Por Rodrigo Guzmán.

Bien, hoy seré generoso y compartiré uno de mis placeres sonoros más intensos y mejor guardados: Yasmine Hamdan. No sólo es libanesa y uno de los íconos contemporáneos de la música árabe underground. También sería mezquino sólo mencionarla por su indiscutible e intenso atractivo arábigo o por su aparición en la película de Jarmusch Only lovers left alive, cuyo cameo es tan epifánico como enigmático al momento de interpretar “Hal”, sencillo extraído de su primer álbum en solitario Ya Nass (2013). Por el contrario, lo que en estas líneas quisiera comentar, se relaciona con el lanzamiento de su último disco Al Jamilat, publicado el 17 de marzo del presente año.

Si bien, el nombre de esta intérprete y compositora nacida en Beirut el año de 1976 no encuentra mayor repercusión en Chile, no vendría mal mencionar que tanto en Europa como en Estados Unidos la conocen bastante mejor, sobre todo por su búsqueda musical constante e inquieta. Al fundar Soapkills, agrupación libanesa pionera de la escena electro-indie beirutí a finales de los noventa, junto a su socio Zeid Hamdan, no demoró mucho más en llamar la atención de importantes productores, tales como Mirwais Ahmadzaï, cuyos servicios han sido requeridos por importantes músicos, tales como Fischerspooner o Madonna, para que vea. De esta manera, juntos fundaron el dúo Y.A.S., y publicaron el año 2009 Arabology, álbum pródigo en beats propios de un house, que ciertamente buscaba plantear un electro pop de raigambre árabe, pero que finalmente no lograba sacar a relucir la magia cadenciosa e hipnótica de Hamdan. Por ello, y como ya hemos adelantado, el año 2013 lanza en solitario Ya Nass, cuya producción estuvo a cargo de Marc Collin, fundador del colectivo francés Nouvelle Vague, reconocido por realizar versiones bossa nova de clásicos del punk. Es en este disco en donde se comienza a advertir la autonomía creadora de la intérprete nacida en Líbano, cuyo sonido se resiste a ser catalogado y encasillado en uno u otro estilo, pues dentro de las canciones que componen el LP se logra advertir distintas sonoridades, tanto orientales como occidentales. Asimismo, transcurridos 4 años, Yasmine Hamdan vuelve al ataque con su novísima entrega, valiéndose de la misma estrategia, pero reforzada. Para ello, Hamdan convocó a los productores Luke Smith, conocido por su trabajo con Depeche Mode, Foals, Lily Allen, y Leo Abrahams, quien por su parte ha trabajado con el creador del ambient Brian Eno. Ya en materia de tracklist, logramos advertir en “Assi” una melancólica balada electrónica que se complementa con fraseos y melodías que recuerdan los sonidos del Levante Mediterráneo, rememorando así los tiempos donde junto a Zeid Hamdan y con muy pocos recursos, producían sus primeras amalgamas sonoras mestizas. Por otro lado, en “Cafe” podemos encontrar un corte que recuerda al Massive Attack de Mezzanine y que evoca un paseo por un tugurio beirutí escondido de una enardecida masa de turistas. Mientras que los acordes primarios arpegiados tanto en “La chay” como “Douss” y el suave beat del single “La ba´den”, cuyo videoclip fue dirigido por su propio marido, el cineasta palestino Elia Suleiman, se conjugan con la voz afelpada de Yasmine, el sortilegio árabe comienza a poseer al oyente. Asimismo, e insistiendo bajo esta línea más bien hipnótica y sosegada, se puede advertir tal vez uno de los momentos, según el parecer de este comentarista, donde el disco alcanza ciertas cotas mayores de elaboración y riesgo musical, pues en “K2” se conjugan sonidos instrumentados a partir del siempre cósmico hang, que se lía de manera precisa con el delay en las vocales de la intérprete y los distintos arreglos de cuerda e intervenciones de teclado varias, que en su conjunto llevan al escucha a transitar por territorios sonoros inéditos dentro del pop occidental. Sin embargo, no todo en la entrega más reciente de la beirutí es calma y serenidad, pues a diferencia de su álbum anterior, en Al Jamilat podemos advertir cortes más cercanos a la música dance y súbitas alzas de bpm. Es el caso de “Balad”, cuya rítmica remite al dembow, al beat clásico tanto del reggaetón como del dancehall, pero mezclada esta vez con la prosodia y la instrumentación árabe, en conjunción a los sintetizadores, recordando en cierto modo lo hecho por el compatriota Nicolas Jaar en su pista “No”, extraída de su último disco Sirens (2016). Misma situación ocurre con el track que da nombre al disco, pues en “Al Jamilat”, dialogan con estilo y fluidez el sitar hindú con el darbuka, el oud y el rebab, junto a los diferentes kicks y snares de los correspondientes beats de cada corte. Finalmente, podemos situar a “Ta3la”, un corte de electrónica abstracta y oscura, que remite a los trabajos más lóbregos tanto de Tricky como de Radiohead.

De esta manera, el último disco de Yasmine Hamdan se presenta como un tríptico donde el ritmo, la melodía y la armonía campean fluidamente por la melancolía, la calma, la intensidad y la oscuridad, dando como resultado un álbum orientado a la multiplicidad, enriquecido por los diálogos y préstamos culturales internalizados en la autora misma, quien lleva varios años asentada en París, ciudad capital occidental, que le permite diseminar su sonido único por todo el mundo. Como sea, este álbum se constituye como una elocuente muestra de interculturalidad sonora, que lejos del supuesto choque de civilizaciones propuesto por algunos, viene, por el contrario, a engrosar la lista de músicos y artistas que experimentan, sintetizan y congregan ritmos y tradiciones de diferentes partes del mundo, generando así nuevas perspectivas dentro la comunicación humana.