Banda invitada: Guerrilla Splinter.
20 de mayo 2025.
Por Carlos Barahona.
Fotografías por Marcelo González.
La historia del Pueblo Vasco es también la historia de una lucha tenaz por la autodeterminación y el reconocimiento identitario frente a los embates de un estado que, desde el siglo XX en adelante, ha buscado borrar su diferencia. El franquismo prohibió el euskera, clausuró escuelas comunitarias (ikastolas), persiguió a escritores y músicos, y ejecutó a cientos de militantes que soñaban con una Euskadi libre. A pesar de la llegada de la democracia tras la muerte de Franco, la represión continuó con nuevos rostros: judicialización, censura, violencia policial y una política penitenciaria inhumana que dispersó a los presos políticos por toda España, aislándolos de sus comunidades. La identidad vasca, sin embargo, resistió desde abajo, desde los márgenes, desde la lengua, el muralismo, los fanzines y, sobre todo, desde la música.
En los años 80, con una juventud vasca golpeada por el desempleo, la represión policial, la censura y el abandono estatal, emerge el Rock Radical Vasco (RRV) como un grito colectivo. Este movimiento no solo canalizó la rabia social y política: ofreció también una nueva estética, una red afectiva, una ética de resistencia que unió punk, ska, reggae y hardcore con denuncia y militancia. Bandas como La Polla Records, Eskorbuto, Hertzainak y Kortatu marcaron una época. Fue en este último grupo donde irrumpió la figura de Fermín Muguruza, que desde entonces no ha dejado de transformar la música en arma, en puente, en archivo vivo de luchas.
Muguruza ha transitado diversas etapas: de los riffs cortantes de Kortatu al rap incendiario de Negu Gorriak, y de ahí a su carrera solista, marcada por la fusión de ritmos globales, el cine, los cómics y una convicción política inquebrantable. Su arte lo ha llevado a tender lazos con las resistencias de Palestina, del Sáhara Occidental, del Kurdistán, del Caribe negro, de América Latina. En ese mapa de afectos y trincheras, Chile ocupa un lugar especial: no solo por los vínculos con el movimiento estudiantil, el estallido social y el pueblo mapuche, sino también por el espejo que encuentra entre la defensa lingüística del euskera y la reivindicación territorial del Wallmapu. En ambos casos, el colonialismo interno ha querido borrar la diferencia: y en ambos casos, esa diferencia se ha vuelto canción, consigna y bandera.
Anoche, el Teatro Cariola fue mucho más que un escenario: fue un espacio de encuentro intergeneracional, de comunión política y afectiva, de energía desbordada. Las butacas habían sido retiradas del salón principal para dejar lugar a un mar de cuerpos que desde temprano se acercaron al recinto de calle San Diego con camisetas de Kortatu, del Club Palestino, del Athletic de Bilbao, kufiyes, ikurriñas – bandera vasca-, kuffiyes – tradicional pañuelo palestino-, lienzos por la libertad de los presos políticos y banderas de Palestina.
La velada comenzó con Guerrilla Splinter, banda local que se ha ganado un lugar en la escena con su estricto ska militante. Su show, corto pero incendiario, fue una sacudida directa a las caderas y a las conciencias. Uno de los momentos más celebrados fue su versión de “Holiday in Cambodia” de los Dead Kennedys, reescrita como “Vacaciones en Santiago”, una mordaz crítica al clasismo, la indiferencia y la turistificación de una ciudad atravesada por la desigualdad. Su set fue recibido con pogos espontáneos y cánticos entre el público que ya anticipaban lo que vendría.
Luego, las luces se apagaron y la multitud rugió. Fermín Muguruza apareció escoltado por una banda impecable —saxos, guitarras, batería, bajo, trikitixa— y sin pausa lanzó “Maputxe”, desatando el primer estallido colectivo. El teatro tembló, literalmente: cientos de personas saltaron al unísono, puño en alto, coreando los versos en euskera como si fueran propios. No importaba el idioma: el mensaje atravesaba la piel.
Siguieron piezas de su vasto repertorio como “Brigadistak Sound System”, con imágenes de brigadistas internacionales en pantalla, “Hitza Har Dezagun” y “FM 99.00 Dub Manifest”, todas recibidas como himnos. A cada canción, el público respondía con pogos, bailes, coros, llanto. Durante “La Línea de Frente”, el Teatro se volvió un coro enérgico y combatiente. La voz de Fermín retumbaba entre los muros del Cariola como un manifiesto vital, más allá del espectáculo. Momentos emotivos hubo toda la noche: el recuerdo de su hermano Iñigo Muguruza, a quien dedicó palabras sinceras palabras. También hubo tiempo para mirar al Chile actual: Muguruza se preguntó “¿Dónde está Julia Chuñil?”, exigiendo verdad y justicia, y también rememoró su concierto en el Estadio Chile durante la campaña por su renombramiento como Estadio Víctor Jara, arrancando ovaciones al público.
El show estuvo plagado de un setlist imborrable. A lo largo de las casi tres horas de concierto, Fermín Muguruza ofreció mucho más que un repaso por su carrera: entregó una clase de historia viva a través de canciones que son archivo, grito y herida abierta. Entre los momentos más intensos y emotivos de la noche estuvieron, sin duda, aquellos en los que el repertorio regresó a las raíces más combativas del Rock Radical Vasco, con temas de sus míticas bandas Kortatu y Negu Gorriak. Cuando comenzó a sonar “Hay algo aquí que va mal”, versión vasca del “Ghost Town” de The Specials, la atmósfera del Cariola se transformó: el ritmo de ska envolvió la sala y fue imposible no ver el eco de los años ochenta tanto en Euskal Herria como en América Latina, cuando la música servía como respuesta directa a los estados policiales. La línea de viento disparaba estallidos de ritmo, mientras el público —saltando sin cesar— coreaba cada palabra como si la hubiese escrito.
