Banda invitada: Velvet Chains.
25 de Abril 2023.

Por Carlos Barahona.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

El ser humano desde que es ser humano ha tenido la necesidad de movilizarse y trasladarse por este vasto planeta. Las teorías del poblamiento humano en los diferentes continentes hablan de que hordas de personas, caminando por diversos parajes e incluso a través del mar, se fueron moviendo y recorriendo. Esta imagen se ha ido replicando a lo largo de todas las civilizaciones. Griegos, romanos e incluso Estados Unidos se pobló en base a la idea de la exploración y la migración.

Y sobre todo en esta nación hasta el día de hoy, la devoción y curiosidad que existe por recorrer las carreteras y atravesar de costa a costa el país, ha sido motivo de exploraciones artísticas. Jack Kerouac en su libro “On the road” plasma estas aventuras y en el caso de la música, el mismísimo Bob Dylan con su mítica “Rolling Stone” son referencia obligada en el tema. Es más, toda la tradición del hard rock estadounidense evoca estas imágenes siempre: auto o motocicletas estridentes, pelo al viento y un sinfín de aventuras entre pueblo y pueblo. La aventura hacia lo desconocido.

Pero cuando esta sonoridad se entrelaza con otras líricas, otras sonoridades, otros estudios, emergen bandas como The Winery Dogs. Si bien su aparición en el radar musical es de solo una década atrás, la tradición y el bagaje que tiene cada uno de sus integrantes sobre sus hombros habla por si solo. Primero, Ritchie Kotzen. Un virtuoso de la guitarra que viene sonando en bandas como Poison y con una dilatada trayectoria a nivel solista y de colaboraciones, como por ejemplo Adrian Smith de Iron Maiden. ¡Hasta su propio modelo de guitarra tiene! Segundo Billy Sheehan: un genio del bajo. Con pasado en bandas como Mr. Big, Talas y trabajos junto a Steve Vai y David Lee Roth, lo que habla por si solo ¿o no? Y finalmente Mike Portnoy: baterista consagrado y al que conocemos por ser mente maestra de Dream Theater por más de dos décadas y que, luego de su salida de la banda, ha incursionado en proyectos y bandas como Liquid Tension Experiment o Avenged Sevenfold, por nombrar a algunas. En términos simples, The Winery Dogs es una super banda.

Y para quiénes llegaron anoche al Teatro Coliseo, la expectativa era alta. Reencuentro con una banda de culto, con una gran conexión con este pedazo de tierra – tienen un DVD en vivo grabado acá en la capital – y el volver a ver a estos super héroes del rock. Pasadas las ocho de la noche y con un recinto en vías de irse llenando de feligreses – quiénes a punta de cervezas y combinados se acercaban al escenario -, saltó a la tarima Velvet Chains, una banda proveniente de Las Vegas, que, si bien no estaba en nuestro radar, contaba con dos integrantes chilenos. Con una presentación y un sonido pulcro, rememoran ese sonido del rock clásico de inicios de este siglo – similitudes a Velvet Revolver e incluso algunas reminiscencias a Nirvana por ahí-, siendo muy bien recibidos por la audiencia. También sacaron un cover del rey Elvis, “Suspicious mind”, el que fue coreado por la gente.

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Luego de esta calentada de motores y con un Coliseo repleto, empezaron los vítores y llamados a los Winery, quiénes pasadas las nueve de la noche salieron a escena, acompañados en los alto parlantes por “American band” de Grand Funk Railroad. Bill se puso el bajo, Ritchie la guitarra y Mike acomodó el sillín de la batería. Marcó el tiempo con sus baquetas y el virtuosismo no paró más.

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The Winery Dogs es una cátedra viviente y el leitmotiv de porque el rock no morirá. Si bien otros ritmos y sonoridades hoy por hoy pueden tener más adeptos – lo que es totalmente válido – mientras la tríada guitarra, bajo y batería sigan emocionando al menos a una persona, el show continuará. Partieron con “Gaslight”, “Xanadu” y “Captain Line” y ya nos tenían en su bolsillo. De manera individual cada integrante en lo suyo es brillante, y en conjunto no suenan pretenciosos, sino que, todo lo contrario, hay una humildad en sus acordes y movimientos, lo que los hace más gigantes aun. Son trabajadores que aman lo que hacen, lo estudian y se dedican a divulgar sus canciones. Fórmula perfecta.

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La combinación en lo actitudinal marca también las divergencias en la banda. Kotzen es seriedad y pulcritud, la que se demostró en canciones como “Time Machine” y “Stars”. A ratos su rango vocal también nos recuerda a Chris Cornell, lo que aumenta la emotividad. En cambio, Sheehan es energía pura. En cada canción traquetea como un maldito su bajo, explorando sonoridades y siendo parte importante de la línea sonora del grupo, lo que se destaca en “Hot Streak” y “I’m no ángel”. También hubo un momento en el que el resto de la banda lo deja solo en el escenario y explora en un solo de larga duración las diferentes sonoridades del instrumento, evocando a maestros como Jaco Pastorius e incluso Cliff Barton. Y lo de Portnoy no tiene palabras, un par de movimientos de sus muñecas y emergen una cantidad de sonoridades distintas. También es el más entusiasta y que mantiene mayor comunicación con el público. Destacable su rol en canciones como “Breaktrought” y “Oblivion”.

Con un setlist perfecto de 15 canciones, se retiraron del escenario, satisfechos, y regresaron con un encore de la muerte: primero, “Regret” en la que se luce Ritchie en el teclado y luego en guitarra, para después finalizar con “Elevate”, canción con la que se dieron a conocer como trío y la que refleja mejor lo que significa The Winery Dogs: actitud, carretera y tradición.

La reflexión final al salir del show es que el rock, a pesar de sus vericuetos, se sigue manteniendo incólume, vigente y resistiendo el paso del tiempo. Tal como lo dice La Renga, “Puta que nos gusta el rock, el maldito rock”. ¡Larga vida a Portnoy, Kotzen y Sheehan!

Setlist:
Gaslight
Xanadu
Captain Love
Hot Streak
Desire
Breakthrough
Time Machine
Stars
Damaged
Mad World
The Other Side
Solo de bajo
The Red Wine
I’m No Angel
Oblivion
Regret
Elevate

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