24 de octubre 2025.
Por Ricardo Olivero.
Fotografía por Joselyn Heyden.
A finales de los ochenta y principios de los años noventa, el hardcore comenzaba a vivir su segunda gran oleada con una gran popularidad, incorporando elementos más densos en su estructura como la inclusión del metal en su sonido. Esto conservaba el sello distintivo característico del género, pero sumaba a su performance una línea más agresiva, tanto en lo musical como en lo lírico. Lamentablemente, esta nueva oleada, que en un comienzo brindó frescura al hardcore, empezó a encasillarse con las mismas temáticas, propuestas estéticas y sonidos, hasta que, dentro del mismo movimiento, apareció un grupo en Cleveland, Ohio, que no sonaba como nadie más y que cambió las reglas del juego para siempre. El grupo se llamaba Integrity y detrás de ese nombre había una visión particular: hacer del hardcore algo más que un estallido de velocidad y furia. Su idea era envolverlo en una atmósfera de caos, misticismo y fatalismo apocalíptico.
En un tiempo en que la mayoría de las bandas hablaban de resistencia, familia, lealtad y unión, Integrity hablaba del fin del mundo, del conflicto interior, del pecado y la redención. Sus primeros cuatro discos — Those Who Fear Tomorrow, Systems Overload, Humanity Is the Devil y Seasons in the Size of Days — marcaron la diferencia en la escena hardcore. No solo definieron el sonido de Victory Records, el mítico sello que los editó por primera vez y que en sus filas también contaba con bandas que fueron antorchas de innovación como Earth Crisis o Strife, sino que también moldearon todo un subgénero: ese híbrido entre el hardcore y el metal que después se conocería como “metalcore”, pero desde el toque particular de la banda, el autodenominado “Holy Terror Hardcore”, que luego tendría adeptos y suscriptores alrededor de todo el planeta.
Lo de Integrity era algo nuevo. Tomaban la urgencia del hardcore y la cruzaban con la densidad del metal clásico, el filo del thrash y una lírica espiritual y violenta. No era solo música rápida, era un manifiesto oscuro que transformó completamente el mapa del underground. Y es por eso, más de tres décadas después, que la llegada de la banda por primera vez a Chile no era un simple concierto: era la materialización de una leyenda que parecía inalcanzable. El ambiente antes del show ya se sentía cargado. En el aire flotaba esa mezcla de ansiedad y respeto que se reserva para aquellas bandas únicas y legendarias, pero con un matiz: Integrity nunca fue una banda de estadios. Su influencia se construyó en sótanos, en recintos pequeños donde la distancia entre público y escenario desaparece, y lo que vivimos la noche del viernes tuvo mucho que ver con eso.
La esperada e histórica cita en el Teatro Parque Cousiño, indudablemente, tenía que tener un aperitivo nacional a la espera de la bestia oscura del hardcore, y los escogidos para hacer los honores fueron las bandas locales Así caen los tiranos y Hollow Humanity. Los primeros, oriundos de la quinta región, nos entregaron un show agresivo y enérgico, para despabilar tempranamente a los asistentes ya presentes en el teatro. Su estilo, que si bien incorpora elementos actuales dentro del hardcore como el beatdown, también contiene la esencia de la vieja escuela con matices dentro del metalcore y el punk, y con toques metalizados o géneros afines que se mezclan con un mensaje claro y potente de justicia social, ética y compromiso. Su trabajo Venganza de 2023 es una muestra implacable de un hardcore metal que combina muy bien los ritmos acelerados con los quiebres pesados y un cuerpo musical potente y brutal. Una banda recomendable de la escena nacional que no pueden dejar pasar.
Temas como “Alma negra”, “Ciudades en ruinas” o “Justicia” empezaron a mover al respetable que ya hacía ingreso. Su propuesta autodefinida como “Hatred hardcore” sin duda los perfila como una de las nuevas bandas interesantes del circuito, dando un show con una gran entrega física y musical, que dejó más que prendidos los motores del respetable. Luego fue el turno de Hollow Humanity, banda que practica un heavy hardcore con una marcada ética vegana y de liberación humana y animal, que nos brindó un show durísimo. Si bien con líricas en inglés y un sonido más moderno, calzaba con la pesadez del evento, dejando en claro su bandera de lucha y entrega musical, que motivó a más de un asistente ninja hardcore a incorporar los primeros movimientos de karate en el pit, encendiendo los ánimos esperando el plato final. La banda cuenta con varios trabajos, destacándose el lanzamiento de su último sencillo “Impairment//Transgression”, el cual es una buena muestra de su estado actual y del por qué deben ponerle oreja a la nueva camada de exponentes del hardcore metal nacional.
