Me llamo Sebastián en Sala SCD Bellavista: Que la música no pare nunca
7 de septiembre 2019.

Por Constanza Paredes.
Fotografías por Fernanda Lazo.

La libertad de poder ser uno mismo siempre ha estado en cuestionamiento. A veces, pareciera ser como si realmente se hubiera conseguido: marchas por los derechos de la diversidad, legislaciones en pro del aborto, movimientos multiculturales. Sin embargo, a veces pareciera ser que hay gente que quiere opacar y retroceder en esas temáticas, es ahí cuando el trabajo de personas como Me llamo Sebastián cobra mucho más sentido, pues es una invitación a poder ser sin miedo a perder, aunque más que sin miedo, es una invitación a entender que incluso con miedo uno puede seguir siendo uno, a través de su ropa, de sus gestos, de la música y los gustos.

Lo ocurrido anoche en la Sala SCD de Bellavista fue una demostración de lo importante que es la esencia personal de los artistas para la creación de sus canciones. Me llamo Sebastián tiene canciones pegajosas, pero de una mística y profundidad que a veces cuesta dimensionar, por eso anoche no fue extraño ver a muchos secar lágrimas y abrazarse mutuamente cuando aparecían las letras más intensas y crudas en muchos sentidos.

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La noche comenzó con el protagonista contándonos la historia de cómo conoció a Lizbeth Román en una playa en Puerto Rico, donde terminó la gira (que él mismo inventó, dijo bromeando) que comenzó en México. “La bruja” fue la canción con la que quiso conocernos; de una voz profunda y suave, nos hizo suspirar con su letra, su guitarra y su estilo un poco agitanado. Pese a los problemas de sonido con su guitarra al comienzo, el espacio íntimo de la sala nos permitió escuchar cada acorde y cada nota. Su amabilidad y cercanía fue la mejor forma de comenzar con lo que sería una noche intensa llena de cantos y aplausos.

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Luego de la interesante presentación de la cantante puertorriqueña, aparecieron en el escenario Max y Sebastián, con vestimentas llamativas y coloridas como las que están acostumbrados sus fans en cada una de sus presentaciones. La primera fue “Baila como hombre”, que generó nostalgia y sonrisas inmediatas. Con arreglos en piano y una voz desgarradora cada uno de los asistentes hizo propias cada palabra de la canción, porque muchos de los presentes probablemente escuchamos alguna vez anda como hombre/anda como mujer, pero Sebastián, con sus letras biográficas, sabe perfectamente cómo invitarnos a ignorar los cuestionamientos y prejuicios del resto, fue así como al terminar la canción todos cantamos fuerte y claro ya no te vamos a escuchar, solo nos escucharemos nosotros mismos. Sin detenerse con el piano continuó “Niños rosados”, una canción que sacó lágrimas, ¿por qué deber seguir un solo estándar para todos si hay millones de colores, si hay mujeres que quieren jugar más con autos que con muñecas y hombres que quieren jugar más con muñecas que con autos?; es imposible no recordar un poco a Lemebel con esta canción y sentir cómo algunos nacen con una alita rota y debemos aprender a volar así, sanar esa alita para ser fieles a uno mismo, eso es lo que hace la música de este cantante nacional que agotó sus entradas en Santiago, rompe los prejuicios e invita a ser uno sin culpa, con una propuesta novedosa, colorida, llena de sus recuerdos de infancia a través de las imágenes de animé.

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Siguió avanzando la noche, bromeó con la deportación y la música jamás se detuvo, los sintetizadores sonaron en todo momento y él se detenía solo de vez en cuando para tomar un sorbo de agua, pues cada canción lo llamaba a improvisar y agregar arreglos con su voz. Aparecieron “Sol cuídate” y “El dolor es un momento”, porque como dice su canción, no es tan terrible enfrentarse a lo solo que estamos, los momentos como anoche ayudan a mirar esos miedos y soledades itinerantes a los ojos y entender como dice su canción “El valor” que justamente eso vendrá desde el mismo lugar que el miedo. Por eso, el hecho de que la música no parara en ningún momento, fue la enseñanza de tener que seguir pese a todo lo que nos rodea, porque el dolor es solo un momento, y no está mal sentirlo de vez en cuando, pero no hay que olvidar aquellas cosas que siempre estarán alrededor y permanecen cuando más lo necesitamos.

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La mejor manera de terminar una noche hermosa, íntima, con risas y llantos intermitentes, con una versión nueva de “La cuncuna amarilla” transformándola en rosada y con acceso a Grinder, y la maravillosa compañía de Liz en el escenario para el intermedio es “Hijos del peligro”, porque finalmente, por más que queramos que la música no se detenga y que continúe infinitamente siempre llega el momento del final, pero si algo se tiene que acabar que acabe dentro de nosotros y que ojalá nunca acabe la manera de hacer música de Me llamo Sebastián, porque son un grito a la vida, a la injusticia, la soledad y también a los recuerdos, algo que todos deberíamos tener presente constantemente.

Setlist:
Baila como hombre
Niños rosados
Adolescente
Sol cuídate
La llave
El valor
La fogata
El dolor es un momento
Constelación
Humanos
Edificios
El sueño
Que nada nos cambie
El precio de los libres
Las polillas
Hijos del peligro

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