El último vuelo del Cóndor: Manifestación social de una época en transición
Matucana 100, 20 de abril 2017.

Por Jorge Fernández.
Fotografías por Gabriel Padilla.

El partido está a punto de comenzar. En el escenario, el tridente ofensivo lo componen la memoria, lo social y la ficción. Desde sus posiciones, cada cual se complementa. No piensan revitalizar nada porque no hay nada que demostrar. Sólo quieren jugar para ver quién vence al olvido, ese olvido que permanece conscientemente en nuestro interior y que no logra ser despojado del todo, pues las cicatrices están demasiado abiertas aún.

“El último vuelo del Cóndor”, obra escrita por Iván Fernández, viene a ser nuestra última esperanza para recomponer un pasado que ha estado mal compaginado en los anales de la historia nacional.

Roberto “El Cóndor” Rojas fue y es uno de los arqueros más importantes para el fútbol de nuestro país. Carroñero, como su apodo, se adueñaba de todas las pelotas muertas. Tenía un talento innato para volar y colgarse del balón. Hasta que un día de 1989, su pasión y entrega social, lo llevaron a cometer un error que lo enviaría a las cloacas mentales del fanático puritano, al autoinfringirse una herida para detener un partido contra Brasil, donde los puntos eran claves para clasificar al mundial.

Eran tiempos difíciles aún. El “No” había ganado hace muy poco y la efervescencia social se respiraba de manera entrecortada. El pueblo tenía pocas válvulas de escape. Una de ellas, como siempre, era el fútbol. 90 minutos en que el tiempo no era tiempo y la sed se saciaba con la esperanza de una victoria anticipada. Eso era lo que percibía nuestro capitán y por eso quiso doblegar al destino aplicando una medida fuera de la norma. Conocemos el final de la historia, pero nos faltó lo más importante. Saber las causas más allá de las banalidades que hablan de la astucia del chileno o la locura que lo llevó a cometer tal acto.

Y es precisamente acá donde se centra la obra “El último vuelo del Cóndor”. Roberto Rojas (Nicolás Pavez) y Nelson Maldonado (Patricio Contreras), utilero de la selección, tienen una discusión con diferentes matices en donde el humor negro es el acompañante eterno de los amenos parlamentos, engrosados por la calidez que otorga el dialecto informal que utilizan y las variadas referencias históricas a la cultura pop de la época.

En palabras del dramaturgo “Está pensada de una forma dinámica y rápida, son dos personajes hablando de su entorno político y social, escrita de manera lo más sencilla posible. Ha sido también un acto de humilde respeto al oficio del futbolista y el utilero, personajes que tomé para los propósitos de esta obra”. Porque en esta pieza teatral son dos los protagonistas. Por un lado, tenemos al personaje humilde que, en base a su constancia y talento se ha coronado como un ídolo del deporte nacional. Por el otro, a un personaje que por muchos años ha tenido que vivir al lado de personas que admira, pero que a la vez tienen un profundo ego, lo que los lleva a tomar decisiones que no siempre son correctas. Todo esto, enmarcado en una profunda desnudez social, donde la tan esperada democracia nos respira en la nuca y nos impide ver su rostro. A esas alturas, no se sabe que motor político será el más idóneo para conducir por calles con profundas grietas. Roberto Rojas y Nelson Maldonado destapan sus miedos, reproches y cuestionamientos. Cada uno de sus parlamentos se plantea, a modo de servicial copiloto, en este viaje que todavía no tiene conductor designado.

La dirección está a cargo de Andrés Céspedes, quien es reconocido por realizar un trabajo intimista y particularizado con los actores y el nexo que estos deben lograr con el texto. La idea finalmente es que como espectadores, también nos empoderemos de la escena y seamos uno más en esta rememoración social, cuyo flagelo constante sigue impidiéndonos actuar con lucidez. Sin duda, Céspedes, realiza un trabajo minucioso, limpio y sin fisuras que también ha quedado demostrado en obras anteriores como “Un Dios Salvaje” de Yasmina Reza e “Informe para Nadie” de nuestro gran dramaturgo nacional, Juan Radrigán.

“El último vuelo del Cóndor” ya aterrizó y lo hizo como los grandes, a estadio lleno. El pitido inicial se dio el pasado jueves 20 de abril en el majestuoso Teatro Principal de Matucana 100 y las pocas funciones que se harán, están distribuidas en sólo dos semanas. Aproveche la oportunidad de ver volar a nuestra insigne ave nacional y desentrañar verdades que han estado ocultas en las corrientes difusas de recuerdos que nos han obligado a olvidar.

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