Por Francisca Neira.

Si bien Black Panther es la primera entrega del Universo Cinematográfico Marvel para este año 2018, quizá sería más justo decir que es la primera entrega de un universo totalmente propio. Es que Black Panther está vinculado con otros personajes, películas (ya lo habíamos visto en Capitán América: Civil War) y con el formato de la narrativa y la construcción del superhéroe; sin embargo, al mismo tiempo se distancia de ciertos lugares comunes propios del género y se desarrolla en un espacio imaginado precisamente para ello: Wakanda.

Así, la historia (basada en el personaje creado en 1966 por Stan Lee y Jack Kirby para Los cuatro Fantásticos y que luego se desarrollaría en un cómic propio) nos presenta a T’Challa (Chadwick Boseman) quien, tras la muerte de su padre, debe hacerse cargo del reinado de la ficticia Wakanda, África, y convertirse en la Pantera Negra que ha de protegerla. Esta nación es inmensamente rica y tecnologizada gracias a la posesión del vibranio, metal ligero, altamente resistente y capaz de absorber todo tipo de vibraciones, lo que lo convierte en la materia prima para la construcción de diversos tipos de armas y pone a todo el país en una posición estratégica y vulnerable a la vez. Esto es lo que nos lleva a mirar la película desde dos prismas.

Por una parte, la creación de este país africano, escondido del resto del mundo en medio de la naturaleza del continente, resulta en la simbiosis de una estética futurista caracterizada por grandes construcciones y adelantos científicos que permiten que sus habitantes tengan una muy buena calidad de vida y la presencia de elementos tribales que vemos, principalmente, en los vestuarios, la música (a cargo de Ludwig Göransson) y los rituales que se llevan a cabo en momentos importantes de la vida individual y colectiva de los personajes y de la nación, respectivamente.

Lo realmente interesante es que lo escondida que se encuentra Wakanda nos obliga a poner en marcha la reflexión acerca de una serie de prejuicios asumidos por el mundo occidental acerca de la condición en que se encuentran ciertos países del llamado “tercer mundo” y el desconocimiento de la realidad global por parte de las potencias económico-militares que traen de vuelta conceptos como imperialismo y colonización, provocando temores y resentimientos que, desde una perspectiva constructiva, se evidencian en la cinta.

Por otra parte, esta producción nos enfrenta a una historia compleja que no solo muestra el camino que el héroe debe recorrer para convertirse en tal, sino que considera para su desarrollo tópicos referidos a la realidad cultural occidental de, por lo menos, los últimos cien años. En ese sentido, el director Ryan Coogler y el guionista Joe Robert Cole, supieron orquestar a la perfección una narración fantástica que trata de temas reales, tales como la marginación y la falta de oportunidades de la gente de color en Estados Unidos y la histórica lucha por los derechos civiles de la población afroamericana, que se plantea explícita e implícitamente en el film y que se ve graficada en la construcción de la personalidad del antagonista Erik Killmonger (Michael B. Jordan), un villano admirable que genera sentimientos encontrados y que se roba gran parte del contenido de la trama de los 134 minutos de proyección.

Otros personajes que se convierten en pilares fundamentales de Black Panther son Nakia (Lupita Nyong’o), guerrera que no comparte la forma en que se ha liderado históricamente a la nación y que junto a Okoye (Danai Gurira), líder de la Dora Milaje (guardia femenina de la realeza de Wakanda), representan la valentía, el arrojo y la fuerza física de todo su pueblo. Shuri (Laetitia Wright), por su parte, es la hermana adolescente del rey y la científica que provee de todos los artefactos tecnológicos a la Pantera Negra, asumiendo un rol que pocas veces recae en personajes femeninos y que nos acerca a la película en un contexto de reivindicaciones femeninas y el empoderamiento de las mujeres en la vida pública y privada.

Mención aparte es la discusión que se pudiera generar en torno a que gran parte del elenco y del equipo de producción es conformado por profesionales afroamericanos, siendo Martin Freeman y Andy Serkis personajes blancos que dan a sabor a la cinta, pero, en ningún caso, la sostienen.

De esta forma, pareciera que Black Panther no es la mejor ni la peor película de superhéroes, pero no hay duda de que es una gran película que nos habla de sutilezas en las formas (a algunos les podrá faltar sangre y batallas, aunque las que hay son coreografiadas magistralmente), de la belleza estética, de las grandes problemáticas culturales en boga actualmente, del hacernos cargo de nuestras responsabilidades y del cuestionamiento a la autoridad. Es el tipo de películas y de historias que merecen ser contadas a niños y adolescentes (adultos y ancianos también) de todos los colores, de todas las razas.