Artistas invitadas: Nplnsss, Andrea Paz y Nsperger
6 de junio 2025.
Por Jaime Farfán.
Fotografías por Sebastián Umaña.
Repentinamente, un sample reconocible para todos retumbó por el Espacio Riesco: «Listen to the sound of destruction». La voz, grave y distorsionada, casi susurrada pero cargada de amenaza, flotó sobre la pista como una profecía inevitable. Y como una señal que enciende el delirio colectivo, la frase hechizó a los corazones con fuerza, y todo el mundo simplemente perdió la cabeza. Gritos, brazos al aire, músculos al borde del colapso. Fue el punto de quiebre, del baile con intención al cuerpo rendido, arrastrado por la corriente durante las siguientes tres horas. Sara Landry, vestida de negro, rodeada por luces estroboscópicas y un público gritando con fervor, ya estaba en la cabina. El sacrificio había comenzado.
La DJ norteamericana, regresa en uno de los mejores momentos de su carrera, tras una seguidilla de sold outs y un explosivo set en Coachella. La presentación de ayer, fue parte del recorrido sudamericano de la gira «Eternalism». Con varios estrenos recientes, entre ellos su álbum Spiritual Driveby, que incluye colaboraciones con Alt8, Alex Farell y Nico Moreno, Landry se ha ganado a pulso su trono como la gran sacerdotisa del hard techno. Esta fue su tercera vez en Chile, y también la más esperada. Más grande, pulida, aún más intensa.
Sus presentaciones anteriores en DGTL y Creamfields habían dejado huella, pero también una sensación de que el público quería más, el formato festival no le entregaba el tiempo que necesitaba para mostrarse en todo su esplendor. En esta ocasión, Landry llegó con tres horas de espacio para desplegar toda su propuesta. Y eso se sintió. El vínculo con el público fue directo e instantáneo. La pista le respondía como un espejo, como un enjambre bailando alrededor de su reina, que le gritaba “dale hueona dale”, que vibraba ante cada giro de las perillas del mixer.
La expectación se sentía desde mucho antes de que se abrieran las puertas. Desde hace un tiempo, estas fechas no se viven como simples fiestas. Son ceremonias. Gente que proviene de todas partes de Chile. El dresscode, un acuerdo tácito entre todos, era oscuro pero expresivo, con casi todos cubiertos de negro, con brillantes delineados plateados, cadenas y mallas, abanicos destellantes o con la cara de Landry. Gafas de sol retrofuturistas que apenas ocultaban las miradas ansiosas, las pupilas dilatadas. El público chileno no falla. Es prendido, eufórico, entregado. Se sacan la ropa, bailan hasta el límite, disfrutan, lloran, y se abrazan.
La experiencia dentro del recinto se manejó con sistema cashless y pulseras para comprar alcohol, que iba desde cervezas a tragos más complejos. Había varios puestos de comida en la explanada y zonas con información de reducción de daños, hidratación y asistencia médica. Hubo baños y casilleros, pero como siempre, se saturaron a momentos. Al ingreso hicieron controles con perros antidrogas de forma aleatoria, aunque nada de eso evitó que se observara el consumo habitual de estimulantes. La fiesta, como es habitual, fue una verdadera hoguera de dopamina encendida hasta el amanecer.
La noche partió con un set de dos horas a cargo de NSPERGER, residente de la fiesta DAME. El DJ chileno inició con un warm-up oscuro, con tintes queer e hipnótico, que fusionó texturas de EBM, electro y techno lento. Su narrativa fue quirúrgica, en una atmósfera densa y envolvente, utilizando sonidos de sintetizadores analógicos, líneas de bajo pulsantes y ritmos mecánicos. No buscaba estallar la pista, sino seducirla, conquistarla lentamente. Funcionó como apertura ideal, evocando una caminata nocturna por un mundo elegante, contenido pero insinuante, lleno de texturas industriales y melodías tensas. Fue el inicio de la invocación.
Andrea Paz luego tomó el relevo con un set de una hora, lleno de autenticidad y groove. La productora local, residente habitual de fiestas como Club Sauna y Recreo, entregó su mezcla ecléctica de techno tribal, acid y pulsos experimentales, levantando la energía progresivamente sin perder la coherencia estética, ni temer cambiar entre estilos y tempos. Fue algo chamánico, hipnótico. No el climax, pero si el momento en que la energía empezó a tomar forma concreta, como una ola antes de romper. El ritmo se volvió físico, cargado de tensión, como si algo muy grande se avecinara. Y lo estaba.
NPLNSSS, el destacado DJ parte del colectivo Techno Youths, fue el sacerdote que finalizó el ritual, con una hora de líneas de bajo que parecían repetirse hasta fundirse con el ritmo cardíaco. Llegó a la pista ya encendida por Andrea y la transformó a una explosión ultrabailable de Hard Groove. Sus samples repetitivos y percusiones, el enfoque físico, directo, casi infeccioso, llevaron al público a no dejar de moverse. No necesitó parafernalia, su mejor herramienta fue la selección precisa de temas. No se trataba de tensión emocional, sino de liberar el alma, sudar, mover las caderas, seguir el pulso sin pensar. Fue un momento de pura conexión física, sin descanso, que dejó la pista caliente y sudando. Aunque algunos dudaban, la escena local no solo estuvo a la altura, brilló. Es vital seguir apostando por estos nombres.
Entonces sí, vino Landry. Desde los primeros segundos dejó claro que no venía a descansar. Mezcló con furia y seguridad. Su estilo resulta frontal, físico, casi marcial, pero siempre con un aspecto emocional. No hay adornos ni distracciones, cada mezcla empuja hacia adelante, cada corte es intencional, cada transición tiene peso. Metió varios momentos clásicos de sus sets que ya son virales en YouTube, como los breaks industriales filtrados y esa energía suelta, casi demoníaca, que la caracteriza. Tocó temas de su último disco, como «Play with Me» y «Because they want our seat», y otras bombas que dejaron la pista en éxtasis. Las visuales fueron simples, mínimas, sin distracciones. La estrella era la música. Todo el equipamiento que necesitó fueron cuatro CDJ 3000, el mixer y un pendrive lleno de bombazos.
Como ya es costumbre, no paró de moverse. Bailó todo su set, con ese estilo sensual y firme que la hace magnética. En ningún momento la energía cedió. No hubo tregua. Las pausas fueron escasas y breves, lo justo para respirar antes de volver a sumergirse en un denso oleaje de Hard Techno. Fue un viaje sin pausas, sin paréntesis, sin misericordia. Tres horas completas de control absoluto sobre la masa humana que vibraba frente a ella. Al final, cerca de las 04:00 am, tomó el micrófono, sonriendo satisfecha. Habló en español. «Gracias por sus vibras, su energía y su amor. Me encanta esta ciudad y este país. Gracias por todo, te amo». Y se fue.
Lo que ocurrió anoche no fue solo otra fiesta. Fue un proceso ceremonial completo. Una invocación con forma y materia. NSPERGER fue quien abrió el portal, Andrea Paz canalizó la energía, NPLNSSS ofició el rito con groove, y Sara Landry, la hechicera reina, fue la deidad que respondió al llamado. En un país donde el hard techno ya no es un secreto, sino una identidad colectiva en formación, esta visita fue un hito. Consolidó a Landry como la gran favorita del público chileno, y confirmó que la escena local no está creciendo, ya está aquí. La gente salió como se sale de un trance: temblando, sonrientes, sin saber cómo regresar a casa. El lugar se fue vaciando lentamente, como si el cuerpo recién entendiera que el encanto había terminado.
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