Describir lo despampanante que resulta el cine surcoreano ya no es una novedad. El revés de la trama, las singularidades del guion y los entuertos constantes en medio de un desequilibrio personal o social, llegan como cachetazos a mano abierta a los ojos de los espectadores. Dentro de la continuidad hegemónica de sus directores resaltan nombres como el de Bong Joon-ho con su laureada Parásitos (2019) y Park Chan-wook (Trilogía de la venganza), quien, por estos días, está por estrenar en nuestro país, su más reciente película: “La decisión de partir”.

Con las características esenciales del cine negro norteamericano de la primera mitad del siglo pasado, Chan-wook evita dormirse en los laureles de su filmografía anterior y crea una historia donde rebasa las premisas arquitectónicas del Género y las hace bailar al ritmo que él y de su recurrente guionista Chung Seo-kyung, estiman conveniente.

Un detective, cargado con una consciente nube existencialista, debe investigar la sospechosa muerte de un tipo que yace tendido a los pies de una montaña. Sore, la mujer del muerto, se encumbra poco a poco como la principal sospechosa del crimen. La trama comienza a complicarse cuando el romance aflora entre ambos, encumbrando a una como la clásica mujer fatal y al otro como el detective fracasado que no sabe separar su trabajo de su paupérrima vida. La historia ya es atrapante y lo logra aún más con la calidad con que se filmó está película en cuanto a montaje, edición y dirección. Infinidad de anacronías breves se van sucediendo una y otra vez en la historia cronológica.

Los personajes se van superponiendo en la pantalla cuando en realidad no debiesen estar ahí. Así, como si nos introdujéramos en un torbellino de emociones, nos vemos insertos en medio del desastre que, tras cada segundo, se percibe. La mano de su director se nota en cada escena y su perspectiva caleidoscópica no hace más que darle nuevos atributos. Recordemos, por lo demás, que Park Chan-wook ganó por esta película, el año recién pasado, el premio al Mejor Director en el prestigioso Festival de Cannes.

Mención aparte merecen los protagonistas, el detective Jang Hae-jun y Son Seo-rae y su increíble compenetración ambigua, que ronda entre el romance descontrolado y la sospecha recurrente. El primero, encarnado por Park Hae-il, convive con un amargor constante, pisa sobre algodones y su vida trastabilla tras cado paso. Son Seo-rae, el personaje representado por Tang Wei, genera un extraño sentimiento de incomprensión y empatía, tal como la mejor descripción de un personaje imposible de interpretar. A los protagonistas, se suma un variopinto de personajes que también les dan un significativo contexto a los hechos, desde la irritabilidad de Jung-an (Lee Jung-hyun) a los pseudo espacios de comedia encarnados por su ayudante en la investigación.

Una película, a todas luces, que vale la pena ver. Desenfadada en cuanto a las marcas del Género Negro, pero siempre manteniéndose al pie del cañón, aleándolo de manera espectacular con la estética surcoreana que tanto nos gusta. Historia, actuaciones y dirección de alta calidad dan como resultado una película que deja un sabor dulce en la boca. O amargo, si lo prefiere y es de su gusto.

Estreno en cines: jueves 12 de enero