Nano Stern en Teatro Nescafé de las artes: La esperanza del Reencuentro
19 de agosto 2021.

Por Manuela Beltrán.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

El retorno a los escenarios de Nano Stern y su banda fue recibido con éxtasis por un público ávido de música en vivo. Las letras sentidas y décimas espinela musicalizadas con guitarras de palo quedaron resonando en una comunión musical vibrante gracias a la prolija interpretación de los músicos Patricio Rojas en el bajo y contrabajo, Alejandro Pino en trompeta y fugelhorn y Cristian Carvacho en percusiones y charango. Canciones antiguas y nuevas, casi todas muy atingente a los sentimientos emanados durante la pandemia y por los aconteceres sociales y políticos de Chile, el concierto tuvo su buena cuota de emocionalidad canalizada en catarsis musical luego de muchos meses sin conciertos presenciales. Destacaron con bellísimo virtuosismo Magdalena Matthey, Elizabet Morris, Claudia Stern y Rodrigo Bobadilla, invitadas e invitado que hicieron notar su cariño y compañerismo por el músico estelar. Es importante destacar el trabajo del Teatro Nescafé de las Artes en la entrada y salida, que estuvieron marcadas por el rigor y la adaptación a la nueva realidad que experimentamos en este temprano retorno a los conciertos presenciales. Dos controles con prolija distancia social, el primero para comprobar el pase de movilidad y el segundo para asociar el asiento a la identidad de cada persona. Un acomodo más lento que en tiempos pretéritos, pero medidas de precaución adecuadas a los tiempos, al fin y al cabo, al igual que los asientos separados uno por medio con cinta amarilla.

El evento comenzó con luces rojas proyectadas en la superficie aterciopelada del telón cerrado en el que se leían las palabras de la décima de bienvenida, cuyo pie forzado contenía la palabra que dio título al concierto: Reencuentro. Cómo uno más entre la audiencia se asomó por el pasillo del teatro, sonando una flauta cual juglar viajero hechizando a la gente, un emocionado Stern más que listo para el anhelando concierto. Tomando su guitarra sobre el escenario comenzó con la canción La vida es un regalo. Con ahínco invitó a cantar y a intensificar el coro a voces del público. “Después de 18 meses podrían ponerle un poquito más de color” bromeaba. El telón por fin se abrió y todo el teatro fue envuelto por los instrumentos en vivo y cuya emoción fue resumida en el mensaje de que la vida es efectivamente un regalo.

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Grandes proyecciones de imágenes lúdicas acompañaron la música a lo largo del concierto. Comenzando por ojos y máscaras en «Ópticas ilusiones», luego se asomó un planeta tierra girando detrás de los músicos mientras pasaban a la canción El comienzo. Esto dio mucha mística de sincronía global en la letra que en su comienzo cantaba “Después de cuatro pandemias, el comienzo nace del final”, una realidad que pareció más vigente que nunca. Aquella instantánea comunión entre los músicos en diálogo musical entre cajón peruano, y trompeta con guitarra fue recibida con enorme ovación. “Este aplauso es para ustedes, intrépidos pioneros de los conciertos” agradeció Nano en reciprocidad por la confianza de la concentración en tiempos pandémicos.

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Tonalidades más melancólicas y menores llegaron con la canción «Azul», luces del mismo color llenaron el espacio. Más compleja y luminosa sonó «Mil 500 vueltas», llevando por distintos terrenos las conmociones complejas de la canción. Nano Stern se hizo un tiempo en antes de empezar «Cuatro vientos», la cual dedicó a su difunta abuela que según comentaba, alcanzó a ver su último concierto antes de que cerraran los teatros. Tener ahora asientos vacíos, trajo a la memoria y al momento presente, el recuerdo de todas las personas que ya no están. El artista saludó así a sus cuatro abuelas y abuelos, a los cuatro ancestros de cada persona en una hermosa metáfora y homenaje a los cuatro vientos y cuatro direcciones que todos compartimos como humanidad.

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En aquella misma línea de amorosa emoción continuó el concierto con la canción «Casualidad», acompañado con las imágenes de una carretera en movimiento, la canción se instaló con aires de viaje y de blues, sobre todo por su cantinesco solo de trompeta al inicio del tema, acompañado de luces rojas y en donde la letra nostálgica acentuó la importancia de los encuentros y reencuentros. Una canción que además actuó como una escapatoria de la realidad de la cuarentena.

Solo nuevamente sobre el escenario, el protagonista del evento interpretó «Nube» con su característica potencia vocal que llenó todo el espacio del teatro. Muchos aplausos sonaron fuertes desquitándose del tiempo que no los sintiera tronar. Más a pesar del largo paréntesis, nuevas canciones aparecieron sobre el escenario. Compuesta a dúo con Magdalena Matthey, ambos artistas lograron describir aquella decisión pandémica que algunas personas experimentaron, en su letra que dice “si todo el mundo se va a encerrar, voy a encerrarme contigo”. Una oda al tiempo aprovechado esta canción llamada «Presente», hermosamente interpretada y compuesta seguramente en la cocina de su casa tomando té y galletas, como confesó el autor al recibir a la invitada.