Es importante decir que quizás varios esperaban teloneros más afines al plato de fondo o de la vieja guardia del hardcore, pero la verdad es que la inclusión de bandas más nuevas como parte del cartel, ayudó a la concurrencia de un público más joven al show, aportando al necesario recambio generacional, que no siempre tenemos el placer de ver en las tocatas de los viejos estandartes, anotándose un punto en lograr volver a llevar al hardcore en su esencia más pura: el de todas las edades.
Pero bueno, se nos venía el show principal, y para hablar de Integrity hay que hablar de Dwid Hellion, el único miembro original que ha sobrevivido a todas las etapas y que se mantiene como la figura central de la banda. En vivo, no solo canta; actúa como un predicador apocalíptico. Sus gestos son controlados, su voz raspa el aire con una autoridad que no necesita presentación, y es el responsable de todo el concepto detrás de la banda, el cual siempre cuenta con músicos que lo acompañan con precisión quirúrgica: guitarras filosas, baterías que golpean como martillos, y un sonido que suena tan actual como lo fue en su prime en los años noventa.
Cuando sonaron los primeros acordes de “Vocal Test” (que tal como lo dice el tema, es como una intro para calentar motores) y prosiguió el bajo característico de “Hollow”, ambas de su indiscutiblemente álbum más destacado, Humanity is the Devil, se desató la locura en el teatro y comenzó a la vieja usanza, el voladero de cuerpos al ritmo del hardcore oscuro de Integrity. La banda no se puso creativa en su primera visita y sabía que la gente estaba sedienta de clásicos, y clásicos fue lo que nos entregaron: “Sarin” del álbum Seasons in the Size of Days, “Incarnate 365” y “Systems Overload” o “Taste My Sin” del álbum To Die For, hicieron que el recinto se convirtiera en un coro de gritos y un mosh colectivo donde no hay espectadores: solo participantes y creyentes del terror sagrado.
Hubo espacio para temas como “Hymn for the Children of the Black Flame” de su trabajo del 2017 Howling, for the Nigthmare Shall Consume, que muestra la evolución musical y estética de la banda, aún más oscura y con sonidos tomados del black metal o el D-beat con su sello personal, reafirmando que las modas nunca han sido lo suyo y que el camino trazado es particular y sin espacios para concesiones. Momentos emotivos fueron las interpretaciones desgarradoras de himnos como “Abraxas Annihilation” y “Those Who Fear Tomorrow”, que muestran el lado más denso y oscuro de la banda que hizo del hardcore otra cosa hasta lo conocido en ese momento.
Su cierre no podía ser de otra manera. Primero con un guiño a la organización del evento, interpretando un himno del Straight Edge como es “Straight Revenge” de Project X cantada desenfrenadamente por todo el público, para luego dar una muestra de humildad y reconocimiento a quienes pavimentaron el camino de la oscuridad y el hardcore punk antes que ellos, interpretando “Hybrid Moments” de los icónicos The Misfits, banda que un par de décadas antes, también creaba un subgénero que marcaría una pauta en quienes buscaban innovar dentro de la escena underground. Recordar que el último trabajo de Integrity All Death is Mine: Total Domination, es un álbum que contiene covers que van desde Ozzy Osbourne hasta los japoneses G.I.S.M, demostrando con orgullo las influencias directas de la banda en la construcción de su sonido.
Ver a Integrity en 2025 no es lo mismo que en los noventa. Ya no es solo un grupo de jóvenes furiosos: es una institución que ha sabido mantener su identidad sin caer en la caricatura. En el escenario, lo que Hellion propone no es solo música, sino un rito: una invocación a ese espíritu del hardcore más extremo, ese que se niega a envejecer. A lo largo del show hubo momentos de pura violencia sonora, pero también pausas. Pasajes lentos, cargados de ruido, casi industriales, que recuerdan que el caos también puede ser hipnótico. Esos silencios breves entre los temas no son descanso, sino respiraciones contenidas antes de que el vendaval vuelva a caer. La audiencia chilena, que durante años esperó esta visita, supo responder con sudor, empujones y una sensación de catarsis compartida que pocos géneros logran reproducir con tanta autenticidad.
El show de esta noche no solo marcará la primera vez de Integrity en Chile, sino también la confirmación de que algunas bandas no pierden filo con el tiempo. Solo lo afilan más. Lo suyo no es nostalgia; es persistencia. Una demostración de que, cuando la música nace del fuego interior, puede arder por décadas sin apagarse. Lo que pasó fue de culto y uno de los mejores shows de hardcore que ha pisado Santiago.
Setlist:
Vocal Test
Hollow
Psychological Warfare
Sarin
Hymn for the Children of the Black Flame
Taste My Sin
Incarnate 365
Abraxas Annihilation
Systems Overload
Rise
Judgement Day
Micha: Those Who Fear Tomorrow
Jagged Visions of True Destiny
Harder They Fall
Straigth Edge revenge (Cover Project X)
Hybrid Moments (Cover The Misfits)
