Fernando Milagros y la presentación de su nuevo disco: Milagros sin sorpresas
Matucana 100, 30 de mayo 2017.

Por Teany Cortés.
Fotografías por Rocío Briones.

“Qué bueno que hayan venido a escuchar las canciones nuevas”. Sobre el escenario del teatro principal de Matucana 100, Fernando Milagros fue un hombre de pocas palabras y pocos gestos. Toda la concentración de la que era capaz, la noche del martes 30 de mayo, quedaba puesta en el instrumento que estaba entre sus manos- el cuatro, la guitarra eléctrica o electroacústica- y en la letra que interpretaba. Así, la interacción con el público fue cosa de unos pocos momentos y el contacto entre los músicos sobre el escenario casi nulo. Las luces, a veces enceguecedoras, iluminaban hacia el público con mucha potencia y dejaban a los intérpretes en penumbras. El único iluminado y protagonista, finalmente, era él: Fernando Milagros y las canciones de su nuevo disco, que no por nada se llama, precisamente, Milagros.

Lo meramente musical fue el gran y único punto del espectáculo. Tanto el arreglo de las canciones para el formato escenario como la elección de la lista de temas -que consistió en las doce canciones del nuevo disco más seis de los singles más populares de Milagros, como “Reina Japonesa” y “Carnaval” – otorgaron la atmósfera que el escenario, carente de cualquier elemento que no fueran los instrumentos sumado al poco dinamismo de los intérpretes, no había logrado crear. Y es que hay que decir que los músicos que acompañaban a Fernando Milagros se limitaron a cumplir su papel. No hubo desplazamientos por el escenario, que se hacía enorme frente a esa inmovilidad ni sostuvieron guiño alguno con el público. No fueron presentados ellos, ni tampoco los tres músicos invitados a acompañar con voces y bronces. El escenario solo fue completado con la carátula del disco en la segunda parte del concierto y si bien, las luces buscaban aminorar ese efecto de vacío, su uso se volvía, a ratos, molesto.

Ahora bien, el concierto en sí mismo, se compuso, de manera inteligente, de cuatro momentos bien definidos por los sonidos que agrupaban. El primer momento, introductorio, empezó con temas más bien suaves, donde el cuatro venezolano, la guitarra electroacústica, y la percusión, lograron hacer entrar al público en el sonido de manera tranquila, sin grandes presentaciones ni apariciones abruptas. Esta sección del concierto empezó con “Abrí” y acabó con el último tema del nuevo disco «Sí siempre», balada romántica, que según Milagros, estuvo a punto de quedar fuera del álbum. La tranquilidad primera fue lentamente subiendo de tono por intermedio del single «La playa», los sonidos bailables de «Reina japonesa» y el pop declarado que se tomó el escenario. En «Querido enemigo», tema del nuevo disco en que el intérprete se atreve con ritmos más cercanos a la nueva pachanga chilena, Milagros invitó a algunos amigos a sumarse a la escena y la fiesta se apoderó del teatro. El público vio y tomó la oportunidad para ponerse de pie y bailar, aunque el espacio del teatro no invitaba a ello. Finalmente, el sonido repetido y saturado del final de “La bomba» sumado a la oscuridad total del recinto, dieron fin a este segundo capítulo del concierto.

En un gesto de audacia único en este espectáculo, Fernando Milagros apareció en medio del público, sin interactuar con él, al encenderse las luces. Solo, desconectado, sin más arma que el cuatro venezolano entre la manos y tras declarar que «las canciones son de quien las ama», interpretó de manera impecable, respetuosa y sin pretensión alguna la «Tonada de luna llena» de Simón Díaz. Si el concierto funcionó como un organismo con sus partes bien conectadas, este momento, inauguró sin duda alguna, lo que fue el corazón. De vuelta en el escenario, “Abuelo” y “Nahual” bajaron el tono del concierto y nos reconectaron con las raíces indias y americanas que Milagros busca en sus discos anteriores, de manera intensa y sentimental. Terminado este momento, la tensión emotiva se quebró y la escena vibró con cinco canciones del nuevo disco: “Todo lo que sé”, “Pedir Robar Pedir”, “Marcha de las cadenas”, “Aurora” y “Nube Blanca”, además del single “Otra vida”. Volvieron las guitarras eléctricas, la batería y el uso y abuso de sintetizadores.

El concierto funcionó perfecto, correcto, como un reloj. Sin embargo, fue definitivamente un espectáculo para seguidores de Fernando Milagros, pues el músico no hizo ningún gesto para acercarse a su público, más que interpretar de manera preciosa, tal como lo hace en sus discos, sus temas. Sin sorpresas, el evento reflejó de esta manera, un poco, lo que podemos encontrar en el nuevo disco: las mismas influencias sincerísimas y sin maquillaje del folk norteamericano, del folclore latinoamericano, del rock and roll y del pop. Quizás este último género, con el que ya había jugado bastante en el álbum Nuevo sol, sea el predominante en esta entrega, en desmedro del folk de San Sebastián. Eso, y las varias colaboraciones con las que cuenta, pero que se ven opacadas por el estilo insistente de Milagros, son los elementos distintivos de este disco. Aun así, sin novedades en el álbum, y menos aún en el concierto, Fernando Milagros cumple.

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