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La extravagancia se instaló en el escenario con los instrumentos que posteriormente aparecieron. «Tengo que ponerme el ornitorrinco”, bromeó Nano al acomodar el Nyckelharpa, un instrumento que es básicamente, según el mismo aclaró, un violín con teclas y su nombre una contracción entre “nickelodeon con barros jarpa”. Con dicho instrumento entonces sonó «Necesito una canción», para luego dar paso al siguiente invitado Rodrigo Bobadilla que se presentó airoso con la quena en mano. Cristian Carvacho por su parte cambió la batería por el charango y poco a poco se fue sentando entre sus percusiones mientras el repique de las cuerdas andinas se acompañaba con el pie tocando el bombo. Sonido nortino estalló en potencia con la canción «Sonqollay», la que se terminó cantando a múltiples voces estilo canon entre Stern y Bobadilla.

Al comentar sobre el origen quechua de la canción anterior el artista confesó que se siente esperanzado y con alegría de que Chile esté dando pasos hacia reconocer y abrazar las diferentes lenguas que existen en los territorios y que de esta manera se transforme en un país multicultural. Humildemente saludó en mapudungún al público y ante el “chaltumay” vitoreado una asistente mapuche respondió enérgica de vuelta el agradecimiento con su sonaja tradicional cascahuilla. Así mismo la consciente opinión del artista se manifestó en contra del proyecto minero Dominga, enfatizando en el derecho y necesidad de la gente a rebelarnos. Naturalmente esta fue la introducción a la canción «Agua Clara», un tema nuevo inspirado en el elemento que escasea en tierras locales cada vez más desérticas.

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A continuación, el multifacético artista rompió su propio hielo ante el cliché que podría traerle haber escrito un libro durante la pandemia, aprovechó su tarima para presentar y leer un fragmento de Décimas del Estallido, crónica narrada en décimas que abarca desde el 19 de octubre 2019 hasta abril del 2020 (fecha del plebiscito original), ya que no había tenido oportunidad de hacerlo por las restricciones. También recordó lo difícil que es construir sobre las circunstancias en las cuales aún hay víctimas. “Imagínense como sería venir a este concierto y no ver nada” manifestó, y es por lo que la canción «Regalé mis ojos» adquirió un tinte de solidaridad performática al tocarla sin luz alguna, una invitación para escuchar la canción con los ojos cerrados e intentar asimilar el precio que personas como Gustavo Gatica tuvieron que pagar para que los avances sociales de Chile pudieran ser conquistados.

Acercándose ya el final del concierto, a la canción «Festejo de color» entró como invitada Elizabeth Morris y entre bellísimas interpretaciones vocales, se intercalaron además momento en solitario de cada instrumentista, destacando sobre todo la batería y luego el saxo de Ricardo Bobadilla. El inminente toque de queda se olvidó por un rato mientras sonaba fuerte «Carnavalito del ciempiés». Todo el teatro bailando se movió al unísono en una vibración de pura alegría. Ante el aquel primer cierre, y canalizando toda esa energía jolgoriosa, se pasó rápidamente a la interpretación del trío de Magdalena Matthey, Elisabeth Morris y Nano Stern. Un grupo que se ha juntado en diversas ocasiones y que hasta logró durante la pandemia colaborar desde sus confinamientos. Al fin en vivo, pudieron juntarse en un escenario interpretando de manera muy conmovedora la canción «Bandido» de Patricio Manns. Aquel momento de voces femeninas fue aprovechado para hacer un gesto de agradecimiento a las mujeres de su familia y así como les reconoció que “sin ellas yo no estaría aquí”, también invitó a una de ellas al escenario. La canción «Florecer» fue interpretada a dúo con su hermana Claudia Stern.

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La canción «Vapor» tuvo un momento de efervescencia estilística en la interpretación de los instrumentos en clave jazzística. La respuesta armónica del público fue tremendamente apreciada por el vocalista quién exageró en su placer comentando “Esto es el exorcismo del zoom, contagiémonos libremente sin mascarilla en nuestras mentes”. El concierto terminó efusivo citando las palabras del poeta Oscar Hahn en las letras de la canción «El doliente», “Pasarán estos días, como pasan todos los días malos de la vida”. El poema fue coreado por el público y quedó resonando en la sala, como un eco para sobrellevar la pandemia aún latente. La noche santiaguina, la misma que sintió la humedad de la lluvia horas antes y que lucha por no volverse desierto, recibió con mucha esperanza este concierto en carne y hueso, gracias por este reencuentro.

Setlist:
Gran regalo
Ópticas ilusiones
El comienzo
Azul
Mil 500 vueltas
Cuatro vientos
Casualidad
Nube
Presente (con Magdalena Matthey)
Necesito una canción
Sonqollay (con Rodrigo Bobadilla)
Agua Clara
Lectura de décimas
Regalé mis ojos
Festejo de color (con Elizabeth Morris)
Carnavalito del ciempiés

Encore:
Bandido de Patricio Manns (con Ely Morris y Magdalena Matthey)
Florecer (con Claudia Stern)
Vapor
El doliente

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