Por Paulo Domic

Nuestros titanes de la música progresiva y fusión, que hace dos años celebraron en el Caupolicán su medio siglo de vida, este 2021 cumplen una nueva boda de oro. Su primer álbum, “El Congreso”, que conjuga mágicamente el rock psicodélico con los aires de la Nueva Canción Chilena, ya cumple cinco décadas y tuvimos la exclusiva de conversar sobre este trabajo con uno de sus protagonistas: el baterista Sergio “Tilo” González.

A través de nuestra charla, pudimos conocer detalles muy interesantes sobre su primera experiencia discográfica. Momentos de un pasado en el que las cosas se hacían de forma tan distinta. En un contexto de un país muy diferente y bastante ingrato también con las agrupaciones musicales que nacían fuera de Santiago.

Los invitamos a que conozcan la historia de un álbum clásico de la música chilena, desde la voz de uno de sus más talentosos exponentes.

Congreso en 1969

¿Cómo fueron tus primeros pasos musicales?

Yo recuerdo ya estar tocando música a los 11 años. En esa época, tocaba Calipsos, Chachachá, ritmos que se tocaban en esos tiempos. Y ya entrando en la adolescencia me fui acercando al rock. Entramos a esa era de la psicodelia, de los grupos que sonaban afuera.

¿En qué momento comienza a ser relevante para ustedes poner una raíz más latinoamericana a sus motivaciones más rockeras? ¿Qué los motiva a sumar instrumentos acústicos y de viento?

Por el año 67 ó 68, no fue algo que se nos haya ocurrido. Nosotros como generación tuvimos la suerte de estar en un momento de mucha actividad cultural y de reflexión de quiénes éramos como latinoamericanos. Entonces comenzaron movimientos muy fuertes en toda América Latina de mirarse hacia adentro. Además, estaba el contexto político de la época. “Yankee go home” estaba escrito en todos los muros. Había una necesidad de escuchar la música de nuestra raíz. Y así fue como empezó a sonar en las calles, en las plazas. Toda Latinoamérica comenzó a tener esta ebullición por rescatar las raíces propias, en la música y en todo. Por eso nunca nos arrogamos el haber creado esa mezcla. Estaba en el aire. Algunos no la vieron y siguieron haciendo rock en inglés. Pero algunos sentimos ese mestizaje como lo más natural del mundo. Nosotros éramos uno jóvenes tocando felices y que nos dimos cuenta de que todo esto que estaba pasando paralelo al rock también era muy lindo.  Así aparecieron los charangos, las quenas, los bombos legüeros. Y ahí cambiamos de Los Masters a Congreso.

¿Cómo consiguen la oportunidad de grabar el primer disco por un sello tan importante como Emi Odeón?

Nosotros estábamos en Quilpué, desde donde salía una vez al día un bus a Santiago. Si no llegabas, tenías que esperar hasta el otro día. En Viña del Mar, estaba el Sello Pleno. Nosotros como Los Masters éramos los músicos de sesión que grabábamos la música de los cantantes de ese sello. Entonces pensamos que, si ya estábamos en un sello, pero local, debíamos apuntar más arriba. Entonces fuimos como cualquier ciudadano a Santiago, a la EMI, a dejar una cinta. Así se hacía antes, la verdad. Sobre todo, los que estábamos fuera de la capital.

¿Y qué les respondieron desde la EMI?

En esa época teníamos otro cantante. Y nos respondieron “el grupo sí, el cantante no”. Y eso nos complicó mucho porque siempre hemos tenido muy desarrollado el valor de la amistad y la lealtad. Pero no había otra forma. No lo remplazamos, pero grabamos para la EMI varios singles instrumentales. En ese tiempo era usual grabar música instrumental. Y un día nos encontramos con Pancho Sazo, que estaba en el grupo Los Psicodélicos. Y ahí nace Congreso. Con una mirada de hacer música propia y con textos hechos por nosotros. Y con ese material la EMI realmente enganchó. En ese momento a Jorge Oñate, director artístico del sello, nos puso una sola condición: que grabáramos un cover. Y fue “El Cóndor Pasa”.

¿Y por qué se les ocurrió la idea de ponerle letra a ese clásico instrumental?

Porque con Pancho recién llegado, teníamos que presentarlo en sociedad. Ese single no podía quedar sin su voz. Así que él inventó una letra. En todo caso, por ese mismo tiempo Simon and Garfunkel ya lo había hecho, pero en inglés. Y por eso a la disquera le gustó la idea, ya que en ese tiempo hacer covers era muy habitual.

La canción que abre el disco, “Maestranzas de Noche”, es un poema de Neruda musicalizado por tu hermano Fernando González ¿Le pidieron autorización a nuestro Premio Nobel para grabarlo?

Yo no estuve en esa conversación, pero recuerdo que el sello hizo todas las gestiones para que funcionara y se juntaron con él. En esos tiempos con él vivo, era muy raro grabar algo de él sin su autorización. Un poeta demasiado reconocido, un astro. A nosotros se nos ocurrió y el sello hizo el resto.

