Por Jaime Farfán.

En el libro de la historia de la música moderna, Arcade Fire merecería un capítulo propio. Para buena parte de los nacidos en las vecindades de los noventa, varias canciones de estos símbolos de la era del indie rock, son prácticamente himnos generacionales. Mientras más viejo nos ponemos más difícil se hace escuchar temas como “Wake up” o “Rebellion (Lies)” sin que nuestro corazón se salte un latido. Después de dos memorables shows en Chile, el primero en el Parque O’higgins, cuando envueltos en cientos de brillantes espejos encabezaron el cartel del Lollapalooza justo una década atrás, y el segundo en medio del ring armado en el Movistar Arena por el 2017, la banda ha pasado por experiencias duras y reestructuraciones inevitables. En su regreso al país, el próximo sábado 16 de marzo en la versión del Lollapalooza de este año, vendrán a responder la gran interrogante que los envuelve en su última etapa ¿qué pasa con las estrellas al caer a la tierra?

Hablar de los inicios de los canadienses es hablar del nacimiento de la fiebre del indie del 2010. Por el año 2001, un joven músico aficionado, de sangre norteamericana, llamado Win Butler, junto a su amigo y compañero de estudios Josh Deu, llamaron Arcade Fire al proyecto donde vertían libremente sus primeras ideas musicales. Por la primera formación pasaron varios nombres pero ninguno más importante que Régine Chassagne, la talentosa multiinstrumentista que posteriormente se casó con Butler. Después de unos tumultuosos inicios, que significaron constante cambios de miembros, la salida de Deu, la grabación de un EP que tuvo un éxito inesperado, e incluso una pelea a todo ritmo tras un show en vivo, lograron una alineación fija en la que se añadió el hermano del líder, Will Butler, Tim Kigsbury como bajista y Richard Reed Parry. Tenían una química atractiva sobre el escenario y un sonido novedoso y prometedor, por lo que Merge Records se la jugó por ayudarles a grabar su primer disco.

Así nació Funeral, un álbum sombrío y complejo, atrapado en un suspiro, en alrededor de una semana en un pequeño estudio de Montreal. Inspirado en las recientes pérdidas familiares de algunos de los miembros de la banda, resultó en una pieza musical brillante, muy humana y emocionalmente explosiva. Tanta honestidad no pasó desapercibida y la fama fue inmediata, todos los focos y la crítica especializada alababan los talentos de los hermanos Butler y compañía. Grabado en análogo, lograron capturar la ansiedad, la frustración, el drama y las tragedias de toda una generación expectante por una redención.

Funeral sonaba y aún suena atractivo porque es una botella de emociones contenidas. Rabia ardiendo en “Neighborbood #3 (Power Out)” o una promesa de amor eterno en “Crown of Love”, o las experiencias de Régine Chassagne como migrante, en una nación convulsionada por la dictadura en “Haití”. Tiene mucho de convocatoria, suenan los tambores de marcha para aquellos que se resisten a crecer en “Wake Up” y también azuzan una desafiante rebeldía contra la conformidad en “Rebellion (Lies)”. En el disco de diez temas los jóvenes canadienses vertieron su corazón, y vendieron medio millón de copias mundialmente casi sin ninguna promoción.

En un parpadeo, saltaron de los bares y pequeños clubs de Quebec a una gira internacional y fechas en destacados festivales. El año 2005 llegaron a tocar en vivo con David Bowie y luego a telonear a U2. El fenómeno Arcade Fire subía como la espuma, eran una fuerza imparable, sonaban en comerciales, películas o aportaban con temas originales a series de HBO. En medio de todo ese movimiento, compraron una vieja iglesia abandonada en Canadá, la habilitaron de estudio y se refugiaron ahí. En ese lugar grabaron Neon Bible del 2007, un álbum autoproducido, con profundas raíces en la cultura norteamericana, donde utilizan de imaginería la televisión y el océano profundo, símbolo de falta de control.

El resultado es un disco opuesto a su antecesor, amplio y orquestal. Win Butler se arma con una guitarra y apunta directo a los grandes enemigos de su tiempo, el consumismo en “Ocean of Noise”, los peligros del fanatismo religioso en “Antichrist Television Blues” y el aislamiento en las pantallas en “Black Mirror”, idea que inspiró la serie británica del mismo nombre. Los aires distópicos son palpables en “Windowsill” y en la épica “My Body is a Cage”. Fue un segundo éxito para la crítica, más moderado en ventas, pero que les permitió hacerse conocidos como una banda de culto. El fervor de esa época quedó retratado en el documental experimental Miroir Noir de Vincent Morriset, que alterna momentos de la grabación y de la gira promocional que acompañó al álbum.

Todos estaban pendientes del próximo paso. El asunto ya había trascendido la escena alternativa y el siguiente golpe debería ser certero. Uno de los primeros vídeos promocionales en “Ready to Start” los mostró renovados, armados de guitarras ásperas, pelos rapados y una reflexiva nostalgia respecto a los viejos tiempos y los viejos barrios. De eso se trató The Suburbs, la nueva etapa de la banda, que por el 2010 los consolidó mundialmente como estrellas del rock alternativo. Llamado por Butler “una carta desde los suburbios” es un trabajo de temática más ligera que los anteriores, pero no por ello menos cercano.

