Topografía de un desnudo: Una breve lección de microhistoria
Teatro Sidarte, 16 de marzo 2017.

Por Nicolás Morán.
Forografías por Leonardo González.

“Topografía de un desnudo” es una obra chilena compuesta por el equipo de actores de la escuela de teatro del Instituto Profesional AIEP, quienes se encuentran ad portas de egresar. De hecho, el Festival Exit es eso, una iniciativa que reúne una selección de las más potentes obras de teatro, con las que los estudiantes pretenden finalizar sus estudios. Creado desde el 2010 por la Fundación Sidarte, ha sido un lugar de encuentro y una plataforma para que los egresados tengan la oportunidad de presentarse tempranamente en las tablas.

La obra comienza en el basurero de San Lázaro, un 24 de septiembre de mil novecientos setenta y cof (un recurso que usaban para no revelar el año exacto), donde un grupo de funcionarios estatales encuentran el cadáver de un vagabundo, lo que prende la mecha sobre asuntos turbios que implican desde Carabineros, empresas inmobiliarias y que terminan llegando hasta la alcaldesa.

El personaje principal es el Rufo, el viejo borracho que es encontrado muerto, aparentemente sin señales de haber sido violentado. Por ende, el equipo forense no lleva el asunto más allá. No obstante, la periodista María Jesús Linares, en busca de la verdad y de una historia sabrosa, termina involucrándose, aunque de principio no le despertaba la atención un vagabundo difunto a la orilla del río.

Dentro de las grandes apuestas que tiene la obra, es que mezcla de forma sutil el presente y el pasado, con escenas llenas de surrealismo, que incluyen conversaciones con los muertos y remembranzas de días idos y, por sobre todo, cómo el misterio de la muerte del Rufo pareciera ser algo más que accidental.

Ahí es donde aparecen personajes como Juanelo, otro vagabundo, y quién encuentra el cadáver. Este personaje termina siendo potente para el desarrollo de la historia, desde el punto del no retorno cuando se ven acorralados políticamente.

Luego, otros personajes empiezan a mezclarse en este rompecabezas. Un ejemplo es Teo, la mujer con quién vivía el Rufo y que le da pistas a la periodista sobre lo ocurrido esa noche, en base a la muerte del perro de ambos. Al descubrir que se escucharon balazos esa noche, en que lo que consideraba ser azar, termina siendo un homicidio y el principal sospechoso parece ser el “paco” San Lucas, carabinero encargado del retén cercano que, además, mantenía contacto con “La monja», conocida prostituta del sector, siendo ella la que daba el soplo sobre los supuestos instigadores políticos del basural.

La trama avanza conforme el Rufo también nos va contando detalles sobre lo ocurrido, y el tormento en el que vivía. Los distintos personajes conversan con naturalidad mientras se desdibuja la línea entre la realidad y la ficción. De hecho, llega un minuto en el que los vivos parecieran estar muertos y viceversa.

Como si se tratara del día de hoy, tenemos a una pareja de cuicos, que es el siútico matrimonio compuesto por Clemente Serrano (dueño de los terrenos) y su esposa María Patricia de Serrano. Estos dos personajes reflejan lo peor de la oligarquía chilena. Son irritantes, interesados, superfluos, violentos y doble estándar. De hecho, considerando que ella no tiene apellido propio, es una muestra de cómo el machismo imperante en el país está en todos los estratos sociales. En el caso de Clemente, es muy femenino y pareciera ser la caricatura de un homosexual reprimido, de forma que se puede interpretar el cómo la derecha empresarial chilena, niega y camufla la libre sexualidad, en pos de mantener las apariencias.

El punto es que la pareja no quiere que se investigue la muerte de Rufo ni la desaparición de una veintena de vagabundos, porque el plan es construir un barrio residencial, y entrometerse en los negocios de un burgués chileno durante los años 70, por lo general terminaba en desaparición o accidente de intoxicación por plomo.

Se acaba el primer acto, y los funcionarios estatales del principio vienen a reconocer el cadáver de San Lucas, que ha sido asesinado en venganza por la muerte del vagabundo. Esto inicia un conflicto entre los pobladores del sumidero y Carabineros que, al detonar, termina en una especie de decisión institucional de exterminar a los ociosos y mal entretenidos que viven en ese sector.

Ahí hace su entrada en la obra la alcaldesa, que obviamente es parte del plan de acabar con todos los sediciosos y pendencieros, en pos de poder llevar a cabo el proyecto inmobiliario de Serrano. En esta escena se muestra el espíritu del político mediocre, que vive preocupado de la imagen y de esconder sus negocios turbios.

El final es completamente abierto, porque nos obliga para pensar. Se puede resumir en la resistencia de los pobladores y su misión de empezar un éxodo más allá del río y las garras de Serrano. La idea es que vayan a ver esta obra, porque aunque dura cerca de una hora y media, se hace muy corta y amena, así que no se arrepentirán.

Las actuaciones son estupendas, muy intensas y llenas de pasión. Mi escena favorita es el interrogatorio de San Lucas a Rufo, en el cual se desenmaraña la historia del asesino, donde logramos vislumbrar un poco el pasado del vagabundo, además de las cosas que lo empujan a vivir una vida llena de privaciones económicas y sociales.

La escenografía es sencilla y sin pretensiones, porque lo importante es lo que ocurre en las tablas. El maquillaje es bastante bueno y convence, cosa que siempre se agradece. La música acompaña bien todas las entradas y salidas, lo que me hizo sentir cómodo, porque lograba entender de mejor manera cómo se estaba desarrollando la emoción que los actores querían que tuviese.

Sin lugar a dudas, un tema que ha sido tocado mil veces, siempre encuentra la forma de ser contado desde una perspectiva nueva, y “Topografía de un desnudo” lo logra al 100%. Tiene escenas fuertes, potentes y pasionales con toques de humor y picardía. No hace uso excesivo del garabato o del chilenismo para darse a entender, y eso es decir mucho, considerando nuestra sociedad actual.

Esta obra nos invita a reflexionar sobre la microhistoria. Es decir, sobre las cosas pequeñas que ocurren en todos lados y cómo nosotros mismos somos seres históricos inmersos en una corriente de espacio/tiempo que, a su vez, está ligada en sincronía de causa/efecto, y que siempre es multifactorial. La historia no la hacen los grandes hombres, la hacen sus pueblos, y muchas veces una pequeña acción hecha por un desconocido, logra desembocar en toda una reestructuración de un sistema.

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