Sondelvalle en Bar El Clan: La cumbia no es solo vacilar
29 de abril 2017.

Por Nicolás Moràn.
Fotografías por Leonardo González

Siempre existen cosas que te tocan de diferentes modos, y aunque no esté sonando en las radios, el talento no se puede esconder. Es la gracia y lo bonito de la música, que de un modo u otro, termina llegando a tu vida. Este sábado 29 de abril, cerramos con una fiesta llena de música con un contenido social amplio y diverso. Sondelvalle es una agrupación chilena, que partió desde abajo, trabajando como artistas callejeros, moviéndose en las micros o cantando en la playa. Incluso, la primera vez que los vi oficialmente, fue en la Plaza de Armas de Santiago, en un espectáculo gratuito para la gente que iba pasando, donde los chicos mostraron su disco y nos abrieron la mente a muchos temas que siempre están en la palestra.

Su estilo se define como Rap Guachaca y Cumbia Reflexiva, porque precisamente se mueven entre estos estilos, pero dándoles el toque propio que hace que lugares como El Clan, queden repletos. Calculo que un centenar de personas estaban ahí para gozar del sabor de su música, quienes se fueron felices luego de un show cercano a 1 hora y cuarto de duración.

Creo que lo importante en un espectáculo, es que te provoque cosas, que pueden ir desde lo estético hasta el contenido en sí mismo, pasando por la mística que logren crear, o bien la atmósfera que se termine dando. Sondelvalle logra 2 de estas cosas de manera profusa. Primero, tienen un contenido muy bueno y variado, que va desde la cantidad de instrumentos que manejan con maestría hasta el contenido de sus canciones, que tratan sobre cómo debemos construir un mundo basado en la reflexión, en soltar lo que nos hace daño y cómo nos tendríamos que sentir bien con nosotros mismos o con los demás, solo por el hecho de estar vivos. Al fin y al cabo, muchas veces nos topamos con música que invita a la pachanga o el sandungueo, pero no pasan de ser canciones que hablan de cosas sencillas o superficiales. En cambio, acá nos topamos con canciones como “Quinto Mandamiento”, “Sinónimo de Viaje”, “Alma Errante” o “El Barquito”, que intentan abrir la conciencia de la gente, porque parten de la hipótesis de que la cumbia no es solo vacilar, ya que la música debe ser principalmente un arma de la gente para mostrar lo que siente, desde el amor, hasta la disconformidad con la vida misma. El segundo punto que tiene a favor el grupo, es la mística. Tiene una fanaticada que los sigue, cosa que el artista agradece siempre, sobre todo cuando están en proceso de partida. De hecho, cuando me refiero a mística, es cómo se logra relacionar la agrupación con el público, desde cuando hacen que la gente cante los coros, o los siga con las palmas. A esa impaciencia que nace como asistente por escuchar tus temas favoritos, esa ansiedad de escuchar las primeras notas de una canción que te remueve hasta la raíz. En ese sentido, mi tema favorito sería “Maracuyá con Mango”, porque me pasa eso, lo escucho y un pequeño escalofrío me recorre la espina dorsal, esa sensación es maravillosa cuando la logra producir una conjunción de notas estructuradas con una prosa que la acompaña. Esos conciertos, en los que se producen esas cosas, es lo que hace que las personas que aman la música, sigan yendo a ver a sus artistas.

Con 12 canciones, que fueron coreadas por todos, más uno que otro temita nuevo del segundo disco que se viene, hicieron de la jornada algo tan agradable que con gusto la repetiría. En fin, para nosotros fue un buen espectáculo, con una sencillez envidiable, que hacía sentir que éramos amigos de toda la vida. Las 120 personas en el bar nos conocíamos desde siempre, y desde luego, sentimos que nos juntaríamos a conversar sobre la vida, el amor, las energías y, ¿por qué no?, de la revolución.

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