Por Carlos Barahona.
Hablamos con los integrantes de Vulkan en la antesala de su primera visita a Chile, donde debutarán en el festival CL. Prog 2026. Los suecos, con una dilatada trayectoria, reflexionan sobre su historia, su sonido, las influencias que los han marcado, y la emoción de presentarse ante uno de los públicos más apasionados de Sudamérica.
¿Cómo se sienten respecto a visitar Chile y tocar por primera vez?
Nos tiene genuinamente entusiasmados. La sensación compartida es de expectativa y, al mismo tiempo, de aventura: para varios de nosotros será la primera vez en Sudamérica y, para alguno, incluso la primera vez cruzando el Atlántico. Eso ya imprime un tono especial al viaje. Nos repetimos entre risas que “va a ser increíble”, y no lo decimos por cumplir: hay una necesidad verdadera de poner nuestro show frente a un público nuevo, medir esa energía en vivo y dejar que las canciones hagan lo que mejor hacen—conectar. Quienes ya han tocado en Santiago con otros proyectos recuerdan una respuesta muy intensa; esa memoria se contagia al resto del grupo y refuerza la idea de que no vamos solo a presentarnos, sino a vivir una experiencia con la gente.
¿Qué saben de nuestro país y qué esperan?
Sabemos que es un país de geografía extrema y alargada, algo que—salvando distancias—nos hace mirarnos un poco en el espejo de casa. Nos intrigan los paisajes: montañas, desierto, costa; esa variedad condensa una paleta visual que inevitablemente influye en el ánimo cuando giras. También hay un reconocimiento afectuoso: Chile y Suecia han tejido una relación amistosa a través de los años; nos gustaría que esta visita sea un pequeño capítulo musical más en esa historia. Y, sí, el fútbol siempre aparece en la conversación: nombres como Alexis Sánchez son referencias comunes que ayudan a acercar mundos (risas). Pero, sobre todo, esperamos conocer gente, salir de la burbuja del backstage, ver y oír cómo suena la ciudad más allá del escenario.
¿Qué significa para ustedes ser parte de un festival progresivo como CL. Prog?
Lo sentimos como una validación natural del camino que hemos recorrido. Llevamos tocando juntos desde 2004; durante mucho tiempo dejamos que la música circulara sin obsesionarnos con el ‘cómo venderla’. Eso tiene belleza y costo: creces más lento, pero creces con identidad. Que un festival con curaduría prog nos abra la puerta dice que alguien escuchó con atención y encontró allí una propuesta. También es una responsabilidad artística: estos públicos llegan con escucha atenta, entrenada. No basta con ejecutar; hay que contar una historia sonora que tenga arco, respiración, densidad. Estar en el cartel de CL Prog nos pone en ese lugar que nos gusta: hacer canciones que resistan la lupa y, a la vez, exploten en vivo.
¿Cómo ven hoy la escena global del rock progresivo?
Hay una hiper-especialización técnica en muchas propuestas contemporáneas: bandas muy virtuosas, con arreglos milimétricos, métricas complejas y producción quirúrgica. Respetamos ese trabajo, pero no es el único eje que nos interesa. En nuestras escuchas cotidianas aparecen los clásicos del metal y del rock alternativo -Opeth, Tool, Mastodon-, y también otras estéticas que llevan la progresión a lugares menos obvios. Si tiramos de la memoria reciente, ‘Sound Awake’ de Karnivool fue un hito: ayudó a emplazar cierta sensibilidad moderna del prog—espacial, textural, emocional—sin caer necesariamente en la pirotecnia per se. Dicho eso, no vamos a describirnos como ‘prog metal’ a secas. Somos mezcla: prog, metal, rock, atmósfera. En Vulkan, la técnica sirve a la canción, no la define. Y algo que valoramos muchísimo de esta escena: su comunidad. El público prog, músicos y oyentes, tienden a ser apasionados y dedicados; ese ecosistema te empuja a ser mejor.
Su sonido equilibra peso, melodía y atmósfera, y los comparan con Tool o The Mars Volta. ¿Cómo definen su identidad musical?
Aceptamos esas referencias porque están en nuestro ADN como oyentes, pero nuestra identidad se cocina con muchas capas. Escuchamos desde Foo Fighters hasta pop contemporáneo, del metal clásico a búsquedas más ambientales. Por eso nos cuesta encerrar lo que hacemos en una sola etiqueta. Cuando necesitamos una descripción breve, decimos ‘heavy prog’: nos permite enunciar el peso y la exploración sin prometer virtuosismo por el virtuosismo. En algún momento hasta jugamos con el término “Prock”, una broma interna que subraya nuestra incomodidad con las etiquetas cerradas. En el fondo, preferimos que la gente nombre lo que escucha: si el oyente siente paisaje, viaje, tensión, catarsis, ahí está nuestra definición.
Su álbum “Teknatura” explora la tensión entre naturaleza y tecnología e incluye canciones en sueco. ¿Cómo los representa hoy?
Teknatura marcó una maduración evidente. No solo por el concepto—esa fricción entre lo orgánico y lo maquínico que nos obsesiona—sino porque, desde que se sumaron Christian, Oscar y Ole, la banda encontró una química estable. Hoy hablamos el mismo idioma musical: cuando alguien propone una textura, un patrón rítmico o una línea melódica, los demás entienden de qué emoción se trata. Cantar en sueco abrió otra puerta: hay colores fonéticos y acentos rítmicos que no aparecen igual en otros idiomas. Si preguntas cómo nos representa hoy, diríamos que sella un método: ideas claras, producción que respira y un norte emocional inequívoco.
¿Están trabajando en nuevo material o habrá adelantos antes del festival?
Sí, hay un nuevo álbum en curso, aún sin fecha oficial pero avanzando. No hemos grabado todo, aunque el mapa está trazado. La intención—sin prometer en exceso—es publicar uno o dos sencillos antes de viajar y, si encaja, probar material nuevo en el escenario chileno. Nos atrae esa liturgia: presentar una canción donde nunca nos han visto, medir su respiración en un público virgen respecto a la banda. Si funciona ahí, funciona de verdad.
CL Prog reúne público prog, metal y experimental. ¿Qué energía o mensaje quieren compartir en su set?
Energía, emoción y canción. En ese orden, pero todas juntas. Queremos sintonizar con la sala: que se note el peso cuando tiene que golpear, que la melodía tenga espacio para quedarse y que la atmósfera no sea solo adorno, sino narración. Hemos visto tomas del festival y la vibra luce formidable; ojalá ese ida y vuelta se dé desde el primer compás. La meta: que, al final, haya rostros transpirados y miradas cómplices—las de ustedes y las nuestras—y la sensación de que algo pasó que no se repite igual fuera de esa noche.
¿Qué mensaje les gustaría enviar a sus fans chilenos y latinoamericanos que esperan verlos por primera vez en vivo?
Gracias. De verdad. Que una banda pequeña de Suecia cruce pantallas y llegue a sus oídos en Chile es uno de los buenos regalos de esta época tecnológica. Prometemos llegar preparados: sí, haremos lo posible por mejorar el español y con un show que queremos atesorar por años. Ojalá sea la primera de muchas. Y ojalá, cuando bajemos del escenario, sintamos todos que lo que se escuchó solo podía pasar en Chile, esa noche y con esa gente.

