Por Francisca Neira.
El fin de semana pasado, entre el 7 y 10 de diciembre, se desarrolló la 19° versión del Festival Internacional de Cine y Documental Musical, In-Edit, que nuevamente trajo a algunas de las salas culturales de la capital una selección de las más renombradas producciones audiovisuales relacionadas con la música de los últimos meses.
En ese contexto, la exhibición de Mutiny in Heaven: The Birthday Party, fue uno de los puntos esperados por el público nacional del que una buena parte es seguidora acérrima de la carrera de Nick Cave, uno de los protagonistas de la cinta. Porque The Birthday Party fue la primera banda del australiano, formada en su adolescencia y previa a la mítica The Bad Seeds que le siguió y con la que hasta el día de hoy publica discos y se monta en giras como la que en 2018 lo trajo por última vez al escenario del Teatro Caupolicán.
Pero si hay algo que el documentalista Ian White deja claro en su producción, es que la banda formada por ex compañeros de colegio, The Boys Next Door en un comienzo, fue mucho más que la figura de Cave como front man, más bien, fue la conjugación afortunada y distorsionada de varias personalidades extremas, distintas, oscuras y sedientas de emociones que les hicieran sentir vivos a través de la música. Aunque de no haber sido la música, podrían haber sido también las drogas o los delitos.
En la cinta se evidencia cómo el primero cuarteto, luego quinteto y vuelta a ser cuarteto, no duró más de cuatro años, intensos eso sí, en los que en los que Nick Cave, Rowland S. Howard, Tracy Pew, Phill Calvert y Mick Harvey pasaron de ser una banda de secundaria que tocaba en los suburbios de Melbourne y que contaba con relativa fama y varios seguidores fieles, a ser un grupo de desconocidos, pobretones y jonkies que vivían hacinados en una pieza londinense sin poder estabilizar su incipiente carrera musical.
Y quizá esa es la cuestión. Sin ánimos de cuestionar la calidad, ni la innovación, ni el arrojo de la música de The Birthday Party en un contexto post punk, da la impresión de que el relato en primera persona de sus integrantes apunta a que el proyecto, en alguna medida, se les fue de las manos y traspasó las barreras del sonido para inmiscuirse sin permiso de nadie en el terreno de la performance. Las imágenes de archivo muestran fragmentos de conciertos oscuros, casi tétricos, grotescos y violentos en los que todos sabían cómo empezaban, pero nadie era capaz de predecir cómo terminarían.
En algún punto del documental Cave y Howard ponen el punto en su interés por la provocación, por romper los cánones y traspasar los límites por lo que constantemente molestaban a su público, llegando a advertirles lo peligroso que podía ser estar en la primera fila de sus shows; pero luego señalan que tal actitud fue abrazada por los fans que llegaban ya no a escucharles y verles, sino directamente a interactuar con la banda, generando un vórtex en el que el quinteto no hacía más que responder a las provocaciones, y muchas veces agresiones, de una audiencia, como diría Welles, con sed de mal.
Videos en los que las referencias eran las pinturas del Bosco, viajes de avión que terminaban en puñetazos a los pilotos, conciertos en los que hasta contorsiones de los músicos eran frecuentes, delitos de diferentes gravedades, gran desarrollo intelectual, talento por montones, drogas, caos y ánimo contestatario son solo algunos de los ingredientes que se pueden encontrar en el menú de la banda australiana que despreció el punk londinense por comercial, que fue incomprendida en Estados Unidos y que solo parecía encontrar algo de entendimiento cada vez que regresaban a su país.
Hoy, quienes sobrevivieron a la vorágine de The Birthday Party siguen en el camino de la música, pero no hay duda de que ver Mutiny in Heaven, recuerda que ese camino no es solo el de lo que se produce con los instrumentos musicales, sino que también es una actitud, una postura frente a la vida, una declaración de principios y una forma de ampliar la visión respecto de la realidad. Salga como salga. Y cueste lo cueste.