Lollapalooza Chile 2019, día 1: en la variedad está el gusto
29 de marzo.

Por Francisca Neira.
Fotografías por Francisco Aguilar / Felipe Morales / Lotus Producciones.

Con absoluta independencia del gusto personal respecto del cartel que cada año se nos ofrece, es innegable que Lollapalooza Chile es, hoy por hoy, el festival musical más importante que se lleva a cabo dentro del territorio nacional. No es solo la enorme cantidad de artistas que visitan este terruño en estas fechas, ni la importancia en ventas y reproducciones de quienes son elegidos como cabezas de cartel, tampoco la gran convocatoria ni los tres días que desde el año pasado se toman la agenda cultural, y principalmente musical, de los más importantes medios nacionales. La verdad, todas y cada una de la razones mencionadas son, por sí solas, válidas, pero lo cierto es que el alcance simbólico de Lollapalooza es lo que realmente le otorga el peso que tiene en el discurso popular chileno. Todos, o una mayoría realmente considerable, están en conocimiento de que este encuentro musical y de cultura urbana se desarrolla en estos tres días, el tránsito se modifica, el genotipo que recorre el centro capitalino se vuelve más heterogéneo y el transporte público colapsa, a ratos, en horas que no son peak.

Así, tal cual, sucede año tras año. Y este viernes 29 de marzo, en el inicio de la 9º versión del festival no hubo excepciones a dicha tradición. Desde temprano los alrededores del Parque O’Higgins se vieron más concurridos de lo normal y, como era de esperarse, entrar al recinto implicaba transportarse a otra dimensión, dejando de lado la ciudad. Los fuegos de esta versión 2019 de Lolla los abrió el dúo nacional Frank’s White Canvas quienes, con una corta pero intensa trayectoria musical, se subieron a la tarima poco antes de la una de la tarde. Secundadas por dos músicos de apoyo, un bajista y un guitarrista, el sonido de canciones como “Héctor” o “Grey Devenir” logró llenar el mismo espacio que en años anteriores fue ocupado por artistas de la talla de David Byrne, alcanzando la vara sin problemas y convocando, pese a ser la primera banda de la jornada, a un público importante entre los que se contaban fanáticos, que coreaban cada uno de sus temas, y curiosos que apenas entraban al recinto y llegaban atraídos por la potencia de las nacionales.

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Acorde al horario y en otro sector del parque, hizo su aparición el cuarteto Playa Gótica con su seductora mezcla de pop, rock, noise y otros varios sonidos logrando/entregando un sonido particular (denominado por ellos mismos como post pop) que hace bailar, saltar e, incluso, cabecear a todos los presentes. Resultan notables en esta presentación las transiciones que los tres instrumentistas realizan de un ritmo a otro dentro de una misma canción, lo que se complementa a la perfección con el desplante de Fanny Leona, auto denominada “monstruo”, a quien estamos acostumbrados a ver en escenarios más pequeños que permiten la interacción directa con su público, algo que en este caso solo cambió de forma al estar mediado por una reja, pero que no disminuyó en ningún caso la estrecha relación entre ambas partes. Casi al final, una sorpresa: sube Gepe al escenario para acompañar a Fanny en voces y luego a Andrés en la batería, dándole profundidad al sonido estridente con el que terminó uno de los más potentes shows de la jornada.

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Como ya es tradición, el espacio de Movistar Arena alberga la fiesta de Lollapalooza Chile y, en esta versión, fue Drefquila el encargado de inaugurar este sector con lo mejor de su freestyle y música urbana. Desde afuera se podía ver claramente a gran parte del público corriendo al recinto para no perderse ni una nota de la propuesta del chileno que logró un aforo realmente considerable en el único espacio techado del parque. Antes de que el show de Drefquila llegara a término, simultáneamente subieron a sus respectivos escenarios los estadounidenses de Lany y el español Kidd Keo, los primeros promoviendo su indie pop característico y amable y, el segundo, disparando su lírica en una mezcla de trap y hip hop que a tantos mueve por estos días.

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A eso de las tres de la tarde (¡recién!) dos grandes nacionales de alta convocatoria, cada uno en su estilo, compartieron horario: Bronko Yotte, por una parte, dejó fluir su hip hop elegante, suave y bailable en el que fue acompañado, en distintos momentos, por Franz Mesko, Ceaese, Gepe y Jona Sánchez, aportes que dieron pie a sonidos más jazzeros y cadenciosos en los que, además, se hizo gala de una instrumentación impecable; Francisca Valenzuela, por otra parte, colmó el escenario principal de grandes éxitos merecidamente radiales que fueron coreados uno tras otro por un público atento, agradecido y realmente compenetrado con la artista que, como es su costumbre, presentó un show de primer nivel acompañada de bailarines y recorriendo el escenario de un lugar a otro.

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Una de las grandes atracciones de Lollapalooza es, en todas sus versiones, la gran cantidad de escenarios que funcionan simultáneamente. En el caso chileno, el Lotus Stage es, probablemente, el que posee el más lindo entorno de todo el festival. En medio de un cerco de árboles, con un pasto crecido y, de alguna manera, oculto de la vorágine que acontece en el resto del lugar, fue el entorno perfecto para la presentación de Amanitas, banda compuesta solo por mujeres que derrocha dulzura, virtuosismo e identidad en su música, lo que plasman en sutiles coros y melodías que fueron seguidos por un público que lo que no tuvo de masivo lo tuvo de fiel. El paso de Amanitas por Lolla Chile no es gratuito ya que por estos días es una de las agrupaciones con mayor proyección de la escena nacional y, con toda razón, si la ambientación que logran es capaz de transportar a cualquiera al mundo particular que ellas han creado. Sin lugar a dudas, uno de los sonidos recomendables a ciegas de esta jornada.

