en busca de nuevos sonidos, intentando conquistar territorios inexplorados. No fue fácil al principio, como el mismo confesara, tiempo atrás: “Todos tienen una idea errónea de la década de 1960. En realidad fue un periodo muy frustrante en mi vida. El equipo electrónico no estaba a la altura de los sonidos que tenía en mi cabeza”.

Llegaron los 70’s y con ellos nuevas posibilidades para la experimentación en el campo de la fusión jazz rock. En Blow by Blow (1975) y Wired (1976) perfeccionó su técnica de tocar sin uñeta, solo sus dedos sobre las cuerdas, utilizando el trémolo y el movimiento de las perillas de tono y volumen en búsqueda como herramientas de expresión musical. Continuó haciendo camino al andar durante los 80’s, coqueteando con el pop, el heavy metal, e incluso dando espacio al mainstream, de la mano de su amigo Rod Stewart, para grabar el último hit de su carrera, «People Get Ready» (1985). Si bien se alejó un tiempo de los escenarios a causa del tinnitus que lo aquejaba, se dio el tiempo para colaboraciones en estudio.

En las últimas décadas, Jeff Beck supo mantener su estatus de leyenda rodeándose de músicos de renombre, pero también abriendo puertas a nuevos talentos, como la joven australiana Tal Wilnkenfeld, bajista prodigio que en 2008, con solo 22 años, se sumó a su banda. Resulta sobrecogedor ver en videos de Youtube cómo el viejo Jeff se detiene a disfrutar sus solos de bajo, aplaudiéndola como un fan más, dando muestra de esa humildad que solo tienen los grandes.

El tiempo parecía no haber pasado por él, pues a sus 78 años seguía girando, con la misma figura que en los 60’s, mucho más activo y vigente que sus legendarios y acaudalados pares, Clapton y Page. Pero una sorpresiva meningitis bacterial puso fin a su viaje. No es una exageración o una hipérbole decir que nos dejó el mayor guitarrista de la historia del Rock. Ni Clapton, ni Hendrix, ni Page: JEFF BECK, el innovador, el maestro, el que jamás se quedó quieto.