El despliegue continuó con “La línea del frente”, donde el mensaje no podía ser más claro: aquí no hay medias tintas. Muguruza arremetió con fuerza, y la audiencia respondió con un pogo frenético, transformando el teatro en un hervidero donde cuerpo y conciencia se activaban al unísono. Las primeras filas eran una ola incansable de saltos, empujones fraternales y sonrisas rebeldes. Luego llegó “Desmond Tutu”, con su mezcla de ska y crítica antirracista. Las imágenes de líderes sudafricanos proyectadas en pantalla se mezclaban con el vaivén del público, que recibía esta lección de dignidad con una ovación sostenida.
Uno de los momentos de mayor carga simbólica fue “Etxerat!”, que resonó como un eco urgente de las demandas por los presos vascos. Pero la consigna trascendía: en el recinto también se habían desplegado lienzos exigiendo la libertad de presos políticos en Chile, entre ellos Francisco Solar y el comandante Ramiro. El estallido llegó con “Zu atrapatu arte”, uno de los himnos más celebrados de Kortatu. Desde los primeros acordes, el público se desbordó en un pogo masivo. No había un solo cuerpo quieto en la pista: los más jóvenes bailaban empapados en sudor, y quienes han seguido a Muguruza por décadas alzaban los puños en alto con lágrimas contenidas. Fue un estallido catártico, una forma de decir que hay memorias que aún duelen, pero también siguen siendo bandera.
De la mano de los temas de Negu Gorriak, el concierto entró en su dimensión más directa y desafiante. Con “Hiri Gerrilaren Dantza” la sala se convirtió en un hervidero de baile y confrontación. El riff incendiario y la percusión trepidante hacían imposible quedarse quieto. La canción, que retrata la lucha callejera, conectó de inmediato con los recuerdos recientes del estallido social chileno, resonando con las experiencias de represión, barricadas y organización popular. Luego llegó “Itxoiten”, y el tono se volvió íntimo. Con las luces más tenues y una interpretación cargada de emoción, Muguruza hizo una pausa para hablar del poder de la espera activa, de la esperanza como resistencia. Con los primeros acordes de “B.S.O.”, el bombardeo visual de medios manipuladores acompañó una interpretación contundente que el público recibió con gritos de rechazo al aparato comunicacional dominante. Era imposible no vincularlo con el cerco mediático que históricamente ha operado tanto en España como en Chile.
Uno de los momentos más poderosos del tramo final fue sin duda “Gora Herria”. Aquí Muguruza volvió al núcleo de su militancia: el pueblo, el territorio, la dignidad. Pero su “herria” no era solo Euskal Herria, sino también el Wallmapu, las poblaciones marginalizadas de Santiago, las comunidades negras de Estados Unidos, los pueblos palestinos. Fue una despedida momentánea —pues el público no quería que terminara— en la que se condensó toda una ética de vida: la de no callar nunca, no rendirse jamás y seguir cantando aunque duela. El clímax llegó con “Sarri Sarri”, cuando invitó al escenario a la actriz Itziar Ituño —Lisboa en La Casa de Papel—, para interpretarla con una intensidad desbordante. La audiencia estalló: se desató un pogo masivo y se alzaron las banderas de Palestina y el Wallmapu. Se vivió como un canto colectivo por la libertad, por los fugados, por los que aún resisten tras las rejas.
Ya cerrando la jornada, tras casi tres horas de entrega total, el público seguía de pie, pidiendo más. Fermín se despidió como siempre lo ha hecho: sin hacer concesiones. Llamando a nombrar al enemigo, a levantar la voz, a organizarse. El antifascismo no es una moda, es una necesidad urgente en tiempos donde lo ético y lo humano parecen estar retrocediendo a pasos agigantados. Ante el avance de la ultraderecha, la normalización de discursos de odio y la criminalización de la protesta social, la música de Muguruza es un refugio, pero también una trinchera. En medio de la nostalgia, la rabia, el baile y la memoria, volver a encontrarse con compañeras y compañeros de mil batallas —algunas ganadas, muchas otras aún por librar— es, sin duda, un bálsamo para el corazón.
Setlist:
Maputxe (intro)
Urrun
Eguraldi Lainotsua Hiriburuan
Hay algo aquí que va mal (Kortatu)
Balazalak
La linea del frente (Kortatu)
Berlin – Ulrike Meinhof
In-komunikazioa
Desmond Tutu (Kortatu)
Newroz
Big Beñat
Azoka Eguna
Euskal Herria Jamaika Clash
A La Calle (Kortatu)
La familia Iskariote (Kortatu)
Bizitza zein laburra den
Nicaragua sandinista (Kortatu)
Black Is Beltza
After-boltxebike (Kortatu)
Hiri gerrilaren dantza (Negu Gorriak)
Bidasoa fundamentalista
B.S.O. (Negu Gorriak)
Itxoiten (Negu Gorriak)
«54-46 was my number» (Toots & The Maytals)
Etxerat! (Kortatu)
Zu atrapatu arte (Kortatu)
Kolore bizia (Negu Gorriak)
Radio Rahim (Negu Gorriak)
Dub Manifest
Internazionala
Errespetua (Negu Gorriak)
El Último Ska De Manolo Rastamán (Kortatu)
Encore:
Yalah, Yalah, Ramallah!
Gora Herria (Negu Gorriak)
Sarri, Sarri (Kortatu)
>>> REVISA NUESTRA RESEÑA FOTOGRÁFICA PINCHANDO EN ESTE TEXTO <<<