Por Francisca Neira.

Que “el punk no ha muerto” lo hemos escuchado y leído todos en todas partes, desde murallas raídas en cualquier población hasta posteos de lo más snob en twitter y otras redes. Pero, ¿de qué hablan quienes escriben esa frase?, ¿se refieren a la música? ¿a la estética? ¿a la actitud?. Da lo mismo, es difícil creer en un slogan que el propio mercado ha vaciado al repetirlo hasta el hartazgo.

Era difícil, en realidad, hasta escuchar a Sleaford Mods, el dúo conformado por los ingleses Jason Williams y Andrew Fearn, que desde 2007 vienen encaramándose de a poco en el mainstream con eso que se puede llama “electropunk”. ¿No te suenan? No hay problema, porque en el marco de la décimo sexta versión del Festival Internacional de Cine y Documental Musical, In-Edit, está rotando el documental Sleaford Mods: Bunch of Kunst, en el que más que interiorizarte en la historia de la banda (que obviamente también está presente) podrás dilucidar el espíritu que se cuela en la música, las letras y la actitud del binomio. Sí, en pocas palabras, el documental dirigido por Christine Franz evidencia que el punk sigue vivo y más rabioso y justificado que nunca.

Estos nuevos Working Class Heroes, mote del que no reniegan pero tampoco se vanaglorian, son presentados en 102 minutos como un par de outsiders que hacían lo posible por sobrevivir en la monotonía de Nottingham, Inglaterra, pasando de un trabajo a otro (cada uno peor que el anterior), y de ahí al bar y de ahí a la casa. De caracteres difíciles asumen que probablemente nadie más podría ni querría trabajar con ellos, pero por alguna razón las bases de Fearn se convierten en la cortina de fondo perfecta para las letras ácidas y vulgares de Williams que escupe su rabia contra el patrón, la vida cotidiana, la política y un sinfín de otros aspectos lo que, acertadamente, lo llevó a ser comparado por un fan con el mismísimo Jello Biafra, voz original de Dead Kennedys.

No obstante, en Bunch of Kunst no solo aparecen flores y elogios de parte de los fans cuyas edades oscilan entre los 18 y casi 60 años, sino que también Geoff Barrow, de Portishead; Steve Ignorant, de CRASS o el poeta JB Barrington, entre otros, dedicaron piropos de todo tipo a la banda manejada por el viejo punk y ex conductor de buses Steve Underwood. Aún así, Iggy Pop, La Iguana, se roba la película al leerlos, ensalzarlos y, más encima, incluirlos en la parrilla de su programa de radio. Un lujo ¿o no?

En cualquier caso, es imposible no coincidir con las opiniones vertidas en la cinta ya que el documental de Franz, en alguna medida, nos llama a reflexionar acerca de nuestras propias vidas, cómo las llevamos y cómo leemos la realidad que nos rodea. Jason Williams señala en algún momento, asqueado, que nadie puede ni quiere oír letras de amor cuando trabaja por 15 libras a la semana (algo así como 15 mil pesos) y que por eso sus letras son como son, por eso también su forma de trabajar es como es y hacen la música que hacen de manera visceral. Ahí hay contenido. Ahí hay actitud. Ahí hay una forma de hacer las cosas. Y ni el festival de Glastonbury ni la incorporación de la banda en los charts ingleses, ni su firma con una disquera algo más grande, Rough Trade Records, ha hecho mella en aquello. Y eso es el punk. El que se sigue vivo.