14 de octubre 2025.
Por Sebastián Allende.
Fotografías por Guns N’ Roses.
Hubo un tiempo, a finales de los ochenta y principios de los noventa, en que el rock dominaba por completo los rankings y las radios. Las guitarras estridentes y las voces desgarradas eran sinónimo de peligro y descontrol. En ese universo, una banda era considerada la más peligrosa que había pisado la Tierra. Desde Los Ángeles, California, Guns N’ Roses —formada por Axl Rose, Izzy Stradlin, Slash, Duff McKagan y Steven Adler— sacudió la escena con una mezcla sonora de hard rock, punk, blues y glam metal. Sus letras crudas y provocadoras, junto a una actitud arrolladora, los llevaron a llenar estadios y vender más de 150 millones de discos en todo el mundo.
Mucho ha pasado desde aquellos años, pero la vigencia, la nostalgia y la pasión por Guns N’ Roses no han disminuido. Este 14 de octubre, el Parque Estadio Nacional se estremeció con los himnos eternos de la banda, que regresó a nuestro país por séptima vez como parte de su tour mundial “Because what you want N’ what you get are two completely different things”.
Desde temprano, miles de fanáticos llegaron al recinto. Muchos vestían poleras desgastadas, camisas a cuadros, chaquetas de cuero y pañuelos que evocaban los años dorados del hard rock. El ambiente respiraba rock and roll. Distintas generaciones se unieron para compartir la emoción de ver a Axl Rose, Duff McKagan y Slash de nuevo en un escenario chileno, un acto multigeneracional que ya es sello de estas bandas atemporales.
Tras la apertura de puertas, la banda chilena La Mala Senda encendió los motores a las 19:30 horas con una presentación potente y rockera. Formados en 2008, repasaron lo mejor de su discografía, destacando su primer LP, Bajo el Sol… huellas (2009), el EP El Optimista (2010), su segundo LP, Magia por Dolor (2014) y su más reciente trabajo, el EP Abisal (2019). Su mezcla de rock alternativo y hard rock conectó con el público, que agradeció la propuesta honesta y poderosa de Goto, Jonathan Senesi, Matías Infante y Hans Korn. Canciones como “Máscara”, “Desaparecer”, “Arcano”, “Vívelo” y “Alicia” dejaron a más de uno coreando y con ganas de más.
Cuando el eco de esas guitarras aún flotaba en el aire, el escenario se preparó para recibir a los dueños de la velada. La banda que marcó generaciones con su estilo crudo y visceral irrumpió como un huracán de nostalgia y potencia. Con el primer acorde de “Welcome to the Jungle”, el estadio estalló. Ver a Axl correr por el escenario, a Duff firme en el bajo y a Slash deslizarse por su guitarra como una extensión de su cuerpo, fue como viajar a los ochenta. Pero en un parpadeo, uno se da cuenta de que está ante una leyenda viva, parte de nuestra madurez sonora y de la historia de la música.
Desde el primer compás, quedó claro que cada tema era parte de una historia. La nostalgia fue protagonista, encarnada en los propios asistentes: padres con hijos, amigos de toda la vida y parejas que se conocieron al ritmo de estas canciones. Todos unidos por una banda que, pese al paso del tiempo, sigue siendo un símbolo de rebeldía, pasión y autenticidad. El concierto regaló joyas del influyente álbum Appetite for Destruction, como “Mr. Brownstone”, “It’s So Easy” y “Rocket Queen”, junto a piezas más recientes como “Chinese Democracy”, “Better” y “Absurd”. La sincronía entre lo clásico y lo nuevo fue impecable, gracias a un sonido sólido y una banda compenetrada, con Richard Fortus en la guitarra rítmica, Isaac Carpenter en la batería y la dupla de teclados conformada por Dizzy Reed y Melissa Reese.
Es cierto que la voz de Axl Rose ya no es la de antes, marcada por los excesos y el paso del tiempo. Sin embargo, lo compensa con entrega, energía y una conexión con el público que no se negocia. Porque más allá de la técnica, lo que se vivió fue una celebración del rock en su estado más puro. La emoción alcanzó su punto más alto con “Don’t Cry” y “Knockin’ on Heaven’s Door”, donde miles de voces formaron un coro masivo. También hubo espacio para rendir homenaje a sus influencias: “Sabbath Bloody Sabbath”, dedicada a Ozzy Osbourne, y “New Rose”, cantada por Duff, mostrando sus raíces punk.
“Civil War” dio paso al lucimiento del guitar hero por excelencia: Slash. Su solo fue la antesala perfecta para “Sweet Child o’ Mine”, que desató la euforia colectiva. Luego vino una versión apoteósica de “November Rain”, con Axl al piano y miles de almas viajando en el tiempo, recordando amores, pérdidas y tardes con audífonos.
El cierre fue glorioso: “Street of Dreams”, “Madagascar”, “Nightrain” y, por supuesto, “Paradise City”, que convirtió el estadio en una fiesta total. Saltos, abrazos y una sensación compartida de haber vivido algo irrepetible. Guns N’ Roses fue la primera banda que a muchos les abrió la puerta al mundo del rock, un mundo que ayer los tenía, disfrutando con pasión. Se les pueden criticar muchas cosas, especialmente a Axl, pero hay algo que no se puede negar: estas canciones no son simples temas; son himnos, son memoria viva y son portales que nos enseñan que el rock sigue latiendo. Nos demuestran que la nostalgia puede ser hermosa y que hay emociones que solo se pueden gritar con una guitarra al hombro y el corazón en la mano.
Setlist:
Welcome to the Jungle
Bad Obsession
Mr. Brownstone
Chinese Democracy
Better
It’s So Easy
Pretty Tied Up
Shadow of Your Love
Estranged
Live and Let Die
Yesterdays
You Could Be Mine
Absurd
Sabbath Bloody Sabbath
Rocket Queen
Don’t Cry
Knockin’ on Heaven’s Door
New Rose
Wichita Lineman
This I Love
Civil War
Slash Guitar Solo
Sweet Child o’ Mine
November Rain
Street of Dreams
Madagascar
Nightrain
Paradise City