Por: Omar Saldias.

 

Durante el 2015 tuvimos una gran cantidad de festivales, bajo mi punto de vista todos importantes para la música chilena. Una oportunidad para que pequeñas bandas se muestren a un gran público, y que sirve como trampolín para una difícil industria, donde darse a escuchar es a veces una cuestión más que solo talento.

En este sentido, vivir la celebración de los 10 años de Onaciu en La Cúpula del Parque O’Higgins fue a todas luces un gran momento. Por ese escenario pasaron, con una gran producción, bandas que nos sorprendieron durante años, y como sus propios fundadores dicen “desde que partimos estábamos convencidos de que la música chilena es importante para la construcción de nuestra cultura e identidad”, se notó en el escenario.

La fiesta que se armó con la celebración de los 15 años del mítico Bar El Clan fue otro punto alto en la presentación de bandas chilenas. Siendo este uno de los bastiones de la música chilena y de la nueva música en general, por su escenario se ha podido escuchar propuestas tan diversas como el experimental sonido de “Como Asesinar a Felipes” y a la explosiva Camila Moreno.

Lo de Jorge González en el Movistar Arena, aunque tal vez no entra en la categoría de “festival”, para mí lo fue. Un recital que quedará por largo tiempo en el corazón de las personas que estuvieron y colaboraron.

Pulsar 2015 no dejó indiferente a nadie, desde críticas por la acústica entre stands o la poca presencia de sellos independientes, lo cierto es que para mí como para muchos de los que asistimos fue un gran momento. Un festín de música chilena, con tres escenarios y para todos los gustos.

El recién pasado W Festival en el Estadio Bicentenario de La Florida también dejó entrever el buen momento del hip-hop chileno, con una excelente organización.

Jardín Stereo, realizado en Viña del Mar, fue un excelente espectáculo desde el lugar elegido hasta la organización. El Sporting de Viña, tal vez no tenga tan buena acústica, pero para un fin de semana musical fue más que un buen lugar.

Lo cierto es que Santiago necesita muchos más festivales, la música chilena los necesita, es la gran oportunidad para saltar esa gran brecha comunicacional y llegar directo con sus propuestas a sus próximos fans.

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