Banda invitada: Niño Cohete.
2 de junio 2025.
Por Jaime Farfán.
Fotografías por Javier Martínez.
Solo bastó que Jeff Tweedy y compañía subieran al escenario del Teatro La Cúpula para que los cánticos brotaran desde las gradas. “Olé, Olé, Olé, Wilco, Wilco” fue el grito que se repitió, varias veces, durante la noche. Jeff, el destacado músico norteamericano de 57 años que lidera la banda, parecía no terminar de acostumbrarse a la pasión del público local, aunque la noche de ayer era la última de su gira sudamericana. Bajo esa timidez inicial, sonreía; y durante gran parte del show, lució feliz y satisfecho. “Han cantado un montón y cantan hermoso, gracias”, declaró cariñoso en una de las pocas intervenciones que hizo, antes de invitar a los absortos asistentes a corear una emotiva “Either Way”.
El ambiente previo era distendido, en claro contraste con el ajetreo que rodeaba al Parque O’Higgins en un lunes por la noche. Afuera, el metro salía del horario punta, y las autopistas se desocupaban poco a poco. Dentro del teatro, en cambio, corrían aires de sábado. Varios compartían cervezas gracias al Kross Beergarden que ha acompañado los últimos shows de Stgo Fusión; otros comían o tanteaban entre los vinilos y poleras del merchandising. El rango etario era notoriamente amplio: parejas, grupos dispersos, muchos que vinieron solos. Se veían rostros poco frecuentes para este tipo de conciertos; más de alguno probablemente habría estado más cómodo en el living, pero el regreso de Wilco, después de casi una década, lo ameritaba.
Para Niño Cohete, los encargados de abrir la jornada, también fue un regreso simbólico. La banda penquista, que decidió frenar su destacada carrera en 2017, usó este mismo recinto para despedirse. Pero los caminos de la vida los volvieron a convocar, y ese reencuentro cristalizó en el recientemente estrenado Donde las serpientes toman el sol. Iniciaron con la luminosa “Crepitar” y, en poco más de media hora, el cuarteto demostró que la chispa sigue viva. Pablo Álvarez se deslizó suavemente por la también nueva “Lo que ya planté”, sin dejar atrás clásicos como “Puerto Tranquilo” y “Bosque”.
Y luego, el plato fuerte. Mientras el equipo técnico alistaba la escena, era posible observar los cientos de piezas que deben encajar a la perfección para que la maquinaria Wilco funcione sin contratiempos. La Cúpula, aunque pequeña y escondida en una esquina del Parque O’Higgins, resultó el lugar ideal para un desempeño íntimo y memorable. Sonó prístino, incluso mejor que otros recintos locales de mayor renombre. Y eso fue todo lo que necesitó Wilco: un sistema de sonido claro, cientos de pedaleras, un desfile eterno de guitarras cambiadas con precisión quirúrgica, y la lírica de Tweedy como guía.
Abrieron, como en la mayoría del tour, con “Company in my Back”, un tema contenido y atmosférico de A Ghost is Born, cuyo relanzamiento motivó parte de esta gira. Una bienvenida suave para una noche en que la banda demostró cuánta garra y aspereza pueden contener bajo su melancólica superficie. Esa idea se volvió tangible apenas minutos después, con “Handshake Drugs”, otro corte del mismo disco que escaló desde una interpretación desapegada hacia un jam hipnótico y abrasivo, tutelado por la virtuosa mano de Nels Cline. Su capacidad de navegar las capas sonoras más densas y dirigir los momentos de mayor tensión fue clave.
Las guitarras fueron el núcleo. Además de Cline, estaba el siempre sobrio Pat Sansone, que oscilaba entre guitarras, sintetizadores y percusiones con soltura. En los momentos más intensos, como “Annihilation” del reciente EP Hot Sun Cool Shroud, la banda alineaba a sus tres guitarristas al frente, mientras los más jóvenes del público, una minoría entusiasta, saltaba entre las primeras filas.
Con trece álbumes de estudio, Wilco tiene un universo sonoro a su disposición, y parte del encanto de su set fue moverse por pendientes abruptas, altos escarpados emocionales y senderos impredecibles. Gran parte del catálogo destaca por ir a diversas direcciones, y así lo hicieron. Acomodaron el repertorio para Chile, incluyendo clásicos como “Jesus, etc.”, “Impossible Germany” (culminando en un absorbente drone) y “California Stars” en el encore. También incluyeron “Whole Love” y una solicitud especial, “Random Name Generator”, dedicada a Carolina, probablemente solicitada a través de su web.
“No se cansen”, bromeó Tweedy, “aún tenemos más”. Y lo decían en serio. Tocaron 24 canciones antes de cerrar con “A Shot in the Arm”, del clásico Summerteeth, en un final dramático donde la banda acumuló capas de ruido como quien intenta describir, con distorsión y belleza, la aceptación de una melancolía eterna.
A esa altura ya nadie estaba sentado. Todos de pie, algunos conmovidos, otros danzando suavemente. Tweedy llegó, y el frío y la nostalgia se quedaron acá. Recibió regalos del público y se notó genuinamente emocionado. Wilco, en su configuración actual, lleva más de dos décadas tocando juntos, pero si algo quedó claro anoche es que siguen descubriendo nuevos caminos, incluso dentro de su propio corazón y música. Y puede que, en este punto de su trayectoria, estén sonando mejor que nunca.
Setlist:
Company in My Back
Evicted
Handshake Drugs
If I Ever Was a Child
I Am Trying to Break Your Heart
One Wing
Pot Kettle Black
You Are My Face
Whole Love
Bird Without a Tail / Base of My Skull
Box Full of Letters
Annihilation
Hummingbird
Random Name Generator
Either Way
Impossible Germany
Jesus, Etc.
Hate It Here
Walken
Spiders (Kidsmoke)
California Stars
Falling Apart (Right Now)
I Got You (At the End of the Century)
A Shot in the Arm
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