Primavera Sound 2022, viernes: La bienvenida, calma y tensión
11 de Noviembre 2022.

Por Jaime Farfán.
Fotografías por Francisco Aguilar / Primavera Sound.

Ubicada al centro del escenario, rodeada de visuales espaciales y estrellas de luces led destellando, Victoria Legrand estuvo a un paso de desencadenar la lluvia inminente. Con un cielo cargado de nubes grises, y una suave pero incesante brisa fresca agitando su cabello, la vocalista y líder de Beach House, personificó la calma previa a la tormenta.

Una trenza entre tranquilidad y tensión fue la columna vertebral del viernes en el festival Primavera Sound Santiago, en lo que fue llamada “La Bienvenida”. Era la primera de las tres jornadas principales de la versión local de esta marca barcelonesa, recién llegada a Sudamérica. Una cantidad moderada de asistentes y un lineup acotado, pero cargado de artistas de calidad, permitió un disfrute pausado como precalentamiento para un fin de semana de actividades en el Parque Bicentenario de Cerrillos.

Cerca de la mitad de la tarde brilló la propuesta neo folk de Kevin Kaarl. Este joven cantautor mexicano, concentró su meteórico ascenso en una hora de presentación. Tras iniciar con “Que te vas” y “Siente más”, dos temas del último disco, Paris, Texas, los fans acérrimos comenzaron a amontonarse a los pies del cantante. El resto de los presentes se toma las cosas con relajo, varios grupos y parejas se distendieron a sus anchas por el pasto sintético dispuesto para el evento. Las resonantes trompetas y la guitarra acústica de los hermanos Kaarl, acompañados por Paco Rueda en la batería, entregaron melodías ricas y melancólicas, empapadas de la resequedad y el dolor del norte de México. Con firmes palmas al aire se despidieron con una emocionante versión de “Lucas”, dejando la sensación de una prometedora carrera a futuro.

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A medida se va poniendo frío el ambiente, resultó una idea atractiva acercarse a calentar los músculos, con los ardientes acordes de los héroes nacionales del punk rock, los Fiskales Ad-Hok. Sin necesitar introducción, partieron con estruendosos truenos y una majestuosa ave abriendo sus alas en las pantallas, y desde los duros golpes de batería brotaron los primeros versos de “El cóndor”. La mecha y bencina para la explosión del público, son las mordaces e irreverentes letras de temas como “Palo sin bandera”, escupidas con pasión por el vocalista Álvaro España. El mosh se arma en minutos. Golpeándose el pecho con el puño o saltando a lo largo del escenario, el líder de los Fiskales no dejó de lanzar sus palos a quien corresponda – alguien quiere decirme que es una barra sobria – ironizó, refiriéndose a una de las características del festival que lo convoca.

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Mientras la electricidad de los últimos toques de los Fiskales terminó de dispersarse en el aire, los tonos violetas comenzaron a cubrir el cielo y los telones del Santander Stage. En un acierto de humor y teatralidad, a las 20:50 suena “La gata bajo la lluvia” de Rocío Durcal, tema que los asistentes corean suavemente. Con esa introducción inició la presentación de Beach House, quienes tras dos décadas de carrera y ocho discos se desplegaron como arquitectos experimentados y maestros de su arte, el dream pop.

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En una demostración onírica, donde cada canción se disolvió en la otra con facilidad, el trío compuesto por la vocalista y tecladista Victoria Legrand, Alex Scally como guitarrista, y James Barone en la batería, ahorraron en grandes parafernalias, dándole énfasis a la música. Partieron con “Once Twice Melody”, el encantador sencillo que da nombre al álbum lanzado a principios de este año.

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Nada logró empañar el hechizo de la voz dulce y rasposa de Legrand, escondida entre las densas ondas shoegaze de “Lazuli”. Al intentar desenterrarla de las espesas olas de humo que se arremolinan sobre el escenario, te va suavemente hipnotizando. La voz fue un instrumento acompañante más que protagonista. Y así, como cuesta desenredarla del océano de sonido, también es difícil arrancar una imagen definida del grupo desde las visuales. Sus rostros se confunden en el juego oscilante de luz y sombra de las iluminaciones, que solo hace brillar las lentejuelas de sus trajes negros por instantes.

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En un setlist equilibrado, con la dosis justa de canciones de sus últimos discos y los clásicos, la música va pasando con escasa variación rítmica, aún así, con un amplio dinamismo interno, con subidas progresivas, trepidantes baterías y elocuentes finales. Aunque la banda habló poco, si celebraron la oportunidad de mostrar su show completo tras pasar por varios festivales en versión abreviada, y se entregaron con elegancia en cada uno de los temas. La capacidad de arrastre que ha tenido Beach House desde sus inicios se hace evidente, en la emoción con la que son coreados los temas más antiguos, como “Take Care” y “Space Song”. Es en la densa atmósfera drone de “Over and over” donde la ensoñación finalizó, reafirmando el trío de Baltimore que el buen shoegaze no solo se escucha, sino que se siente con el cuerpo entero, se sacude con la cabeza y se vibra con el corazón.

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Ya cercano el cierre, varios se marcharon, pero para los que tenían ganas de mover el cuerpo, quedaban disponibles dos opciones. Por un lado, John Talabot ya tenía la fiesta armada en el Punto Ticket Stage. El DJ y productor barcelonés no se hizo esperar y montó una pequeña rave, armado con su house punzante y colorido, fácil de bailar, pero desafiante al oído. Y, por otro lado, sobre el reseco pasto del escenario BITS el perreo estaba desatado, gracias a la mano de Grandson DJ y Lizz DJ, pioneras locales del sonido urbano. Con mezclas cargadas de hits y ritmos infecciosos, finalizando la noche, el aire del Parque Bicentenario queda cargado de estática. Veremos en cual de los siguientes dos días se larga la tormenta.

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