Por Jorge Fernández.

Las canciones ya eran un hecho cuando la batería quedó desolada por primera vez. Dave Grohl soltó las baquetas luego de la muerte de Kurt Cobain. Eran inútil seguir con ello, pero la música no podía morir también. La pérdida de un amigo y compañero de banda en el pináculo debió ser devastador. Si la cosa es por partida doble en menos de tres décadas las palabras faltan y la tristeza inunda. Taylor Hawkins acababa de cumplir el medio siglo de vida. Ni su carrera comenzaba ni estaba por terminar. Estaba en su cenit. Era el único de la banda que podía eclipsar por momentos la figura de Dave Grohl. O equiparársele, porque aquí no había apropiación indebida ni resquemores. El momento se daba para cada uno en los momentos pertinentes.

Melena larga, lisa, desaliñada, con ese pelo rubio, pertrechado por largas horas bajo el sol, encima de una tabla, sobre la espuma de las olas cubierto por un traje de hule, con una sonrisa característica y un histrionismo único. Ahora que Taylor está muerto se pueden recordar mil momentos de su exitosa carrera. Es cosa de echar un vistazo al largo historial de conciertos de Foo Fighters o a los singulares videos donde perpetuó un rol protagónico gracias a su increíble desplante escénico. Sin embargo, siempre hay hechos, situaciones, vivencias que cada quien vive y atesora como el mejor recuerdo, lo haya vivido desde cerca o desde el comentario de alguien a quien se le mira con cierta envidia porque tuvo la oportunidad de experimentar algo que parecía tan imposible, como la cosa más sencilla. Y así sin más, como doblando la esquina de la pequeña localidad en la que siempre has vivido.

Recordar a alguien que muere es siempre un acto de nostalgia pura. Los pasajes aparecen cuando cierras los ojos. Cuando los abres y piensas que despiertas de una pesadilla y te das cuenta que el trago amargo permanece en tu garganta anudada, la melancolía se mantiene y las letras aparecen entre lágrimas, entre esa sensación incómoda que te obliga a escribir con el pesar en tu cuerpo, con la desolación en el alma. Por eso aquí no están los momentos estelares ni los rimbombantes. Aquí están esos puntos inquebrantables, los recuerdos certeros que llegaron cuando la noticia inundó los medios y las redes sociales, cuando esta pluma se dio cuenta que no era capaz de quedarse callada ante tan terrible noticia.

Venga Conmigo

Los mágicos noventas dejaron registro de ese primer regalo musical. Corría el año 1996 y los programas nacionales de televisión traían a la creme de la creme del talento mundial. Aquel día un grupo de personas se sentaban entre el público para disfrutar de un programa de tinte familiar. José Alfredo Fuentes presentaba a la canadiense Alanis Morisette quien para la jornada interpretó “Ironic”. La visita también incluyó un concierto en el Teatro Caupolicán.

Los datos curiosos nacen así. Algún fanático nacional, algún periodista musical que gusta de rastrear dio con el detalle y publicó el añejo video varios años después: formando parte de la banda, a cargo de la gruesa batería estaba el gran Taylor Hawkins antes de que Grohl se lo llevará de los pelos para chasconearse juntos en Foo Fighters.

Cambio de batería

No es que a Dave Grohl se le hubiesen acabado las baterías. Pero ese instrumento debía descansar después de la trágica situación vivida. El problema no era solo abandonar las baquetas, sino que lo más terrible era la presión del integrante que ocupara ese lugar porque el frontman estaba considerado como uno de los más talentosos a nivel mundial. Esa tortura fue la que vivió William Goldsmith quien formó parte de la banda durante los primeros años. Dave no quedó contento con la batería y regrabó todo el segundo disco. lo que sentenció la salida definitiva de Goldsmith de la banda. En esas circunstancias llegó Taylor. Se internó en la boca del lobo y salió cubierto de pecado, de un pecado de rock pesado, de talento, de respeto recíproco y de una amistad de años que el maldito destino acaba de destruir sin miramientos.

La batería esta vez no se agotó. La batería murió, desapareció de este mundo tangible y el dolor es lo único que queda dando vueltas.

Punta de Lobos

No de lobos solitarios en estepas áridas sino de lobos marinos en un paraíso terrenal de la sexta región para todo ser humano que goce de sortear olas perfectas. Taylor Hawkins era un surfista aficionado y, de vez en vez, se internaba inesperadamente en los lugares que le ofrecieran el mejor vínculo con el mar. La conversación de fogata, la del pub, la del conventilleo común dice que Fulanito estaba pasando el rato en algún local del sector cuando se ve sorprendido de que el integrante de Foo Fighters esté sobre el escenario cantando covers de bandas clásicas a rabiar. Mengano dice que se le cayó el vaso justo antes de acercarse al escenario para disfrutar de esa velada que, de lo común y corriente del mundo ordinario, se transformaría en una de las mejores noches de su vida. Zutano, oriundo de Pichilemu, acostumbrado a las visitas de elite mundial, no solo lo disfrutó, sino que también compartió un after en algún lugar que no quiere especificar. Perengano, al que nunca quieren invitar, diría que la banda de covers de Hawkings Chevy Metal tocaría en Pichilemu de manera estelar. Hasta en Talca incluso, en un poco rockero concierto, pero es mejor el tú a tú de unos pocos que el ello alejado y realista de esa información final.

Pista Nacional

Ese espacio del complejo ñuñoíno donde se hacen comúnmente deportes fue el lugar donde Foo Fighters se dejó caer en una de las tantas cimas de su carrera. Antes y después un Lollapalooza, pero ese 2015 fue un recital único, pues estaban solos con sus fanáticos y lo brindaron todo sobre los escenarios. Así, en plural, porque hubo un momento en que Dave Grohl quedó solo tocando un par de canciones en versión acústica. Luego de ello, atravesó una pasarela rodeada de fanáticos. Al final de esta, desde las profundidades, emergió el resto de la banda. ¿La diferencia? La batería estaba dispuesta para Grohl, mientras que el micrófono estaría a cargo de Taylor Hawkings. Alice Cooper, Van Halen, Cheap Trick y Queen y, tal vez la más apropiada que podía haber de Rollings Stones para que el recuerdo se haga concreto una vez más. Entre medio de esos pesos pesados los acordes de “Miss You” ahora duelen más que nunca.

Las canciones son imperecederas. La batería vuelve a quedar desolada. No era el momento ni el lugar para soltar las baquetas, pero así no más fue y en la mente y en el recuerdo de cada quien, quedará una melena al viento, un, a ratos frontman histriónico y alegre, y uno de los mejores bateristas de todos los tiempos que nos deja a muy temprana edad.

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