26 de junio 2025.

Por Paulo Domic.
Fotografías por Matías Schwartz.

El icónico guitarrista sueco, Yngwie Malmsteen, tocó anoche en el Teatro Coliseo para un público leal que continúa apoyándolo pese a sus excentricidades, en esta celebración de los cuarenta años que lleva desarrollando su carrera solista. Más allá de todo lo que pueda decirse de él y su carrera, su virtuosismo, talento y destreza sigue siendo apabullante. Una leyenda viviente de las seis cuerdas que permanece vigente y que a sus 61 años no ha perdido ni un gramo de la magia neoclásica que emerge de sus manos.

Cuando con apenas 20 años emergió en 1983 como el guitarrista de Alcatrazz, la banda del ex cantante de Rainbow, Graham Bonnet, una explosión musical se vio en el horizonte. Si bien la velocidad en la guitarra ya era algo que estaban cultivando exponentes como Eddie Van Halen o Randy Rhoads, el escandinavo llevó un paso más allá la fusión del rock con la música clásica que inició Deep Purple y Ritchie Blackmore a inicios de la década de los 70, dando inicio al género del Metal Neoclásico que tan importante ha sido en el desarrollo de técnicas de ejecución de guitarra y para elevar el Heavy Metal a niveles épicos que luego derivaron en otros estilos como el Power Metal o el Metal Sinfónico. Por eso es un nombre muy importante en la historia del rock que, a la vez, se ha hecho infame por las erráticas decisiones que ha tomado a lo largo de su trayectoria.

Su culto a la propia personalidad lo volvieron insoportable para muchos compañeros de banda que debieron soportar su carácter difícil. Ello jamás le ha permitido tener una formación estable. Ese desfile de músicos y cantantes ha sido de también un atractivo para sus discos, donde es muy difícil encontrar miembros que repitan protagonismo. Pero le ha construido una reputación que lo tienen como uno de los niños terribles del metal y que hasta hoy no modera. No tiene ningún interés de cambiar la omnipotencia en su proyecto y hoy lo lleva a un extremo, prescindiendo de cualquier vocalista, tomando él ese rol sin tanta destreza como la de quienes en el pasado lo han acompañado, y siendo el total foco de atención de sus presentaciones en vivo, manteniendo en un segundo plano a los músicos con que toca.

Cuando Yngwie vino a Chile por primera vez a Chile, en Septiembre de 2001, al entonces Teatro Providencia, en la banda tenía como tecladista al recientemente salido de Dream Theater, Derek Sherinnian. En la voz, a otro ex Rainbow, el cantante Doogie White que, por esos años, era una de las voces más importantes de la escena mundial. Quienes estuvimos ahí, y en shows posteriores donde aún venía con músicos de renombre, no la tenemos muy fácil al momento de aceptar que ahora su autosuficiencia e interés por repartirse una torta más grande lo tiene tocando con músicos con un nivel secundario. Competentes sí, pero de una categoría bastante inferior. Pero hay que sacarse el prejuicio y entregarse al disfrute que de todas forma se vive aún en sus presentaciones.

Sin número de apertura, a las 21:00 se desató la furia vikinga con uno de sus más grandes clásicos: “Rising Force” del disco Odyssey de 1986. La locura se encendió inmediatamente entre los asistentes, quienes ya notaron que el tecladista y cantante, Nick Z. Marino, solamente cantó una de las estrofas y el primer coro antes de pasar de frente al solo de guitarra. Algo que en realidad ya viene haciendo desde hace un buen tiempo a esta hora, pero que descoloca mucho a quienes van con la ilusión de escuchar los temas completos y que no saben que ahora, lo que prioriza, son las partes instrumentales. Continuó con dos cortes de su disco World on Fire de 2016, “Top Down, Foot Down” y “Soldier” para continuar con su despliegue de solos veloces, melódicos y barrocos que son su marca registrada. Así permaneció hasta que, esta vez bajo su voz, interpretó la balada “Like an Angel” del Facing the Animal de 1997, que fue bastante familiar para muchos de los asistentes. Nuevamente, una estrofa, un coro y directo al solo.

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Continuando en clave instrumental, no pudo dejar de tocar las piezas clásicas que habitualmente incluye en sus conciertos para homenajear a sus grandes influencias. Bach y Paganini se hicieron presentes, así como también las instrumentales de su aclamado disco debut de 1984, Rising Force. Otro de los puntos altos fue “The Seventh Sign”, del disco homónimo, donde la gran capacidad de público que repletó el recinto coreó con fuerza el inmortal coro de ese himno de su repertorio.

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Para quienes admiramos a Yngwie, el músico, siempre será un deleite verlo volar por el mástil de su guitarra. Tal vez, algún nuevo fan que lo haya visto por primera vez pudo quedar insatisfecho con el show, cargado a lo instrumental y acortando las canciones cantadas. Otros, también pudieron sentir excesivo el volumen de la guitarra que, objetivamente, estaba muy alto y predominaba en exceso. Pero a estas alturas, quienes lo siguen conocen absolutamente sus aires de divo y excentricidades, sin dejar de ir a verlo para disfrutar de esa destreza casi sobrenatural con la que ejecuta su instrumento con esa identidad tan propia que ha sido una influencia para miles de músicos. Saben a lo que van y fueron cientos los que llegaron. Y todos ellos lo vieron en plenitud de condiciones, muy ágil, en excelente forma y totalmente vigente ya con seis décadas encima. Su carisma, despliegue escénico y virtuosismo tapan las numerosas y objetivas falencias que tienen sus presentaciones, pero claro, para gente menos conocedora de su esencia y que espera un estándar más alto, es probable que no haya sido uno de los mejores conciertos de sus vidas.

 

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Para el cierre con las inmortales “You Don’t Remember, I’ll Never Forget” y “Black Star”, contó con el coro incansable de su leal audiencia, que vibró intensamente con esos riffs que dejaron una huella profunda en el metal. Regalando uñetas y sonrisas, Yngwie Malmsteen culminó este quinto paso por Santiago, una ciudad que lo quiere mucho y que, de hecho, es la segunda en que tiene más oyentes mensuales en Spotify, luego de Sao Paulo. Probablemente volverá, de eso no hay mucha duda. Y seguramente no será tan diferente a lo que hemos visto en estos últimos quince años. Sin embargo, a las leyendas hay que respetarlas por lo que son, sin juzgar que ya no sean los de antes. Por ello, siempre será un privilegio poder verlo en acción, ya que sus dedos atesoran una parte importante de la historia del rock y el metal melódico moderno.

Setlist:
Rising Force
Top Down, Foot Down
Soldier
Into Valhalla / Baroque & Roll
Relentless Fury
Like an Angel (For April)
Now Your Ships Are Burned
Wolves at the Door
(Si Vis Pacem) Parabellum
Badinerie (Johann Sebastian Bach cover)
Paganini’s 4th / Adagio
Far Beyond the Sun / Bohemian Rhapsody
Seventh Sign
Toccata
Fire and Ice
Evil Eye
Smoke on the Water (Deep Purple cover)
Trilogy (Vengeance)
Guitar Solo (1000 Cuts) / Overture
Blue
Fugue / Guitar Solo
You Don’t Remember, I’ll Never Forget
Black Star

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