The Ocean en Chile: viviendo nuevas experiencias
Teatro Nescafé de las artes, 19 de octubre 2016.

Por Gabriela León.
Fotografías por Felipe Morales.

Ayer en el Teatro Nescafé de las Artes, viví una nueva experiencia en mi vida. Desde que era niña, creo que he marcado fuertemente mi tendencia musical y los que me conocen pueden asegurar que la música metal no es mi estilo. Pero lo que viví ayer abrió mi mente totalmente.

Todo comenzó a las 21:00 hrs, cuando abrió el espectáculo Bauda, banda chilena que nace el año 2006 y la cual recibe su nombre del pájaro brujo oriundo de Chiloé. La banda es liderada por César Márquez, y su último disco fue producido por René Rutten, guitarrista de The Gathering.

Lo primero que me sorprendió fue la distribución de los músicos, dónde Nikolás Recabarren, al mando de la batería en Bauda, está posicionado adelante del escenario, a un costado derecho, acción que inmediatamente le da mucho más protagonismo al sonido, a la ejecución y al baterista. Teniendo además en claro el gran músico que es, quién definitivamente se roba el espectáculo con su interpretación.

A medida que va avanzado el show, me fui sintiendo cada vez más en un ambiente agradable y totalmente alejado de lo que creía que podría ser. Música seductora al oído, que dan ganas de seguir escuchando un tema más, dónde los gritos de César Márquez (a lo cual tenía más miedo de aburrirme al llegar al show), son totalmente parte de esta escena, gritos que manejan una técnica madura, que suenan y son parte del estilo. Otra sorpresa más de la noche dada por César, fue la utilización de un arco (accesorio para tocar instrumento de cuerda) en su guitarra eléctrica, un momento memorable dentro de este espectáculo.

Son las 21:35 y el show de Bauda finaliza, para dar inicio a la entrada del grupo esperado por la audiencia del teatro esa noche, The Ocean.

Comienza este show con la solemnidad que el Nescafé de las artes entrega, dónde el público se encuentra observando el apoyo audiovisual que nos sumerge a este océano. Entra en escena el guitarrista y líder de The Ocean, Robin Staps y el público ya se sentía con ganas de abandonar sus asientos. Este viaje tranquilo comienza como el inicio de una montaña rusa, junto a ese sentimiento de que algo estaba apunto de ocurrir pero que no se tiene la certeza de cuando va a estallar.

Nos encontrábamos en un ambiente tenso, un ambiente apunto de explotar, y así se notó porque apenas Loic Rossetti, deja de lado el atril del micrófono, toma vuelo y salta del escenario hacia el público, el teatro estalló. The Ocean decidió guardar la seriedad de este recinto en sus bolsillos y dejarse llevar por el sentimiento del metal. Y así muy bien lo entendió su público que se acercó corriendo desde las filas finales del teatro a un costado del escenario para saltar y gritar en torno a este tremendo show.

Lo que siguió de ahí en adelante fue un increíble. La cercanía que generó The Ocean con sus fans, rompió mis esquemas de lo que pensaba de este tipo de música por completo. “Música de gente ruda”, como creía, o que “solo mueven sus cabezas y su pelo al viento”, es definitivamente una tontera, y que ayer, puedo decir con franqueza, este estereotipo salió de mí. Me entregué a este espectáculo y lo pasé increíblemente bien. Ver como Loic se lanzaba al público, firmaba discos mientras cantaba, me hizo sentirme cercana a ellos y gozar como una fan más.

No sé en que momento llegamos al receso, y es raro pensarlo, porque cada canción dura aproximadamente siete minutos, pero The Ocean estaba dando tal calidad de show, que la duración de sus canciones no parecía importar.

Robin, Loic, Jona, Louis, Luc y Nils vuelven a entrar en escena, y saben que el show no puede terminar ahí. Tocan dos canciones más y en un abrir y cerrar los ojos, la montaña rusa que todo el teatro se encontraba, comienza a detenerse, con ese movimiento que mueve tu cabeza y el concierto se termina. Nos quedamos mirándonos unos a los otros y entendemos que esta experiencia terminó y es hora de partir.

Volviendo a mi casa, me voy dando cuenta que fue una muy grata sorpresa lo que pude vivir esa noche, entiendo, que quizás, estuve segada mucho tiempo de la música a la cual estaba acostumbrada a escuchar. Lo peor de todo, creo que no ser la única en estarlo. Es tiempo de abrirnos a nuevas bandas, a nueva música y sobretodo, a un nuevo estilo de vida, donde la música abre las fronteras del conocimiento y el mundo, y nos hace personas más completas en conocimientos y experiencias.

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