Artista invitada: Antonella Sigala.
12 de Abril 2023.

Por Amaranta Cartes.
Fotografías por Javier Martínez.

Isabel Geoffroy es el verdadero nombre de la artista francesa que visitó anoche el Teatro Caupolicán. Quienes fueron a escucharla la conocen como Zaz y la esperaban para volver a recibir su calidez en un encuentro que no es novedoso, pero que siempre es fresco. Esto, debido a que la francesa ya ha pasado por Chile en otras tres ocasiones, siempre con un nuevo disco bajo el brazo, para ser compartido con una audiencia que canta cada canción a pesar de no conocer, en su mayoría, el idioma. Luego de presentarse por primera vez en 2014 con su segundo disco Recto Verso, Zaz retornó en 2015 con Paris, el tercero, y nuevamente en 2016 con Sur La Route, un repaso de sus primeras giras en vivo. Su éxito dentro de Chile no hizo más que crecer a lo largo de esos años de relación cercana. Comenzó en el Teatro Nescafé de las Artes, se trasladó luego al Caupolicán y terminó por pisar el Movistar Arena. Sin embargo, entre recesos propios y pandemias mundiales, la recurrencia de las visitas disminuyó y sin darnos cuenta, siete años habían pasado desde el último regreso de Isabel, la chica de la voz sagrada. Esta vez volvió a presentar un quinto disco, Isa, publicado en 2021. No es extraño, por tanto, que la noche del 11 de abril de 2023 haya sido un reencuentro mágico en el emblemático recinto de San Diego.

La jornada musical comenzó con la presentación de Antonella Sigala, cantante y autora chilena con un estilo completamente acorde al de la artista principal. Antonella ya había compartido escenario con artistas de la talla de Michael Bublé, a quien teloneó el año pasado. Fue vocalista de la Old Fashion Jazz Band y también desde su carrera solista, se sitúa estilísticamente en los años 20, pero del siglo pasado. Resulta simbólico que su creación y sus lanzamientos hayan ocurrido desde el comienzo de la pandemia, dado que es la década de principio de siglo la que mueve su sonido, en una reencarnación de altísima calidad de ese jazz de big band, digerible y a ratos más huachaca. Si tan solo, es el EP que dominó la presentación de la telonera, quien había estado hace pocas semanas en el Festival Womad y de quien probablemente escucharemos cada vez más. Canciones como “Si tan solo”, “París” y “Bésame”, encantaron al público, al que la cantante agradeció regalando girasoles y dejando el ambiente preparado para los oídos que, encantados con su voz, querían también tener el gusto de escuchar a Zaz.

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Como en cualquier concierto, los músicos salieron al escenario y comenzaron a tocar, pero apenas la voz acuosa de Zaz se escuchó por los parlantes interpretando “Les jours heureux”, el desconcierto se adueñó de los asistentes, pues no veían a la vocalista sobre el escenario. Pronto se dieron cuenta de que se encontraba caminando entre las sillas de la cancha, cantando dentro del espacio del público, saludando y dando la mano a quien quisiera compartir su energía de cerca con ella. El inicio próximo y cálido, marcó la tónica de un espectáculo que, más que un concierto, fue una misa, un ritual en que se honra a la naturaleza, a la conexión entre las personas y las cosas a través de la música. No sin razón, el tour que Zaz trae este año se titula Organique Tour y su forma de desenvolverse en plena conexión con el público muestra, sin duda, esa organicidad que quiere entregar y que trataremos de dar a conocer.

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Comencemos por la escenografía. Luces cálidas provienen del suelo y del cielo, y se sitúan frente a un telón estrellado que enmarca a los músicos que salen vestidos todos de la misma manera. Pequeñas luces como velas rodean todo el escenario y le dan una calidez que no se va nunca, incluso con las luces apagadas. Luego de interpretar “Imagine”, de su último disco, Zaz buscó sus lentes para leer y sacó una hoja blanca en la que escribió, en español, una explicación acerca de la decoración propuesta. Quiso celebrar 5 elementos, dijo: tierra, agua, aire, fuego y nosotros. Explicó que las velas las enciende cuando quiere recordar, en momentos de tristeza, que aún hay un fuego dentro de ella y que lo simbólico, todo aquello que presentó cariñosamente al público, convierte los invisible en visible. Así arrancó, con toda su espiritualidad por delante, y el público la acompañó cantando “Si jamais j’oublie”.

