La noche en que Anita Tijoux me enamoró: Boleros, Tonadas y desamores en el Teatro Ictus
23 de septiembre 2016.

Por Nicolás Morán.
Fotografía extraída del facebook de Roja y Negro: https://www.facebook.com/rojaynegro/

¿Cómo partir esta nota? Mientras caminaba por Lastarria en dirección a mi departamento, trataba de terminar de entender lo que acabo de ver. Por un lado, tengo un problema con las cosas que me sacan de lo común. Las amo o las odio. No existen intermedios. Trato de evitarlos.

Cómo espectador, necesito que algo me remueva el alma. Quiero que aunque el espectáculo sea horrible, me den ganas de decir que estuvo horrible. No existe algo más decepcionante que un show que no logre calarme hasta los huesos. Ya sea para bien o para mal. Todo lo que pasó en ese escenario fue estupendo. Desde el ambiente hasta las canciones, pasando por la sencillez de los artistas.

Cuando hablamos de la gran Anita Tijoux, lo primero que se nos puede venir a la mente es makiza, hip hop, rap, MC, hasta “El Reemplazante” te aceptaría en primera instancia, pero poder asociarla a Valses, tangos, tonadas y boleros creo que ha sido una experiencia muy enriquecedora y única. Un gusto que disfruté las casi tres horas que duró. En el teatro Ictus, ubicado en Merced 349 -pleno centro- se vivió un concierto que venía cocinándose desde principios de año. “Roja y Negro, canciones de amor y desamor”, fue el nombre del proyecto a cargo de Tijoux y los músicos de jazz nacional, Raimundo Santander y Ramiro Durán. Quiénes debo agregar, son unos maestros y músicos de un nivel que llega a dar envidia.

Un verdadero lujo y placer tanto la arquitectura como la acústica de Ictus. Ya que le dio ese ambiente íntimo a un concierto destacado desde muchos ángulos. Partiendo por una puesta en escena increíble y que logró infinidad de aplausos, la infraestructura fue un toque de clase. El recital se dividió en dos partes. Primero David Eidelstein , más conocido como el Rulo, con una duración de 40 minutos aprox. Y luego Roja y Negro, que tocaron 1 hora y media.

«A cargo de abrir el espectáculo, Raimundo Santander nos dio unas palabras donde explicó con mucho humor cómo se conoció con “Rulo», y cómo se inició la amistad entre ellos. El bajista llegó presentando su nuevo trabajo. “Vendaval», que juro ante los dioses que voy a comprar; al punto de que no veo la hora de que esté en PortalDisc. Por lejos, una forma buenísima de empezar el show. Sus melodías armónicas y unas letras que dejan esa sensación de que el desamor está a la vuelta de la esquina, en conjunto a Alexa Torres -estupenda como violinista- y David Mancilla, en el cajón, hicieron de la experiencia algo aún más potente.

Admito que no iba con altas expectativas, porque aunque gozo de su actuación en Los Tetas, yo iba por Tijoux. Agradezco enormemente el haberme equivocado. De hecho, la musicalización basada en el poema “El río» fue simplemente perfecto y sus otras canciones también son muy buenas. Entre tonadas, boleros y una cueca los 40 minutos se me pasaron volando.

Luego de eso vino un breve interludio, hasta que se apagaron las luces y en medio del escenario, salió un hombre medio oculto a leer un manifiesto sobre la conducta humana en el amor y en el desamor. Desde la sociedad y liquidez actual -Bauman sonríe- hasta cómo idealizamos a otros. Cuando ya estábamos al borde de la depresión y de sufrir por amor con opción de cortarme las venas, salió Ana Tijoux en un despampanante vestido rojo, con el pelo tomado y tacones. Desde el primer momento, hubo un silencio y una ansiedad que se podía palpar.

Obviamente que su calidad vocal quedó patente en esta ocasión. Una fuerza que desgarraba cuando la canción lo requería y un amor por la música y lo que significa para todos el tener un amor no correspondido. Pasó por canciones inéditas y que no han sonado en ningún lado hasta su versión de “Amiga”, de Los Prisioneros (que debo decir que quedó estupenda), también la canción en un francés perfecto “Ne te quitte pas» del cantautor belga, Jacques Brel dedicada a sus padres, fue el momento emotivo de la noche.

Para cerrar la velada, Ana tocó “Calaveritas”, su single que compuso en conjunto al mexicano Celso Piña y abre la nueva ruta que está tomando la carrera de la artista. Todo terminó entre risas de los músicos y el tema interpretado por los 2 grupos. Puedo vivir un día más sabiendo que la música chilena tiene este nivel de producción y creación. Es más, me atrevo a decir que es el mejor recital al que he ido este año. Así que si tienen la oportunidad de asistir a una obra o concierto en el Teatro Ictus, no sean palurdos, asistan. Y si por casualidad, pueden ver a estos monstruos de la música, en su faceta de valses y tonadas, por favor vayan. No se arrepentirán de ese lujito.