Por Nicolás Morán.

A veces olvidamos lo mucho que necesitamos la música. Lo esencial que es escapar un instante del día a día, para poder concentrarnos en lo que realmente importa. Nietzsche ya lo decía: sin música, la vida sería un error, y si consideramos que estamos llenos de errores que se repiten, o de errores nuevos, al menos, intentar acariciar un poco de la fragancia de las notas, es lo que puede terminar por movernos.

En 1964, el mundo era muy distinto a lo que es hoy. Estábamos en plena guerra fría, se iniciaba un gobierno Demócrata Cristiano por primera vez en nuestro país, y parecía que el futuro era hoy, puesto que un par de años más tarde, la carrera espacial culminaría con la llegada del hombre a la luna. Ese mismo año, de la mano de Amilton Godoy en el piano, el difunto Luis Chaves en el contrabajo y Rubinho Barsotti en la batería, se formó este emblemático grupo, que terminaría siendo referencia para cientos de bandas, tanto de Brasil, como del resto del mundo.

Aunque hoy tenemos la oportunidad de escucharlos, es básicamente el recordar cómo fue el grupo, porque anoche, lógicamente no pudo estar la formación original, así que estuvo Godoy acompañado de los músicos Alejandro Espinosa (batería), Christian Gálvez (contrabajo y bajo eléctrico) y el invitado especial Nelson Arriagada (cello), quienes hicieron de la velada algo inolvidable.

Esa potencia incombustible en la melodía, ese saborcillo latino tan agradable al oído y ese virtuosismo que envuelve a Zimbo Trío, fueron la piedra angular del show de anoche en el Teatro Nescafé de las Artes. El maestro Amilton volvió a lo grande, gracias a la Escuela Superior de Jazz, que lo trajo para compartir su talento con nuestro pueblo. Su presentación partió con «Bom dia, São Paulo», para seguir con «Garota de Ipanema», un clásico dentro de la música brasileña, que ha estado en nuestras mentes desde que tenemos memoria. Posteriormente continuamos escuchado «Gabriela», luego de esto, hace ingreso Nelson Arriagada en el cello, interpretando «Vieste» de Iván Lins, que armonizó la jornada para el deleite de los espectadores.

Una de las gracias de este show, es que no sólo hubo composiciones de Godoy, sino que también pasamos a degustar canciones y melodías típicas del país de habla portuguesa como por ejemplo, «Domingo no parque», de Gilberto Gil, y melodías de autores modernos como Ernesto Pascual. Este, sin dudas, fue un espectáculo extenso y maravilloso, que concluyó con un popurrí de canciones de Milton Nascimento, que fueron cerca de 15 minutos de un sonido único y verdadero.

En resumen, un regalo este concierto, así que para retribuir la entrega, regalaron un libro de Pablo de Rokha al pianista, que no contento con habernos hecho delirar, decidió volver al escenario y en el encore, nos deslumbró con la afamada y polémica canción «Aquarela do Brasil», que en 1939 tuvo su pequeño escándalo al ser tildada de nacionalista, por exaltar los atributos del pueblo carioca, al punto de que su autor, el compositor mineiro, Ary Barroso, fue catalogado como un seguidor del, en ese entonces dictador, Getúlio Vargas. Valga decir que todo esto parece anecdótico dentro del marco de las fechas en las que Chile y Brasil comparten sus celebraciones de independencia, que fue coronado con este despliegue de magia musical, en el que a cada nota que nos dirigía Godoy, podía ser entendida por el público, porque el idioma de la música es universal.

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