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Pasemos al sonido. La versátil voz de la artista tiene la virtud de sonar tal como lo hace en el estudio, pero sin ser perfecta, porque es la imperfección y su volatilidad la que la caracteriza. Este elemento no deja de ser tremendamente importante en un concierto donde los idiomas entre los interlocutores no coinciden. Es la música y la autenticidad de esta la que permite la conexión, pero Zaz va más allá. Invita a bailar al público con “Qué vendrá”, canción que, además, tiene el coro en castellano. Con “Ma valse”, invita al público a acompañarla con un simple “mmmmm” y con “Les Passants”, canción de sobra conocida por todos, queda claro que es la música el idioma que prima, la conexión que supera la lengua, pero que se convierte en lo que en el fondo siempre ha sido, un lenguaje.

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Por último, la energía desbordante de la cantante no es un elemento que pueda dejar de considerarse para entender el fenómeno orgánico que genera su presencia en un teatro. Zaz ya es famosa por ser “loquilla”, despreocupada, despojada de prejuicios y alegre y es justamente la transmisión de esa energía la que permite que el evento se convierta en más que una simple relación de dos interlocutores. Lo que logra esta artista es convertir a todo el Caupolicán en un gran ritual que proyecta energía positiva hacia el mundo. El momento más destacado del show que pudo reflejar este rasgo, fue la sección más ligada al jazz, tan propio del sonido de Zaz, la chanson parisina, el gypsi jazz y el folk, sonaron más que nada en “Comme ci, comme ça”, “Paris sera toujours Paris” y “Laissez-moi”, las que una tras otra la tuvieron saltando y corriendo de un lado al otro del escenario. Con gritos guturales y juegos con el público que se vio obligado a perder el pudor repitiendo los complicados juegos de voz que caracterizan a Zaz en sus improvisaciones. Sin embargo, la propuesta de transición hacia un final más tranquilo con “La fée”, “Tout là haut” y “Esta tarde” (sí, la de Armando Manzanero) no bajó en ningún momento la intensidad de la noche y generó la expectación necesaria para terminar con tres canciones profundamente amadas por la audiencia: “Éblouie par la nuit”, “On ira” y, por supuesto, “Je veux”, la canción que la llevó a la fama internacional y que emociona por su alegría esperanzadora. Ver a Zaz actuando es ver a una persona auténticamente feliz, que a cada momento no puede creer lo que ocurre frente a sus ojos. La sorpresa y la ingenuidad de su expresión es lo que impide quitarle los ojos de encima. Y esa forma de no perder la capacidad de impresión, la transmite y la comparte.

Ya con el ritual completo, el público aplaudía de pie, pidiendo más de esa catarsis colectiva. Volvieron los músicos para seguir contagiando vitalidad con “Chant des grives”, “Dans ma rue” y la versión más prendida que ha existido jamás de “La vie en rose” de Edith Piaf. ¿Qué es ese elemento que Zaz inventa? ¿Qué es ese “nosotros” que ella añade a su entendimiento de la naturaleza? Es lo que le da sentido a la música como experiencia compartida. Si bien la música puede existir como vivencia individual, sin nosotros, el público, no habría nada que le diera sentido a su existencia. El “nosotros” es aquel elemento que solo existe cuando se reconocen mutuamente ambas partes de la ecuación musical, quien la toca y quien la escucha, compartiendo un espíritu en ese momento. Ese “nosotros” es un elemento que trasciende el entendimiento racional de una letra o de un idioma, y solo se concentra en vivir el momento junto a otros.

Setlist:
Les jours heureux
Imagine
Si jamais j’oublie
Qué vendrá
De couleurs vives
Ma valse
Les Passants
Comme-ci, comme-ça
Paris sera toujours Paris
Laissez-moi
On s’en remet jamais
La fée
Tout là haut
Esta tarde
Serendipia
Éblouie par la nuit
On ira
Je veux

Encore:
Chant des grives
Dans ma rue
La vie en rose

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