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En la siguiente franja horaria se sucedieron, en distintas partes del recinto, músicos como Gryffin, Clairo y Green Valley, además de Ángel Parra y Los Retornados que subieron al tablado frente a un público más bien reducido en un escenario que, de buenas a primeras, no pareciera el más ad hoc a su trabajo: Kidzapalooza. En todo caso, la baja cantidad de asistentes a ese número, uno de gran calidad por cierto, puede haberse debido a que en el mismo momento se presentaba en otro lugar Los Tres, banda de origen del guitarrista y que dejó fluir una seguidilla de grandes éxitos que ya son parte del cancionero popular nacional. En la misma línea y en el mismo escenario, unos momentos después se presentó Vicentico, una carta segura cuando de presentarse ante un público heterogéneo se trata y que, a sabiendas del contexto que implica un festival de esta envergadura, armó su playlist considerando canciones de su repertorio solista así como varios clásicos de su mega banda Los Fabulosos Cadillacs. ¿El resultado? Todos felices cantando en la explanada del O’Higgins.

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Entre ambas presentaciones sudamericanas, uno de los números más esperados de la jornada salió a escena: Snow Patrol. El rock suave de los originarios del Reino Unido llamó la atención de miles de fans y de curiosos que, primero tímidos y luego relajados, llevaban el ritmo de las canciones con los pies mientras reservaban una buena ubicación para ver a la banda considerada “revelación” de este festival. Sí, porque unos minutos después de Snow Patrol subió al tablado Greta Van Fleet, quienes llegaron después de presentarse anoche a tablero vuelto en el Teatro Caupolicán y que lograron ser la primera agrupación de esta versión de Lollapalooza Chile en generan tanta expectativa y alcanzar la grandilocuencia de festivales de rock pasados en los que el público frente a la tarima se puede denominar masivo y se encuentra presto a reaccionar efusivamente ante la performance parafernálica del cuarteto que rescata no solo los sonidos, sino la mística, de las grandes bandas de antaño.

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Nuestra siguiente parada fue en la presentación de Lenny Kravitz, esperadísima después de 14 años de espera para que volviera a nuestras tierras. Lamentablemente, algunos problemas técnicos obligaron a detener el show por alrededor de 30 minutos después de la segunda canción, malestar que quedó en el olvido cuando la plana completa de músicos (incluída Gail Ann Dorsey, famosa por ser la bajista de la última banda de David Bowie) volvió al escenario y desplegó una de las mejores presentaciones que se recuerden en el festival: Kravitz hizo gala no solo de un sonido y ejecución musical impecables, sino que además se mostró cercano al público, bajando de la tarima, abrazando a la intérprete de señas y sintiéndose cómodo en medio del Parque O’Higgins.

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Al mismo tiempo, dos números totalmente diferentes sonaban en otros escenarios: Paulo Londra, el argentino éxito en reproducciones en streaming, desenvolvía su trap bailable y coreable frente a una audiencia amplia que seguía animosa sus canciones tanto como sus discursos intercalados entre canción y canción. Nada del otro mundo, la verdad. Por otra parte, en otro lugar, la Tokyo Ska Paradise Orchestra armaba una verdadera fiesta en medio de los árboles al ritmo de los bronces y la guitarra acelerada que los caracteriza, derrochando felicidad e interactuando, siempre en español, con un público que les seguía el juego en todo momento. Un verdadero lujo de presentación.

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Y así, entre altos y bajos, el primer día llegaba a su fin. Los dos números programados para el cierre de esta jornada dieron el ancho sin ningún problema: en un Movistar Arena con su aforo completo los belgas Dimitri Vegas & Like Mike desplegaron sus sonidos electrónicos y bailables, sutiles a ratos, haciendo bailar a todos quienes repletaron el recinto que cada año se vuelve más pequeño para la cantidad de gente que hace de Lollapalooza una fiesta. Casi al mismo tiempo sobre el escenario principal comenzó la presentación de Kendrick Lamar, con algún desfase respecto de la programación inicial, que estuvo estructurada en torno a sus grandes éxitos y al recorrido de sus últimos tres discos, causando la devoción de quienes esperaron, pacientemente, su show.

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Nuevamente Lollapalooza Chile, en su novena versión esta vez, cumple las expectativas de sus seguidores y asiduos, nos presenta un parrilla musical variada en la que se agradece el equilibrio entre estilos y novedades así como la presencia de músicos nacionales que muchas veces se mueven solo en los circuitos de bares y recintos pequeños por lo que ésta se transforma en una buena oportunidad de probar con otros públicos y en otra magnitud. De todas formas, no hay cómo cerrar esta nota de manera tan tajante, pues pese a la gran cantidad de bandas y solistas incluidos (más todos los que quedaron fuera ante la simultaneidad de las presentaciones), no se puede olvidar que acá se refleja solo la primera de las tres jornadas que viviremos este año. Al terminar el día, eso sí, no podemos esperar a mañana.

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