A través de los dieciséis cortes que componen su versión original, se palpan tensiones apocalípticas entretejidas entre deliciosos riffs de guitarras, con canciones como “Suburban War” y “Modern Man”. El tema que abre y que da el nombre al LP, “The Suburbs” es una poderosa oda a la pérdida de la inocencia, mientras que Chassagne brilla en la deliciosa balada disco “Sprawl II (Mountains beyond Mountains)” cantando sobre el constante deseo de perderse en la multitud. Redondo, con varios temas atrevidos y experimentales, les significó ganar el Grammy a Álbum del Año el 2011. Arcade Fire alcanzaba el estrellato.

La siguiente etapa fue aún más revolucionaria, abstracta y significó un cambio importante en la fórmula tipo himno indie rock que venían practicando hasta el momento. El proyecto era ambicioso, querían sonar crudos y reales. Para lograrlo, Butler buscó inspiración en sonidos latinos, en las frenéticas fiestas nocturnas del Haití que conocían de primera mano, en los hipnóticos ritmos de tambor que sonaban en las playas de Jamaica, y sumó como productor a James Murphy, líder de la banda amiga LCD Soundsystem. Tras una campaña de marketing viral que incluyó varios carteles, stencils y misteriosos videos promocionales, lanzaron el año 2013 Reflektor, un álbum doble inspirado en la música haitiana, en el mito griego de Orfeo y un ensayo filosófico de Kierkegaard.

El single promocional, “Reflektor”, incluyó una de las últimas colaboraciones de David Bowie, y es una deliciosa mezcla de dance, rock y música disco. Es guiada por los tambores de los percusionistas haitianos Wilkinson Duprate y Verrieux Zile, y aún hoy suena totalmente cautivante y atemporal. En “Here comes the Night Time” destacan mayormente los ritmos africanos, en una celebración hacia la fiesta y la vida nocturna. Las ásperas vetas rockeras salen a relucir en “Normal Person” y en la candente “Joan of Arc”. El segundo lado de la placa es suave y melódico, incluyendo la emocionante balada “Awful Sound (Oh Eurydice)” y el infaltable himno “Afterlife”. Fue otro éxito de ventas y para la crítica, un poco más polémico que los anteriores por su sonido confuso y experimental, pero igualmente atractivo y amado por los seguidores. La gira de ese año los trajo a su debut en Chile, un día 30 de marzo del 2014. Frente a un escenario de espejos geométricos, reafirmaron ante la atónita audiencia local la gran energía y calidad de sus espectáculos en vivo.

La racha de los niños bonitos de la crítica se vino abajo con Everything Now, el quinto nombre en la trayectoria discográfica de la banda, cuyo concepto amigable y digerible fue recibido con una respuesta dispar tanto por fanáticos y especialistas. El proyecto, basado nuevamente en una visión distópica de la actualidad y la necesidad imperiosa de tener “todo ahora”, fue ambicioso pero nunca subió del todo, atrapado por el peso de varios temas olvidables. Sin embargo, contiene alguno de los puntos altos del grupo y algunos de los singles más reproducidos en streaming, como la homónima “Everything Now”, la maestría repetitiva de “Put your Money on Me” y la rescatable balada “We don’t deserve Love”, que en retrospectiva, surge como una de las últimas chispas de honesta genialidad de los canadienses.

Dicho traspié no detuvo la poderosa máquina que era Arcade Fire por esos años, y el “Infinite Content Tour” los trajo de regreso a Chile el 2017, con Bomba Estéreo como teloneros. Para la ocasión se armó una escenografía de un ring en el medio de un repleto Movistar Arena, y vestidos como boxeadores, los canadienses subieron por entremedio del público a entregar una presentación inolvidable. Tenían singles de sobra para dejarte knock-out, y fue un hermoso recorrido por la carrera artística de una banda consolidada, emergiendo victoriosos con los puños en alto. Todo estaba perfecto.

Los siguientes golpes fueron bajos e impredecibles. Primero la pandemia. En el encierro, Butler escribió el nuevo disco de la banda, We, que se lanzó el 2022 y fue recibido tibiamente. Había energía en los primeros singles “The Lightning I, II” pero algo no estaba totalmente funcional. El siguiente fue la salida de la agrupación de Will Butler, quien argumentó querer enfocarse en proyectos personales. El golpe final vino en agosto, cuando salieron a la luz las denuncias de conductas sexuales inapropiadas que Win Butler recibió por parte de cuatro fans, entre los años 2016-2020. El cantante, apoyado por su pareja, Chassagne, negó las acusaciones, pidió disculpas y prometió aprendizaje pero ya no hubo vuelta atrás. El brillo se apagó, y el tour promocional de “We” se fue desarmando por el camino.

Al final hay una simple verdad. Cuando las estrellas caen a la tierra son solo de piedra y meteorito, o tan solo humanos. La modernidad, aquel amplio concepto del que fue tan crítico Win Butler en sus letras, finalmente, los termina atrapando y exponiendo en sus propias miserias y contradicciones. ¿Es la música responsable de los errores de sus emisores? Pregunta vieja sin respuesta aún. ¿Es el castigo el silencio? No creo que sea yo quien lo sepa. Quiénes son Arcade Fire, tras tanto cambio, es lo que nos resulta más curioso ¿está aún la chispa de la que era una de las mejores bandas para ver en vivo? Todo se revelará el próximo sábado 16 de marzo en el Parque Cerrillos en lo que será el regreso de los canadienses, después de haber subido del infierno al cielo y viceversa, diez años después de su debut local, en un nueva versión del festival Lollapalooza Chile.

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