Por Jorge Fernández.

Quentin Tarantino es uno de los directores contemporáneos vigentes más reconocidos y versátiles. No sólo dibuja con su cámara escenas inolvidables, sino que además se preocupa de todo el sentido estético que una buena película debe tener para brillar y permanecer en el tiempo. La música, la puesta en escena, el guion, son parte de un todo perfecto que no existiría sino fuese porque el norteamericano es un cinéfilo asumido, un doctor Frankenstein que, desde el minuto cero, creó un mundo híbrido a partir de lo que vio alguna vez en un videoclub donde trabajó o en alguna sala de cine de dudosa reputación. Con nueve películas a su haber y esperando la que supuestamente será la última, Tarantino ya tiene un lugar asignado en el pináculo de la cinematografía. De ello y de una infinidad de detalles adicionales da cuenta el libro “Tarantino: cine de reescritura” del guionista y crítico de cine argentino Hernán Schell, publicado recientemente en nuestro país por Santiago Ander Editorial.

El texto está estructurado a través de un prólogo, una introducción, un epílogo y nueve capítulos donde se desmenuzan las historias creadas por esta mente brillante del cine. Entre una y otra, aparecen algunos filmes en los cuales participó, ya sea como guionista o como actor, destacando entre ellos “True Romance” (1993) y “Asesinos por naturaleza” (1994). Su transitar por el celuloide es ya una historia en sí misma. Para Tarantino, aparte de prolijidad hay diversión, por eso en algún momento con sus amigos crearon una película que en realidad eran cuatro en una y se ofreció a participar en otra con un salario que ascendía al cobro de un dólar.

Sobre las películas, Hernán Schell tiene mucho que decir. Sus deambular crítico es solvente en sus ideas y realiza contrargumentos certeros frente a críticos acérrimos del cine de Tarantino. En todo momento, hay referencialidades cinematográficas para explicar de dónde se cuelga el director a la hora de crear sus historias. Intertextualidades constantes y conversaciones entre sus propias películas. El libro indaga en pormenores que, para la gran mayoría de los espectadores, pueden ser pasados por alto. Sólo por citar un ejemplo, actores con pasado emblemático que realizan pequeñas, pero trascendentes apariciones en pantalla. La única película cuyo guion es una adaptación de un libro o la recursividad ucrónica donde vuelca una historia real del pasado y la ficcionaliza sin remordimientos son también aspectos a destacar por el crítico argentino

Sus actores más recurrentes, los que estaban pensados para tal o cual papel y por diversos motivos no fueron, su fetichismo evidente con los pies que atraviesa casi todo su historial, su eterna controversia con el uso de la violencia y las relaciones esenciales que tiene con cineastas clásicos como Sergio Leone y Alfred Hitchcock. Este libro funciona como una guía esencial para interiorizarse en el mundo de un cineasta que desde su inicial “Reservoir Dogs” (1994) ha dejado una huella imperecedera en el cine.

Creemos, eso sí, que lo esencial que nos ofrece el libro de Schell es la aclaración del verdadero sentido que tienen las películas de Quentin Tarantino, quien no descubrió la pólvora, pero sí dio con la receta perfecta para unir historias donde se mezclan con total naturalidad el western, las artes marciales o las ficciones pulp, todo maridado con una riqueza única en guiones trabajados con perfección y al detalle.

La lectura de “Tarantino: cine de reescritura” es una invitación analítica a descubrir el mundo del director norteamericano. A descubrir nombres, a interiorizar escenas, a encontrar los porqués que nos quedan dando vueltas luego de ver alguna de sus películas. Hernán Schell escribe un pequeño testamento de ese legado y somos nosotros, los lectores y amantes del cine, quienes gustosos, recibimos la herencia.