 

¿Qué inspiró ese primer disco?

Nosotros partimos como Congreso en 1969, así que entre que comenzamos y entramos a grabar, tuvimos un año y medio para hacer las canciones. En este tiempo, las cosas pasaban de forma distinta. Iban caminando solas. No es como ahora que un productor viene y te dice que “vamos a hacer esto de esta forma”. El espíritu de ese disco es el mismo que tenemos ahora. El de hacer las canciones y de sentirnos necesitados de compartirlas. Sin apuro. Había sí ansiedad por grabarlo, muchas ganas de ir a Santiago a grabarlo.

¿Y cómo fue ese proceso de grabación?

Recuerdo que tuve que conseguirme en platillos y tambores en Santiago, porque los que yo tenía no sonaban tan bien como para grabar un disco. Lo grabamos en el estudio de EMI Odeón, que estaba en la calle San Antonio. Por ese entonces, los discos se grababan en un solo día. Felices todos y de vuelta para la casa. No había tiempo para mezclar. Terminaba el día y ya tenías un disco bajo el brazo.

Ese primer disco fue una transición desde la psicodelia, a la fusión latinoamericana. Es el único disco donde hay más referencias al rock, ya que veníamos desde ahí.

¿Y cómo fue la recepción del público?

A inicios de los 70, el disc jockey Ricardo García tocó “Maestranza de Noche” en la radio. Y no podíamos creerlo. Él era un personaje ya muy respetado, que después fundó el sello Alerce. Y nosotros sin tener contacto alguno con él, nos dimos cuenta de que se interesó por nuestra música. Y así empezamos a sentirnos artistas de verdad. Nos sorprendió mucho que en las radios de Santiago tocaran la música de estos chicos de Quilpué.

Sergio «Tilo» González

¿Y de que forma llegaba la retroalimentación del público? ¿Cómo sabían si a la gente le gustaba o no?

La radio era uno de los termómetros. Si seguías sonando ahí, era porque la gente te estaba aceptando. Y luego, en los conciertos en vivo. Para los que no lo sepan, en esos tiempos los recitales eran los domingos a las 11 de la mañana. Y empezamos a venir más a Santiago a tocar. Veníamos al Teatro Astor, al Marconi, a la Biblioteca Nacional. Y era toda una odisea, porque como no teníamos muchos recursos, teníamos que salir en ese único bus que salía a Santiago desde Quilpué temprano en la mañana, y llegábamos justo a tocar.

¿Qué aprendieron de esa primera experiencia grabando un disco?

Era tan natural ir a grabar algo que había nacido tan espontáneamente. Y de forma tan distinta como se hace ahora. Tocando todos juntos a la vez. ¡Maravilloso! No estábamos preocupados de cómo hacer mejor las cosas. Estábamos sólo pensando en dar lo más que podíamos cada uno. Y eso fue algo que mantuvimos y que hasta ahora intentamos cultivar. No pensamos tanto en cómo hacer las cosas de mejor forma. Y es que en ese entonces no sabíamos nada. Llegábamos y nos sentábamos quietecitos hasta que te ponían los micrófonos. Y ahí no hacías ningún comentario, ninguna exigencia. Los ingenieros del estudio eran dioses. Los ingenieros con cotonas blancas, los técnicos con sus cotonas cafés. Eran como científicos. Ponían los micrófonos incluso midiendo las distancias de dónde debían colocarse.

¿Fue difícil que tus hermanos fueran abandonando la banda, habiéndola fundado con ellos?

Las cosas que nos suceden como músicos y como persona, van pasando naturalmente. A nadie hemos echado. Quienes se han ido, es porque sienten necesidad de transitar otros caminos, nuevas formas de ver la música.  Y aquellos que han llegado, son nuevos hermanos que se unen sin afán de remplazarlos. Hemos tenido grandes músicos en la banda y nadie toca como el que se fue. A excepción de Jaime Vivanco que lamentable y prematuramente falleció, todos quienes han partido ha sido por circunstancias de la vida.

Vinilo de «El Congreso»

“El Congreso” es uno de los discos más codiciados por los coleccionistas. De hecho, ese vinilo puede llegar a costar hasta $1000 dólares cada uno. ¿Han pensado en reeditarlo?

¡Con decirte que ni yo tengo ese disco! Sí, en este tiempo de pandemia hemos tenido tiempo de pensar muchas cosas. Y sí, está la idea de reeditarlo. E incluso otras cosas, como el “Pájaros de Arcilla”, que nunca se editó en Chile y que grabamos en Buenos Aires. El problema es que no tenemos los masters, sino ya lo habríamos hecho. Y esas negociaciones son las que demoran.

¿Tienen pensado hacer alguna celebración de los 50 años de este disco?

Sí, se viene. Y es necesario, porque son los hitos que uno va a marcando. Le vamos a hacer una fiesta. Y seguro tocaremos con mis hermanos, con la formación original.

Congreso 2021